Capítulo 13

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Daniel

Lara permanecía de pie junto a la pared mientras yo luchaba por contener mis emociones. Me senté en el pupitre frente a ella, sin tener claro qué decir. No sé por qué esperé tanto para besarla, lo necesitaba.

—¿Y ahora qué? —inquirió Lara, mirándome con curiosidad.

Me sentí perdido. Su pregunta me tomó por sorpresa. Seguía sin saber qué decirle. Posiblemente debíamos salir de allí, pero no era lo que yo quería; o tal vez lo que ella deseaba saber era qué seguiría después de eso, o, no tenía idea de a qué se refería.

—Podemos disfrutar este instante —murmuré con voz ronca. Me sentí tan idiota diciéndole eso. Aunque, pareció que la estaba invitando a acercarse.

Ella permaneció callada unos minutos, con una sonrisa cómplice. Rompí el silencio, buscando cambiar la atmósfera y tratando de traer las palabras adecuadas.

—Siento como si te conociera desde hace mucho, pero al mismo tiempo, no sé nada de ti, Lara —expresé, sonriendo para suavizar el tono que podría haber sonado a reproche.

Hoy todo me sonaba mal.

—No creo tener algo muy interesante que contarte —respondió Lara, manteniendo su mirada en mí.

—No pensé que algún día te encontraría en medio de una manifestación, asumí que evitabas estar cerca de mucha gente —comenté, temiendo que hablar de eso pudiera molestarla—. La primera vez que te vi, estabas apartada de todos en el parque de globos. Incluso, cuando te ofrecí llevarte sola, tu respuesta confirmó que preferías no estar con nadie. Y una vez más, en clases, elegiste sillas dejando espacio entre tú y otra persona.

—Qué observador —comentó Lara divertida, inclinando la cabeza—. Prefiero estar sola, tienes razón. Con la única persona con la que comparto más es con Natalia, mi mejor amiga. Pero fuera de eso, no me agrada mucho... —Ella hizo silencio y cambió la vista como pensando lo que quería decir.

—¿No te agrada mucho estar rodeada de personas, o no te gusta la gente en general? —La interrumpí con una tímida sonrisa.

—Creo que ambas.

—¿Y qué pasó hoy? ¿Aquel muchacho te convenció? —pregunté, intentando no sonar celoso.

—No. Bueno, no exactamente, porque no conoce mi situación, pero me explicó lo que iban a hacer y pensé que sería buena idea pelear por eso.

—¿Qué situación?

Lara suspiró, y en ese momento, me quedé en silencio, esperando su respuesta. Sin embargo, ella no respondió, dándome la impresión de que no había ganado la confianza suficiente como para compartir detalles de su vida.

—¿Quieres que nos vayamos? Te acompaño a tu carro —ofrecí, poniéndome de pie.

—No, quiero quedarme contigo. —Lara tomó mi mano y me atrajo hacia ella.

—No podemos estar así aquí, Lara. Me estás tentando.

—¿A qué?

La tenía tan cerca que mis pensamientos se concentraban solo en sus labios. Mi cuerpo se tensó y me alejé.

—¿Te puedo llamar esta noche? —pregunté, intentando cambiar el rumbo de la conversación.

—Cuando quieras —respondió Lara, pero la decepción era evidente en su expresión porque ambos queríamos algo que no era posible. Al menos no en la universidad.

—Creo que es mejor que me adelante y salga primero, no vaya a ser que nos vean saliendo juntos de aquí —añadió con pereza.

—Está bien —dije en un susurro—, avísame cuando estés en tu carro.

Encuentro en las alturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora