POV LIA ROMANOVA
La primera sensación fue el peso en mi cuerpo, como si una marea invisible me arrastrara lentamente hacia la superficie. Mis pensamientos eran confusos, como si la realidad y el sueño se mezclaran, y me tomó un par de segundos distinguir todo mientras mis sentidos fueron volviendo de a poco.
El silencio en la habitación era denso, apenas interrumpido por el pitido rítmico de las máquinas conectadas a mi cuerpo. El peso del sueño parecía hundirme en un océano oscuro, y cada intento de abrir los ojos me resultaba un esfuerzo desgarrador. Sentía el cuerpo adormecido, las extremidades pesadas y una leve punzada de dolor en mi abdomen y espalda que iba aumentando con cada segundo.
Finalmente, con un parpadeo lento, mis ojos se abrieron. La luz era suave, pero suficiente para hacerme cerrar los párpados unos segundos antes de volver a intentarlo. Al acostumbrarme, lo primero que vi fue el rostro de mi madre. Su expresión era seria, concentrada, pero cuando notó que la miraba, sus ojos se llenaron de algo profundo... una mezcla de alivio, tristeza y un amor tan intenso que me destrozó.
—Mamá... —fue lo único que pude susurrar, y al hacerlo, toda la contención que había en mi interior se rompió. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas, lentas al principio, y luego como si no pudieran detenerse.
Ella me miró sin decir nada, y en un movimiento lento y suave, se acercó y tomó mi mano, acariciándola como cuando era una niña. Se sentó en el borde de la cama y me envolvió con sus brazos, acercándome hacia ella.
—Estoy aquí, mi niña... aquí estoy —Su voz era un susurro reconfortante, que me abrazaba tanto como sus brazos.
Me aferré a ella, hundiendo mi rostro en su cuello, mientras el dolor en mi pecho crecía y se expandía. Era como si cada lágrima que derramaba fuera una liberación, pero también una confirmación de lo mucho que había pasado, de lo roto que estaba mi mundo.
—Mamá... duele tanto —sollocé contra ella—. Todo, todo duele...
Su mano acarició mi cabello, su tacto calmante en medio del caos de emociones que me devoraban.
—Lo sé, mi amor. Lo sé... —ella era un bálsamo para mí.
Me sostuvo con fuerza, sintiendo mi dolor como el suyo propio. Acariciaba mi espalda, y cada caricia, cada palabra que susurraba era como una promesa de que, de alguna manera, sobreviviría a esto.
Después de unos minutos, sentí sus labios presionar suavemente mi frente. Me aparté ligeramente, y su mano se posó en mi mejilla, sus ojos reflejando todo el amor y la comprensión que necesitaba.
—No necesitas decir nada. Solo... solo descansa. Estoy aquí, y no me iré a ningún lado.
—Era tan... tan diminuto —sollocé, y vi cómo sus ojos también se llenaban de lágrimas, reflejando mi propio sufrimiento—. No sabía que estaba embarazada, yo... no lo sabía.
—Shh, mi niña. —Sus brazos me rodearon con más fuerza, como si quisiera protegerme de la misma realidad que nos envolvía—. Todo estará bien, y ese angelito te cuidará por siempre.
Intenté apartarme un poco para observar su rostro, y de inmediato sus dedos se movieron con delicadeza para limpiar mis mejillas, secando las lágrimas que no dejaban de caer. Su toque era suave, pero su expresión estaba cargada de comprensión, de ese dolor que solo alguien que ha pasado por lo mismo podría comprender.
—Solo sabemos que perdiste un bebé, pero... no de cómo te sentiste —Tragué con dificultad, mi voz apenas un susurro roto—. ¿Deja de doler? ¿Algún día... se supera?
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OSCURA ATRACCIÓN
Roman pour AdolescentsArtem Romanov y Lia Romanova, criados como hermanos bajo la sombra del pakhan de la bratva rusa, comparten un vínculo especial que trasciende los lazos de sangre. A medida que el tiempo avanza, el inocente afecto de la infancia se transforma en un a...