CAPÍTULO 9

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POV LIA ROMANOVA

—No sabes lo que estás pidiendo —negó con un susurro casi amenazante, sus palabras cargadas de advertencia y deseo reprimido—. No creo que pueda detenerme una vez que pruebe tus labios. Una vez que comience, no habrá vuelta atrás, y nos van a condenar por ello.

Sí, claro que lo harían, pero en este momento me importaba menos que la oscuridad misma. Desde el principio, comprendí que mi amor por Artem estaba condenado, una maldición que sería mi perdición, mi ruina, pero en aquel instante, aquella verdad me resultaba insignificante. Sabía lo que deseaba y anhelaba, aun cuando las consecuencias fueran desastrosas.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando su mano viajó hasta mi cuello, donde la sostuvo con firmeza. Podía sentir el pulso acelerado de Artem resonando a través de su tacto en mi cuello, un eco del tumulto de emociones que arremolinaban dentro de ambos.

—¿Quién dice que te detengas? —pregunté en un susurro—. Estamos condenados desde hace años.

En su mirada, vislumbré la lucha interna entre el deseo y la razón que clamaba por contenerse. Pero en ese instante, el deseo ganó, y sus labios buscaron los míos con una intensidad que encendió fuego en mi interior. Cada roce de sus labios contra los míos encendía una chispa de fuego que amenazaba con consumirnos por completo, y estaba dispuesta totalmente a que eso sucediera.

Gemí entre sus labios cuando nuestras lenguas se encontraron. Me aferré a sus brazos, buscando estabilidad en medio del torbellino de sensaciones que me envolvían. No había nada de cariño en este beso; era desesperado, intenso, brusco, como si el tiempo se hubiera detenido para concedernos este momento de éxtasis prohibido que tenía un límite de tiempo.

Durante tanto tiempo había deseado este momento con una intensidad que superaba cualquier límite de lo racional. Ahora que se estaba volviendo realidad, se sentía como un sueño, un sueño del que nunca quería despertar, incluso si eso significaba desafiar las normas que nos rodeaban.

—Jodidamente mía —murmuró, su aliento cálido acariciando mi piel mientras mordía mi labio inferior y luego lo succionaba con fervor—. Lo sabes, ¿verdad?

Abrí mis ojos para encontrarme con los suyos, que brillaban con una fuerza mortal, un tono más oscuro que contrastaba con su usual claridad.

—Sí —susurré, dejando que mis labios buscaran los suyos nuevamente, anhelando su contacto, su calor. Me acerqué aún más a su cuerpo, deseando perderme en la profundidad de su ser.

Quería sentir sus manos sobre mí, explorando cada centímetro de mi piel, pero el tiempo parecía estrecharse, y la desesperación comenzaba a envolverme.

—¡Chicos! —un grito estridente nos sacudió de nuestra intimidad repentinamente, obligándonos a separarnos con brusquedad.

Mierda. Mierda. Mierda.

—Tía Lena —susurré, pronunciando su nombre con reverencia y temor, consciente del vendaval que se avecinaba.

Una mezcla de enojo y sorpresa cruzó su rostro, dejando tras de sí una estela de emociones que se arremolinaban en sus ojos.

—Artem, una mujer te está buscando... está en la entrada —anunció con voz cortante.

Fruncí el ceño y le lancé una mirada de soslayo, notando la falta de expresión en su rostro, aunque su cuerpo delataba una tensión apenas contenida. Aquello había sido inesperado para él, lo comprendí de inmediato.

—¿Qué mujer te está buscando? —inquirí con curiosidad—. No me digas que...

—Artem, vete y déjame con Lia —ordenó Lena con firmeza, su voz resonando con autoridad absoluta—. Después hablamos tú y yo.

OSCURA ATRACCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora