< Parte vigésimo quinta >

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Pov Anna.

  Bufé soltando el router y me levanté del escritorio, tenía terminado cuatro capítulos y me faltaba muy poco para terminar la historia

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Bufé soltando el router y me levanté del escritorio, tenía terminado cuatro capítulos y me faltaba muy poco para terminar la historia. Había quedado esta tarde para merendar con Olga, y me escribió que ya estaba yendo a mi departamento; teníamos esa confianza, si ella llega primero alimenta al gato y hace algo para comer... normalmente hornea galletas de avena, son sus favoritas.

- ¡Llegué!- dije dejando mis llaves sobre la mesita ratona del living.

- ¡Estamos en el balcón!- escuché la voz de mi amiga, seguro se refiere a ella y a mi gato.

Sonreí dejando mi bolso en el sofá y yendo hacia el balcón, allí encuentro a la rubia sentada con Román durmiendo plácidamente sobre sus piernas.

- Holaa Olgui- me acerco a abrazarla.

- ¿Cómo estás cielo?, ¿Cómo te fué hoy?- me preguntó dejando dos besos en mis mejillas con cariño.

Me acomodé a su lado en la otra silla y observé con atención las tazas con chocolate frío, ¡Qué genia!.

- Bien, fué un día agotador pero tengo buenas noticias... Estoy terminando el libro -le comenté para luego agradecerle por la bebida y tomar un trago de la misma.

- ¡Qué guay!, Me muero por leerlo - sonríe mientras lleva sus dedos sobre el pelaje naranja del gato que estira sus patitas hacia mi dirección.

- Holaa Romi, ¿Te portaste bien con la tía Olgui?- le pregunté al animalito acariciando sus patitas que este abría y cerraba.

- Es un flojo, lo encontré durmiendo sobre la isla de la cocina - me dice la rubia y ambas nos empezamos a reír.

- Si, supongo que copió mi personalidad - murmuré observandolo con ternura - ¿Quieres galletas de vainilla?- le pregunté levantándome de mi silla.

- Cómo que no - contesta obvia y me reí ante su respuesta.

Fuí a buscar las galletas que me hizo mi cuñada y las puse en un plato, le gustaba hornear cuando estaba aburrida.

- Las hizo Mina, no te empaches - bromeé y ella achinó los ojos con una mirada juzgadora.

- Oye, ¿Qué querías contarme tía? Que me has llamado a las cuatro de la mañana y no te entendí ni de coña - ríe mientras se acomoda y lleva una de las galletas a la boca.

Suspiré y tomé un poco de aire, no podía guardarme las emociones luego del beso con el británico y tenía que contarselo a alguien; obviamente no podría decirselo a mi hermano y mucho menos a Vini que podría contarle a Camavinga y es como contárselo a una revista de farandula.

- ¿Viste que vos dijiste que Bellingham me parecía más que "majo"?- pregunté jugando con el contenido de mi taza, ella enarcó una ceja de manera curiosa.

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