No sé si debí salir de la universidad de esa manera, tan... precipitada, pero ya estaba hecho. Aunque, por alguna extraña razón, no sentía ningún remordimiento por haber pospuesto mis deberes. Una sensación opresiva empezaba a surgir en mi pecho, como si algo intentara escapar, sin permiso, sin previo aviso, con fuerza.
Sonreí al ver cómo me tocaba el sol de la tarde mientras conducía al Parque de Globos; lo sentí como una caricia. Estaba tan feliz y solo quería compartirlo con Daniel. Necesitaba desahogarme con alguien que lo entendiera todo, que me entendiera a mí.
Por primera vez en mi vida, había concebido algo que sentía que era mi destino. Mis latidos se aceleraban con la emoción de lo desconocido, pero también con una determinación recién descubierta. Era como si una puerta se hubiera abierto frente a mí, revelando un mundo de posibilidades que nunca había considerado. De repente, mi futuro tomó forma ante mis ojos, y experimenté una confianza distinta.
Ni siquiera le escribí al llegar, me dirigí directamente hacia donde sabía que estaría; y allí lo vi. Era uno de esos días perfectos, donde el aire fresco acaricia el cabello sin molestia y el bullicio de la gente se mezcla con el suave murmullo de los quemadores de los globos. Mis ojos exploraban el paisaje, absorbiendo cada detalle, como siempre lo hacía cuando estaba allí.
Daniel estaba concentrado en su labor, entre los globos, asegurando que todo estuviera listo para los vuelos. Una sonrisa se curvó en mis labios al divisarlo, sintiendo un impulso irrefrenable de acercarme y abrazarlo. Se detuvo en un punto y desplegó un globo en el suelo, moviéndose con destreza entre los paneles de tela. Observé cómo sus manos alisaban con delicadeza cada pliegue y arruga, como si estuviera acariciando el lienzo de una obra maestra. Se sumergía en cada detalle, como si el globo fuera algo más que una simple máquina.
Cuando el globo estuvo completamente extendido y listo para ser inflado, me aproximé. Sin embargo, algo en su expresión captó mi atención. A pesar de estar ocupado con su trabajo, parecía distante, como si su mente estuviera en otro lugar. Cuando estuve lo bastante cerca como para que me escuchara, le saludé con un gesto de la mano.
—¡Hola!
Me dedicó una sonrisa de medio lado mientras mantenía las sogas firmemente sujetas en sus manos.
—No esperaba verte —mencionó con una voz que no supe reconocer, mostrando cierta confusión—. ¿Terminaste tus tareas? —añadió cuando notó mi falta de respuesta, y casi parecía que hablaba como mi padre lo haría.
—Quería contarte algo —expliqué con recelo.
Dejó lo que llevaba entre manos y se acercó un poco más. Su ceño estaba fruncido, y por un instante fugaz, detecté una leve inquietud en él, como si llevara prisa y yo fuera una interrupción. ¿Por qué no me había dado un beso? O al menos un abrazo...
—¿Estás bien? —pregunté, midiendo mis palabras.
Permaneció en silencio durante lo que pareció una eternidad, mirando más allá de mi hombro hacia quienes estaban detrás de mí, probablemente los próximos en la fila para el vuelo.
—Estoy un poco ocupado.
Me sentí desconcertada por un momento, preguntándome si algo estaba mal. No esperaba esa respuesta, pues era evidente que, ocupado estaba. Al pronunciarlo, supe que se arrepintió, lo que me hizo sentir aún peor. Preferiría que admitiera que estaba cansado, preocupado o cualquier cosa que me diera algo con qué conversar. Sin embargo, con esto, ¿qué podía hacer yo?
—Entiendo —respondí por fin—. Hablamos cuando termines tu turno.
Me di la vuelta para marcharme, deseando con todas mis fuerzas que no percibiera mi desilusión, pero me detuvo sujetándome por la muñeca.
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Encuentro en las alturas
RomantikLara se siente perdida en un mundo que parece moverse demasiado rápido para ella. Incapaz de encontrar su lugar en la vida, se sumerge en un estado de desánimo hasta que un encuentro fortuito en las alturas cambia su perspectiva. En uno de sus días...