Daniel
Lara llegó decidida. Esta vez, sus pasos estaban marcados por una determinación que desafiaba la incertidumbre, sabía con exactitud qué buscar, qué preguntar y cada palabra que pronunciaría. Aunque no estaba seguro de su llegada, mi mente jugaba con la idea de recibir un mensaje antes; sin embargo, es tan impredecible que todo puede ser posible si se trata de ella. La única certeza que abrazaba con convicción era que nos volveríamos a ver, de eso estaba seguro.
He conocido muchas versiones de ella, pero aún me debatía en cuál sería mi favorita. Aunque debía admitir que me sorprendió que aceptara un viaje en el globo después de la última experiencia. Observarla mientras admiraba el paisaje desde las alturas generaba una magia única. Este lugar, con su belleza, me revitalizaba en cada visita; sin embargo, la presencia de Lara, con sus rizos ondeando a merced de la brisa y el destello de sus ojos, me llevaban a querer más.
—En mi primera vez aquí, pensé lo mismo que viene a mi mente ahora —mencionó con una sonrisa juguetona—. Nunca imaginé que un simple paseo en globo pudiera ser tan especial.
—Creo que lo especial está en la compañía —respondí, desviando mi mirada a sus labios—. Y en las sorpresas que nos depara la vida.
A pesar de lo cursi que estaba siendo, no me importaba en lo más mínimo.
Ella rio, sonrojándose.
—¿Te refieres a la sorpresa de aceptar un segundo viaje después de mi desastroso primer intento? —inquirió Lara, con una chispa traviesa en sus ojos.
—En realidad, no. —Negué con la cabeza mientras me apoyaba en la canasta del globo—. Me refería a la sorpresa de que llegaras a mi vida —confesé, tomando su mano con delicadeza—. Además, no considero desastroso aquel viaje; de hecho, fue el mejor recorrido en el que he estado desde que llegué aquí.
Sus ojos brillaron y, por un breve instante, el silencio se apoderó del momento, solo interrumpido por el suave crujir del globo.
—Aquel día, tenía la intención de preguntarte desde cuándo te dedicabas a esto, pero no tuve la oportunidad —dijo ella señalando hacia arriba, enfatizando cómo se movió el globo con el viento aquella vez.
—Bueno, es una larga historia, porque en realidad no me dedico a esto. —Pensé unos segundos por dónde empezar, distrayéndome al tocar los pliegues de las sogas en la canasta—. Poco después de salir del ejército, mi papá se enfermó y lo cuidé durante aproximadamente un año hasta que ya no pudo soportarlo más y se fue. Durante ese tiempo, cubría su turno aquí, claro, porque él ya no podía, pero también porque no quería dejarle tanto lío a mi tío. Así que, para contestar la pregunta, trabajo aquí desde hace unos cinco años; vengo cuando tengo tiempo libre. Aunque creo que ahora vendré mucho más.
En este momento, era evidente que ella ya estaba al tanto de mi decisión con la universidad; su expresión lo confirmó, era como si llevara consigo una carga de pesar.
—Cuando hablamos aquella vez, no me imaginé que fueras profesor. —Sonrió mirando al suelo, hizo una pausa y se mordió el labio—. O sea, el papel de piloto te queda genial, pero como profesor eres diferente.
Me hizo reír de una forma espontánea. Había creído que me cuestionaría, pero su manera de pensar siempre me tomaba por sorpresa.
—¿Diferente cómo?
Me observó en silencio, lo que pareció una eternidad.
—A ver cómo lo explico. Cuando te conocí eras muy conversador, pero luego en el aula tienes otra actitud, como más... —meditó un segundo— más intenso.
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Encuentro en las alturas
RomanceLara se siente perdida en un mundo que parece moverse demasiado rápido para ella. Incapaz de encontrar su lugar en la vida, se sumerge en un estado de desánimo hasta que un encuentro fortuito en las alturas cambia su perspectiva. En uno de sus días...