Ámbar lleva colada de Jackson desde el instituto aunque nunca han estado juntos, ya que lo que pasaba entre ellos nunca se convirtió en algo serio.
Está cansada de que su cabeza no pare de pensar en él.
Ámbar se va de su hogar a conocerse a sí misma...
Uriel deja la moto en los aparcamientos de la universidad. Se baja de la moto y me ayuda a bajar a mí también.
- Ya hemos llegado Corazón (me dice Uriel con una sonrisa).
- Muchas gracias por traerme Uriel. Me gustaría preguntarte algo... (digo algo dubitativa).
- Pregúntame sin miedo Corazón (responde Uriel mientras me mira a los ojos).
- ¿Te importaría quedarte conmigo esta noche? Digamos que tengo miedo a que me dé otro ataque de ansiedad... Pero entendería perfectamente que no quieras pasar la noche conmigo... Olvídalo... Perdón por haberte dicho esto... (digo mirando al suelo).
Veo como los ojos de Uriel comienzan a brillar pero al ver que no responde decido darme la vuelta lo más rápido posible intentando salir de esa situación vergonzosa. Antes de que pueda escapar siento como una mano fuerte me agarra del brazo derecho impidiendo que me vaya. De repente noto unos brazos fornidos abrazándome intensamente por encima de mis pechos y el pecho de Uriel pegado a mi espalda.
- No te dejaré sola Ámbar, ni antes en el callejón, ni ahora, ni en los próximos días. ¿Me oyes? Nunca estarás sola. Yo siempre estaré a tu lado (dice Uriel a mi espalda con voz algo más grave de lo normal).
- ¿Lo prometes? (pregunto a Uriel con la voz quebrándose un poco más con cada palabra).
- No lo prometo. Lo juro Corazón (responde Uriel mientras me gira para pegar mi cabeza a su pecho).
Sin poder evitarlo comienzo a llorar. Esa simple promesa hace que las lágrimas broten de mis ojos creando riachuelos que van por mis mejillas hasta terminar en mi barbilla, uniéndose todos en una gran gota. Pongo mis manos sobre el pecho de Uriel y las cierro a modo de puños, atrapando entre mis dedos la tela de la camiseta de manga corta negra que lleva Uriel. Impidiendo que pueda volar, que se pueda ir. Noto como Uriel se separa de mí y se agacha.
- Puedes seguir llorando si quieres, no te preocupes. Es mejor que lo sueltes todo pero antes sube, que te llevo a caballito. No quiero que te refríes que ya comienza a hacer frío a esta hora (dice Uriel con una sonrisa).
Yo asiento, me subo a su espalda y sigo llorando mientras él me lleva a la habitación. De vez en cuando noto que Uriel hace pequeños círculos en mis piernas a modo de caricias, lo que hace que me tranquilice un poco. Cuando llegamos a la puerta me baja para que la abra y entramos. Agarro mi pijama y me marcho al baño para cambiarme y quitarme el maquillaje que llevo puesto pero antes de entrar miro a Uriel.
- Si quieres te puedo intentar dejar una de mis camisetas anchas o algo (le digo algo vergonzosa).
- No estaría mal. Muchas gracias (responde Uriel con una amplia sonrisa).
Le doy una camiseta negra de las oversize que suelo usar de vez en cuando.
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