Capítulo 5

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La brocha acariciaba mi piel mientras difuminaba el rubor en mis mejillas. Cada trazo de maquillaje me daba confianza, un escudo ante la incertidumbre que revoloteaba en mi estómago. Me preparaba para un encuentro que había visualizado de mil maneras, creando conversaciones y gestos de los cuales no tenía ni idea de cómo se desarrollarían.

No sé por qué opté por vestirme con una blusa de manga larga negra en pleno agosto, pero me hacía sentir segura. El reloj marcaba cada segundo con la impaciencia que solo conocen aquellos que esperan algo especial. En mi caso, ese algo especial tenía un nombre: Daniel.

No quería esperar un día más, necesitaba agradecerle lo que había hecho por mí hacía dos meses en el Parque de Globos. Si no me hubiera hablado como lo hizo, probablemente en este momento todavía no me habría enfrentado a mi papá.

—Ni me hubiera enfrentado a mi indecisión —murmuré.

Aunque, no podía engañarme. La razón principal de buscarlo era porque, en todo ese tiempo, no había dejado de pensar en él. Necesitaba saber más. Ver esa sonrisa con la que soñaba y, más que nada, escucharlo.

Con el corazón latiendo más rápido de lo habitual, tomé mi bolso y me dirigí hacia el parque con la seguridad de quien se arma de valor para enfrentar lo desconocido. Dejé los cristales del carro abajo, y la brisa del crepúsculo acariciaba mi rostro mientras avanzaba por las calles iluminadas por farolas que comenzaban a encender.

Al llegar al parque, me detuve en la colina para observar el vasto campo que se extendía ante mí, una sinfonía de colores y formas desafiando la gravedad. Tenía la mirada perdida entre los globos aerostáticos que se mecían suavemente en el cielo despejado.

Enormes joyas flotantes llenaban el cielo con tonos brillantes: rojos intensos, azules eléctricos, amarillos cálidos y verdes serenos se elevaban en una danza, creando un espectáculo visual que parecía sacado de un sueño.

Mis ojos buscaron ansiosos la silueta de Daniel. No lo vi. Quizá estaba en un vuelo. Esperé desde lejos, impaciente por encontrarlo. Todo me acercaba a él: el sonido distante del quemador, liberando pulsos controlados de fuego; el calor que se mezclaba con la fresca brisa, y las sombras de los globos.

Quería pasar desapercibida, pero no pude más. Me acerqué a la recepción y alguien preguntó a mi espalda si necesitaba ayuda. Era el piloto malhumorado de la gorra.

—Me preguntaba si podía hablar con Daniel —mencioné, sintiendo cómo las palabras se me atoraban en la garganta.

—¿Para qué lo busca? —respondió con brusquedad.

—Es privado —insistí, tratando de mantener la compostura—. ¿Está?

—No. Ya no trabaja aquí.

Sentí sus palabras como un puñal frío, desgarrando piel, tendones, y todo a su paso hasta atravesarme.

—¿Y supongo que no podrá decirme su número de teléfono? —Dejé escapar con un tono sarcástico, incapaz de contener mi frustración.

Él me miró con calma, y una leve sonrisa se formó en su estúpida cara.

—Es privado. —Su tranquilidad me irritó aún más.

Odié que usara mis palabras en mi contra y le di la espalda sin decir más. No le creí. Me quedé en el estacionamiento un rato más, inmersa en la majestuosidad del lugar. Imaginando cómo hubiera sido verlo.

Mirar el cielo era un recordatorio de la capacidad humana para transformar la simple necesidad de volar en una expresión de arte, color y aspiración. Disfrutaba demasiado cómo tantas personas en el mundo iban más allá de lo funcional y convertían sus acciones en expresiones creativas. En definitiva, fue el lugar que me motivó a escoger mis cursos. Quería aprender a transformar una necesidad en algo hermoso, a convertir lo ordinario en algo extraordinario.

La noche se estiraba frente a mí, silenciosa, como un espejo que reflejaba la soledad de un corazón que esperaba algo que nunca llegó.

Las estrellas presenciaron mi decepción. Me encontré sola, con el maquillaje impecable y una vestimenta que me hacía invisible. La incertidumbre se transformó en un peso en mi pecho, mientras me preguntaba dónde estaría Daniel en ese momento. 

Encuentro en las alturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora