XLI: Atracción Magnética.

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Sábado, 1:00 pm.

—Hace mucho no pasábamos tanto tiempo solos, Ethan.—sonríe—Esto me gusta.

—También a mí, Taylor.—admito—Al fin, nadie podrá interrumpirnos.

Ella asiente, toma su tenedor y comienza a comer.

Cuando acordamos los detalles de nuestra cita, ambos estuvimos de acuerdo en ir a un restaurante primero, dar un paseo por el viejo parque abandonado y por último ir a un acuario que hay aquí cerca.

Ella come su filete de pescado con limón muy a gusto y yo trato de hacer lo mismo, pero no puedo dejar de mirarla, es tan hermosa. Se ve radiante con ese vestido rosa pastel, que parece sacado de un cuento de hadas, le queda algo corto, por lo que puedo ver sus muslos y tiene escote recto, lo que deja a la vista sus hombros, clavícula y parte de su busto.

La veo acomodar la cinta que tiene su vestido que enmarca su fina cintura. De verdad su belleza es impresionante, cada rasgo de ella me hipnotiza.

—Eres preciosa, Taylor.—el comentario se me escapa, mi rostro plasmándose de miedo y comenzando a arder.

Ella me mira al instante y sus mejillas se enrojecen. Desvía su mirada, sonriendo nerviosa mientras acomoda un mechón su cabello detrás de su oreja.

—Gr-gracias, Ethan.—se traba un poco y nuevamente me sonríe—Tú... también te ves muy guapo.

Creo que me he puesto color tomate con su confesión. Jamás la había escuchado decirme eso.

Me aclaro la garganta con nerviosismo.

—Gracias, Taylor, es... lindo que digas eso.—realmente no tengo idea de qué responder.

¡¿Qué acabo de decir?!

¡¿Quién carajo dice algo así?!

¡Qué patético!

Suspiro decepcionado, pero con disimulo. Ella ríe levemente y regresa la atención a su comida, yo hago lo mismo.

Pasan los minutos y la tensión aumenta, sé que debo decir algo, para eso son las citas, pero mi cerebro está en blanco.

—Ethan...—me llama Taylor, la miro—Tengo muchas curiosidades sobre ti.

Trago mi comida.

—¿Ah sí? Bueno, anda, pregunta.

Coloca sus manos sobre la mesa, a ambos costados de su platos, estirando sus dedos.

—Pues, realmente no sé mucho sobre ti. ¿Has vivido en Brooklyn toda tu vida? ¿Dónde estudiabas antes de entrar a la Clinton Hill High School? ¿Qué te gusta hacer? Y...—la interrumpo gentilmente.

—Ok...—río levemente—Responderé a todas tus preguntas, pero una a la vez.

Ella ríe nerviosa.

—Sí, lo siento. Ok, ¿has vivido siempre en Brooklyn?

Niego con mi cabeza.

—No, realmente nunca he tenido un hogar fijo. Mi familia y yo nos mudamos constantemente.—le explico.

—Ooh... ¿dónde naciste entonces?

—En Denver.

—Eso está muy lejos. ¿En cuántos lugares has estado?

Guardo silencio tratando de recordar la cantidad.

—Hemos vivido en 15 Estados diferentes, si no me equivoco. Ah y también en Canadá.—su expresión de asombro haciéndose notar.

Ethan [Psycho #1] [EN EDICIÓN] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora