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El timbre sonó finalizando el almuerzo y el castigo de ambas chicas, quien se apresuraron a salir, Kat espero a Sam.

—Siento cómo si hubiéramos olvidado algo.—le habló Kat a Lynn.

—No lo creo, probablemente no sea nada zanahoria.

La cancha de educación física comenzó a llenarse, otra clase comenzaba, algunos alumnos cayeron de golpe al suelo debido a lo resbaladizo que estaba, habían olvidado poner la advertencia del piso mojado.

—Estas dos...—murmuró el entrenador enojado mientras sobaba su trasero.

Sam y Kat se despidieron, Lynn solo le dio una mirada al chico antes de seguir caminando hacia el salón de literatura junto con Kat. Al entrar sus amigos le esperaban allí sentados.

—¿Cómo les fue?—preguntó Emily sonriente.

—Bien supongo, solo tuvimos que trapear todo el suelo de la cancha.—contestó la castaña agotada.

Lynn y Emily caminaron hacia sus asientos comenzando a sacar sus libros.
Por otro lado Jace y Emma hablaban con la pelirroja.

—¿Tienes hambre?

—No, Sam llevo comida y almorzamos en la cancha.

—Vaya, eso si que es lindo.—le dijo su amigo.

Kat recordó las palabras de Sam antes de que Lynn la golpeara con un balón. Realmente esperaba que Jace le diera una oportunidad a Sam, digamos que Jace jamás se mostro molesto o asqueado respecto a las personas que salían con alguien de su mismo género.

—Recuerdame comenzar a hacer el trabajo con Emy.—le pidió su amiga.

—¿Emy?¿Y por qué yo?

—Emily. Y porque tu siempre recuerdas los trabajos.—le pidió la rubia.

Kat asintió sin darle importancia, unos asientos a su izquierda se encontraban Lynn y Emily, a la rubia no la conocía tanto y no sabía que Lynn y ella fueran amigas hasta ahora, pero no le tomo demasiada importancia, no le importaba quienes fueran amigas de Lynn Loud en lo absoluto.

—Buenos días.—saludo la profesora ingresando al aula.

Todos hicieron silencio y saludaron a la profesora, la mujer les indico que abrieran su libro en la página 20 donde comenzarían a leer un pequeño relato.












































































































La mujer freno a ambas chicas antes de que salieran. Extendió una escoba hacia Lynn y a Kat le ordenó recoger y ordenar los libros en sus estantes en orden alfabético.

—Esto es una mierda.—murmuró la castaña con fastidio.

—Lo se.

Kat comenzó a poner los libros en sus lugares esperando a que el tiempo pasara rápido.
Lynn detrás suyo se ocupaba de barrer distraídamente, sin darse cuenta en un momento se engancho el pie con una silla cayendo al suelo haciendo que la pelirroja se diera vuelta rápido.
La chica hizo una mueca al ver que la nariz de Lynn había empezado a sangrar.

—No te rías.—le retó la chica enojada.

—No lo haré.—prometio intentando contener una carcajada al ver e rostro enojado de la castaña, se acercó y le tendió una mano.—Arriba, Loud.

Lynn le miró por unos segundos desde el suelo, termino por aceptar y le tomo la mano levantándose del suelo. Kat se acercó a su mochila y saco un pañuelo dándoselo a la castaña. Lynn tomo el pañuelo y se lo coloco en su nariz.

—Si que fue un gran golpe.—se burló la pelirroja sentándose a su lado.

Lynn la miro y se rió levemente.
Después de unos segundos en silencio algo incómodo, ma pelirroja y la castaña siguieron con sus trabajos.
Los minutos largamente pasaron y la profesora entro al aula para avisarles que ya podían irse.

—Su nariz señorita Loud.—observo la mujer alarmada, miro a la pelirroja a su lado.—¿Señorita Anderson?

—No, no yo no fui.

—No fue ella, me caí mientras barría el suelo.—admitió la deportista avergonzada.

—Que alivio, pensé que debía ponerles otro castigo.

Las chicas se apresuraron a tomar sus cosas y a salir. La salida estaba completamente vacía, todos ya estaban en sus hogares menos ellas gracias a el castigo.

—Bien, adiós.—se despidió la pelirroja.

Antes de irse, Lynn tomo su brazo deteniendo su paso.

—Gracias, zanahoria.—soltó.—Por lo del pañuelo.

—Ahora estamos a mano.—le dijo la pelirroja sonriendo, refiriéndose a lo que había sucedido antes.

Ambas sonrieron leve, pero a cabo de unos segundos volvieron a la realidad y se miraron con seriedad, recordando lo mucho que se odiaban y comenzaron a caminar en direcciones opuestas.
Ninguna de las dos estaba dispuesta a admitir que el odio comenzaba a sentirse menos.

𝐌𝐘 𝐄𝐍𝐄𝐌𝐘, lynn loud jrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora