CAPÍTULO 26

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POV LIA ROMANOVA


El viento acariciaba mi rostro mientras esperaba sentada, sintiendo cómo cada ráfaga traía consigo una mezcla de ansiedad y nostalgia. Mis ojos estaban clavados en Aleksey, deseando con todo mi ser que las cosas hubieran sido distintas para él.

Su cuerpo habitualmente firme, ahora parecía un resorte a punto de estallar. Su mandíbula estaba tensa, y las manos, que siempre se mostraban seguras, se crispaban de manera imperceptible, delatando su nerviosismo. 

La mirada oscura y profunda que poseía, se dirigía impaciente hacia el arco floral por donde en cualquier momento aparecería su futura esposa.

—No lo hará —le susurré a mi tía Andrea, intentando contener la inquietud en mi voz mientras mantenía la vista fija en él.

Ella, al escucharme, giró ligeramente la cabeza y me ofreció una sonrisa débil.

—Mi niño está sufriendo, y no está su padre, ni su figura paterna para ayudarlo... solo yo, y es difícil. Siempre lo ha sido —murmuró, su voz quebrándose al final.

Tomé su mano con suavidad, buscando transmitirle algo de fuerza. Sus dedos, delgados y delicados, temblaban ligeramente bajo los míos.

—Eres muy fuerte —dije, intentando infundirle ánimo.

Andrea negó levemente, desviando la mirada hacia su hijo, lo observaba con un pesar profundo.

—No lo soy —respondió con amargura, señalando hacia él—. No pude evitar esto, pero tranquila. Algo que Aleksey heredó de su padre es la lealtad. Él se casará, pase lo que pase.

En ese instante, las primeras notas de la música nupcial comenzaron a resonar en el ambiente, arrastrando a todos en la ceremonia a un estado de expectación. Nos levantamos, y volví a fijar mi mirada en mi primo.

Él estaba flanqueado por los gemelos, que mantenían sus rostros impasibles, como dos sombras que lo protegían. Sin embargo, algo en el ambiente cambió cuando ambos percibieron algo al frente. Adrik frunció el ceño con una severidad que parecía tallada en piedra, mientras Akin esbozaba una ligera sonrisa torcida, como si disfrutara de un oscuro secreto. Ambos le susurraron algo a Aleksey, quien levantó la vista con una lentitud que sólo podía significar una cosa.

Y entonces lo vi.

Sus ojos, normalmente tan calculadores y fríos, ahora estaban encendidos con una emoción cruda y visceral: odio, puro y ardiente, brillando con una intensidad que parecía consumirlo desde dentro.

Me giré con cautela, sintiendo cómo el aire se volvía más denso a mi alrededor, para ver a Vittoria. Caminaba hacia el altar, aferrándose con fuerza al brazo de su padre, como si él fuera el único que podía sostenerla en ese momento. Su belleza era innegable; Sus cabellos oscuros caían en cascada sobre sus hombros y su piel, de un tono cálido y dorado, contrastaba con el blanco inmaculado de su vestido. El estilo princesa que llevaba resaltaba cada uno de sus rasgos, convirtiéndola en la encarnación perfecta de lo que era: una princesa de la mafia.

Sonreí inevitablemente.

Solo podía esperar que todo saliera muy bien con ellos. Ambos lo merecían.

[...]

Caminaba lentamente, con una copa en la mano, mientras el crepúsculo se desvanecía sobre el horizonte y me dirigía al muelle. La brisa marina acariciaba mi rostro, trayendo consigo el aroma salado del mar. Escuché pasos ligeros detrás de mí y, al girar, vi a Ana alcanzarme. Su sonrisa, aunque cálida, tenía un tinte de nerviosismo.

OSCURA ATRACCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora