CAPÍTULO 7

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POV ARTEM ROMANOV

Una semana después

—¿Estas bien?

Fruncí mi ceño ante la pregunta de Sergei.

—Estoy bien —respondí con un asentimiento rápido, apartando la mirada del cargamento de armas proveniente de Rusia.

Sergei persistió:

—¿Qué pasó entre tú y tu papá? —Comenzó a presionar una zona delicada—. ¿Qué ocurrió durante ese retiro? ¿Qué te hizo?

Evité rememorar los acontecimientos de esos dos días.

—No quiero hablar de eso, Sergei... solo me hizo ver las cosas desde otra perspectiva —confesé, desviando la mirada hacia un punto distante, tratando de evitar adentrarme en los recuerdos.

—¿Su perspectiva? —me observó con atención, sus ojos reflejaban una genuina preocupación por mí, aunque no había motivos para ello.

—Algo así —me encogí de hombros—. Eso no es lo importante. Lo crucial es que él sabe algo, pero aún no sé qué exactamente.

—Maldita sea —susurró—. ¿Y si sabe todo?

Un escalofrío me recorrió y negué con la cabeza levemente.

—Es imposible. Necesito averiguar exactamente qué información tiene para decidir cómo actuar —confesé, tratando de mantener la calma ante la posibilidad inquietante que planteaba.

—No podrás verla por un tiempo. Si Adrik tiene fotos de ambos, ¿por qué crees que tu padre no las tiene? —inquirió—. Ella debe permanecer fuera del radar por su seguridad, especialmente ahora que Lia sabe de su existencia; podría ponerla en peligro.

—Ni siquiera Lia podría tocarle un solo cabello. La mantendré cerca. Nadie sospechará nada. —Inhalé profundamente—. La extraño. Tengo que verla pronto o enloqueceré.

Una sonrisa torcida apareció en el rostro de Sergei mientras asentía.

—Me gusta lo que tienen ustedes dos.

No respondí con palabras, simplemente asentí y continué observando. Cuando todo el cargamento estuvo finalmente dentro de la bodega, nos sumergimos en la tarea de revisar las cantidades y los tipos de armas que habían llegado. Una vez que nos aseguramos de que todo estuviera en orden, programamos el envío a cada uno de sus destinos correspondientes. El maldito día nos había consumido por completo y aún quedaban asuntos pendientes por resolver.

—No puedo recordar la última vez que fuimos a una discoteca —comentó mientras nos dirigíamos de regreso a casa.

Repasé mentalmente los recuerdos en busca de una respuesta, pero tampoco lograba recordar. Estábamos tan inmersos en nuestro trabajo que los placeres y diversiones habían quedado relegados a un segundo plano.

—¿Hace tres años? —sugerí.

—Quizás. ¿Te apetece ir mañana?

—Me gustaría, pero tengo que viajar a Francia. Hay algunos problemas que debo resolver, aprovecharé el viaje y le pediré a Lia que me acompañe. Está estresada por descubrir quién está detrás de los ataques a su equipo.

—Lo olvidé por completo. Escuché a mi padre decir que otro ha muerto.

—Sí, eso nos tiene en alerta. No es una coincidencia. Nos están cazando, y debemos actuar rápidamente para convertirnos en los lobos, no en el maldito rebaño.

—Saben que pueden contar conmigo para lo que sea —asentí con determinación—. ¿Tienen alguna pista?

—Los asesinos son extremadamente profesionales. No dejan rastros, no hay nada, excepto una bala en uno de ellos. Estamos rastreándola sin descanso.

OSCURA ATRACCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora