Capítulo 35

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Cuando abre la puerta de su apartamento, me quedo sin palabras. Natalia siempre tiene un gusto peculiar por lo extravagante, pero este disfraz supera todas las expectativas. No puedo apartar la mirada, tiene una mezcla fascinante entre lo sexy y lo extraño.

Su disfraz consiste en un corsé negro ajustado, adornado con encajes y cadenas que serpentean alrededor de su torso con una elegancia siniestra. Pero lo más llamativo son las alas. No son las típicas alas de ángel o de mariposa, no. Son enormes y negras, como las de un cuervo, extendiéndose majestuosamente desde su espalda. Las plumas parecen tener vida propia, ondeando con cada movimiento suyo.

Pero eso no es todo. Sus piernas están envueltas en medias de red, con botas hasta la rodilla que añaden un toque de dominación a su apariencia. Y para rematar, lleva una máscara de gas con adornos de plata, dándole un aire misterioso y un tanto perturbador.

No puedo evitar mirarla con admiración y asombro. Su disfraz es una obra maestra de lo inesperado, una combinación de sensualidad y rareza que solo Natalia puede lograr. Y solo con verla, me siento fuera de lugar.

—Creo que para la próxima mejor nos ponemos de acuerdo —digo, dejando mis brazos caer y mirando alrededor.

—Eso arruinaría el verdadero misterio —dice ella con una sonrisa casi perversa.

Desde el momento en que cruzo el umbral, veo un mundo de oscuridad. Las luces tenues proyectan sombras fantasmagóricas en las paredes, mientras que velas negras arden en candelabros retorcidos. El aire está impregnado con el aroma de incienso, y cada rincón de la sala está decorado con detalles espeluznantes: telarañas falsas cuelgan de las esquinas, y de los marcos de las puertas, calaveras y huesos.

Una mesa está adornada con flores de cempasúchil, y fotografías en blanco y negro nos miran desde marcos antiguos.

—Lo único que lamento de esto es que nadie verá tu disfraz. —Hago una pausa y la miro de arriba abajo—. Te ves increíble.

—¿Y quién dijo que nadie lo iba a ver?

En ese momento, saca su celular y lo alza, iniciando una sesión de fotos que seguramente compartirá en las redes sociales; creando la ilusión de que estamos en una fiesta exclusiva y macabra a la que solo nosotras tuvimos el privilegio de ser invitadas.

La música llena la habitación, nos movemos al compás, compartimos dulces, y pierdo la cuenta de cuántas veces se ríe de mi unicornio.

Descansamos mientras vemos una película, y volvemos a bailar hasta que estamos tan exhaustas que nos dejamos caer en el suelo, una al lado de la otra, descalzas y casi sin ningún accesorio puesto.

Miramos las luces que se reflejan en el techo mientras cantamos Psycho Killer y a la vez tratamos de masticar un brownie en forma de murciélago, que al parecer tiene un ingrediente especial.

En cuestión de minutos, me envuelve una relajación que parece emerger de las profundidades mismas de mi ser. De repente, una risa espontánea y sin causa aparente brota de mí, como si fuera impulsada por una fuerza ajena a mi voluntad. Es como si una alegría bizarra se filtrara en cada fibra de mi ser, algo que no puedo contener.

—¿Sabes qué? Nunca me había dado cuenta de lo estúpido que es ser un plátano. Como si fuera un plátano, pero también... no lo es —dice Natalia, cada palabra interrumpida por una risa contagiosa.

— Sí, suena como si estuviera tratando de ser algo más, pero no puede decidir qué —respondo, uniéndome a su risa—. ¡Plátano, tienes una identidad confusa!

De repente, un hambre voraz me asalta y extiendo la mano para coger unos chips de una bolsa abierta a mi lado. Tomo un puñado y los mastico de la forma más ruidosa que puedo.

Encuentro en las alturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora