Capítulo 16

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—No sabía que tenías novio.

La sorpresa de mi papá se hizo notar, sacándome de mis pensamientos de una manera muy abrupta. Esa palabra, ¿Daniel mi novio? Una punzada aguda se apoderó de mi pecho, como si un alfiler se hubiera clavado en lo más profundo, sin intención de salir.

—Lo acabo de dejar —respondí antes de encerrarme en mi habitación y escuchar mil veces una canción que, pretendía ser mi penitencia. 

Un ardor en el pecho me invadía, como si estuvieran abriendo una herida centímetro a centímetro con un escalpelo

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Un ardor en el pecho me invadía, como si estuvieran abriendo una herida centímetro a centímetro con un escalpelo. Solo que, en este caso, era yo quien se infligía el corte. Quería entenderme, aunque estaba segura de que había hecho lo correcto, no sabía por qué lo hice. Había dos Lara dentro de mí, peleando y gritándose sin intenciones de querer llegar a un consenso.

Estaba claro que no debía hablar estando disgustada y buscaba en mi mente cuál fue el detonante que me llevó a tomar esa decisión. Regresé al primer día: Daniel me ignoró al encontrarnos en el aula. Segundo día: me trató como a cualquier otra estudiante en su oficina. Tercer día: controlamos cualquier gesto, nos mantuvimos ocultos después de besarnos; no pudimos disfrutar de una cena, ir al cine o pasear en público. Cuarto día: almorzamos a distancia y, por último, Daniel no hizo nada cuando otro chico se volvió insistente conmigo. Eso fue exactamente lo que colmó la copa.

Las imágenes de la semana se agolpaban en mi mente, con detalles tan vívidos y veloces que parecía haber transcurrido un año entero. Podría haber soportado cualquier cosa, pero no que él permaneciera imperturbable mientras alguien más intentaba acercarse a mí de aquella manera.

La otra Lara me reclamaba: ¿qué esperaba que Daniel hiciera en realidad? ¿Que peleara y creara un escándalo en medio de la cafetería solo para marcar territorio? ¿No decías que no necesitabas que te salvaran? ¿Ahora pretendías ser una damisela en apuros? ¿Por qué no podías ver la otra cara de la moneda en esos días? ¿Por qué estabas tan enfocada solo en lo que te molestó?

Continuaba escuchando It must have been love, de Roxette, cuando mi papá llamó a la puerta de mi habitación.

—¿Se puede?

—Sí. —Hice una pausa a la estúpida canción y me pasé las mangas de la camisa por toda la cara. No tenía sentido, el color de mi piel me delataría. Me cubrí con una sábana antes de verlo sentarse a mi lado.

—¿Comiste? —preguntó casi en un susurro, como solía hacer cuando cuidaba mis heridas de rodillas después de una caída en la bicicleta.

Negué con la cabeza y guardó silencio un instante, de seguro buscando la manera de decirme todo lo mal que yo estaba.

—Me pareció un buen chico —dijo dando unas palmaditas en mi brazo.

Lo sabía, había venido a señalarme lo imbécil que fui al romper con alguien tan encantador, y hermoso, y amable, y alto, y... entonces, lloré, maldición.

Encuentro en las alturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora