10.- Recuerdos

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Antes de empezar el capítulo, como siempre os quiero decir que espero que os guste, apoyadlo votando y comentando qué os parece.

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Mi cabeza duele y noto calor a mi alrededor. No sé qué pasa y tampoco puedo mover mi cuerpo por más que lo intente. Las señales de mi cerebro no llegan a mis dedos, a mis manos, a mis piernas o a mis pies. Intento abrir los ojos y se me hace imposible, siento impotencia al no poder hacer nada y me  comienza a dar un ataque de ansiedad hasta que vuelvo a perder la conciencia.

Mi vista sigue borrosa, pero esta vez sí que soy capaz de moverme y de abrir mis ojos. Capto 3 figuras a mi alrededor y tardo un poco en enfocar pero lo consigo.

- ¿Buenos días? (digo con la garganta seca haciendo que me duela un poco hablar).

Arakiel me agarra la mano izquierda, Azazel la mano derecha y Azariel el muslo derecho.

- ¿Estás bien Ámbar? (me pregunta Azazel).

- ¿Necesitas algo? ¿Un poco de agua? (me pregunta Arakiel preocupado).

Asiento y se levanta corriendo a llenar un vaso de agua para traérmelo.

- Te dio un ataque de ansiedad y un ataque de pánico, puede que te acabe de pasar algo muy fuerte sentimentalmente o que hayas recordado Ámbar. Pero debes estar tranquila, ¿de acuerdo? No tengas la obligación de contarnos nada si no estás preparada para ello tanto de aquí (señala su corazón) como de aquí (señala su cabeza). Has estado dormida unas 6 horas, tu cuerpo ha colapsado indicando que debías descansar (dice Azariel serio).

Nunca había visto a Azariel serio pero me había dicho todo eso mientras acariciaba mi pierna para tranquilizarme. Nunca he tenido problemas con el contacto físico porque de pequeña era muy cariñosa y así lo sigo siendo, por ello el tacto de los hermanos no me desagrada.

Hago varias respiraciones profundas y me relajo. Cojo el vaso de agua que me trajo Arakiel y bebo despacio, una vez me he bebido la mitad del vaso, lo dejo sobre la mesa.

- Siento mucho haberos asustado chicos. Hacía tiempo que no me pasaba algo así porque era capaz de controlarlo pero la situación fue demasiada (digo recordando todo lo que pasó).

Los chicos me miran expectantes esperando a que prosiga hablando pero pasan los minutos y no lo hago.

- ¿Ámbar? Si crees que es mejor contarnos todo para desahogarte, puedes hacerlo. Pero si por el contrario piensas que te va a hacer daño o va a ser peor, no lo hagas (me dice Azariel mirándome a los ojos).

Asiento y comienzo a hablar.

- Creo que me vendría bien hablar de todo. Hace tiempo que debería haberlo aceptado y hablado para que todo sea más fácil, para que todo duela menos (les digo).

- Si en algún punto crees que debes parar, no te fuerces (me dice Azariel con una sonrisa mientras aprieta suavemente mi muslo de forma cariñosa y afectiva).

Azazel y Arakiel asienten a lo que dice su hermano y me miran esperando que hable.

- Bueno chicos, preparaos porque es una historia algo larga (digo con una pequeña sonrisa melancólica). Cuando era pequeña tuve una infancia feliz, tenía amigos, jugaba, reía, cantaba, mis padres siempre estuvieron ahí... Fui la típica niña risueña que ríe por todo y que la mínima cosa la hacía sonreír (sonrío ante el recuerdo).

- Al llegar al instituto todo cambió puesto que no conocía a nadie y yo nunca fui de esas chicas populares que tienen muchos amigos, siempre fui la chica nerd que saca sobresalientes y le encanta la lectura. Me quedé sola y digamos que comencé a tener tendencias suicidas. Caí en un profundo pozo en el que todo era oscuridad, depresión, ansiedad, angustia, dolor y soledad. Comencé a autolesionarme intentando sacar mis demonios afuera, intentando que todo dejara de doler, que dejara de sentir (digo intentando no llorar).
- Un día de otoño, un chico se acercó a mí y comenzó a preguntarme cosas sobre mí, sobre las clases... Me extrañó ya que nadie se había acercado a mi desde que llegué al instituto pero al día siguiente el mismo chico se acercó, y al siguiente, y al otro, y al otro... Después de 2 semanas acercándose a mí yo comencé a salir del pozo en el que estaba utilizándolo como cuerda para salir de ese agujero en el que estaba, como si fuera una especie de impulso. Jackson, así se llama, siguió acercándose a mí y al pasar 1 mes pensé que le importaba y que era su amiga. Desde ese momento empezó a actuar de forma extraña, se acercaba demasiado a mí, me llevaba a pasillos donde no había nadie, a los cuartos de limpieza o aulas vacías y me besaba o me tocaba. Yo en ese punto estaba totalmente enamorada de Jackson así que no me importaba que me besara, tocara o acariciara. Al contrario, cada beso, caricia, toque o roce me sacaba un poco más de la depresión, me hacía feliz.

Te doy mi vida (+18) - MiraclesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora