—Buenos días a todos. Soy el profesor Fuentes. —Evaluó con su mirada a los estudiantes—. Este semestre vamos a trabajar la Escritura Creativa. —Hablaba con elocuencia, aunque al principio lo sentí titubear—. Cotejen que estén matriculados en la sección correcta de este curso; recuerden que hay dos —añadió levantando su mirada y fijándose en mí.
No me moví en absoluto. Quería ver todos sus movimientos, detectar su lenguaje corporal. Necesitaba saber si estaba tan conmocionado e incómodo como yo, o si, aquel día solo fui una clienta a la que dio un paseo y ya.
Intenté concentrarme en sus palabras, pero mi mente divagaba, reviviendo recuerdos. Estaba en el parque, en un abrazo cálido, escuchándolo cerca de mí...
De vuelta a la realidad, sonreí ligeramente, hasta que noté cómo el rubor que había visto en su rostro unos minutos antes desaparecía. Me disgustó ver cómo se recomponía y se proyectaba con tanta seguridad.
—La escritura es una forma de expresión única —dijo con entusiasmo, ignorando mi presencia—. Cada uno de ustedes tiene una voz propia que merece ser escuchada. —Se esforzaba por mirar a todos los estudiantes, excepto a mí.
Un ardor se formaba en mi garganta, quería llorar. No entendía por qué me tenía que sentir así de estúpida. ¿Por qué no había podido dejar de pensar en él desde aquel día? Cada intento de racionalizar la situación parecía escaparse. Necesitaba descifrar si esto que sentía era simplemente el resultado de una conexión emocional fugaz o si había algo más en juego.
¡Ay, quería dejar de pensar en todo! ¿Qué esperaba que iba a pasar? ¿Que se acercaría a mí con su hermosa sonrisa y me volvería a abrazar diciendo mi nombre? Me sentía como una idiota. Quería irme.
—El prontuario lo van a encontrar en su plataforma estudiantil; si tienen dudas, confíen en enviarme un correo electrónico. Esta semana comenzaremos a trabajar con la estructura narrativa sólida, que incluye elementos como...
No podía concentrarme. ¿Qué debía hacer? ¿Irme? No, eso llamaría la atención. ¡Maldición! Tampoco podía darme de baja del curso; era mi primer semestre, no podía. Había decidido dejar de resistirme a estar aquí, a lograr algo por primera vez en mi vida. Dejar de castigar a mi papá por obligarme a vivir bajo la sombra de sus expectativas, por nunca estar presente, por siempre exigir...
¿Y si cambiaba de sección? No, elegí esta porque era la única con cupo disponible. ¡Mierda! ¿Cómo él podía seguir hablando y hablando?
—Hoy exploraremos cómo la escritura puede ser un reflejo de nuestra vida cotidiana. Así como en la realidad, nuestras historias tienen un comienzo, un desarrollo y un desenlace. —Estaba reclinado en su escritorio, hablando con tanta calma que me hacía amarlo y odiarlo a partes iguales—. Imaginen sus historias como senderos que recorren en el bosque de sus mentes. Cada palabra es un paso, y cada giro en la trama es como descubrir un claro inesperado. La escritura, al igual que la naturaleza, tiene la capacidad de sorprendernos.
Me harté. Me recargué en el respaldo del pupitre y me crucé de brazos. Él ni se inmutó. Me arrepentí de esa postura intimidante y me volví a acomodar con las manos en mis pantalones de chándal. ¿Por qué me tuve que vestir con esto hoy?
—Ahora cada uno va a escoger un momento significativo de su vida cotidiana. Puede ser algo simple o complejo, pero que haya tenido un impacto. Escribirán una breve introducción que capture la esencia de ese momento. Describan el entorno, las emociones y los detalles que lo hacen memorable. Solo eso. Quiero que se concentren por ahora en una buena introducción. No concluyan la historia.
Escribí en mi libreta todo lo que ocurrió aquel día en el Parque de Globos. Tenía una lucha interna en la que mi parte menos deseada estaba ganando, pero la que me satisfacía.
Pasados unos 15 minutos, Daniel, o el Profesor Fuentes, recorrió por el salón, ofreciendo ayuda a mis compañeros. No pensé que lo haría, pero terminó junto a mí. Al acercarse, su tono de voz se volvió ligeramente más tímido.
—¿Cómo va todo hasta ahora? —preguntó, evitando el contacto visual.
Asentí sin decir ni una palabra. La tensión en el aire era palpable. ¿Para él no? Intercambiamos algunas miradas furtivas antes de que Daniel se retirara. Pero me aseguré de que leyera muy bien el título de mi texto: "Un día en el Parque de Globos Aerostáticos".
Qué título tan porquería. Oculté el rostro en mis manos, deseando que terminara este suplicio. Tenía que decidir la mejor forma de actuar de inmediato. O me iba como alma que lleva el diablo o le hacía frente.
—Noté en algunos de sus textos que están queriendo ser muy, ¿cómo puedo decirlo? —Daniel se tocó la barbilla y ladeó su cabeza mirando al techo—, muy ostentosos. Y aquí va la primera lección: así como en la naturaleza, donde cada elemento cumple un propósito, del mismo modo, cada palabra en su introducción debe tener una razón de ser. Eliminen todas esas florituras innecesarias y concéntrense en construir un comienzo sólido y significativo. Supriman todas esas palabras que no aportan valor al texto, porque a mí como lector, me distraen.
—No estoy muy segura a qué se refiere, profesor —exclamó una voz chillona detrás de mí.
—Buscamos precisión y claridad. Eliminen adjetivos innecesarios, frases rebuscadas o metáforas complicadas.
Hubo silencio, como si nadie quisiera decirle que se explicara mejor.
—¿Alguien quiere ser voluntario y leer un párrafo para que corrijamos su texto?
—¿Me puede corregir el mío? —la voz chillona se ofreció como tributo.
Daniel asintió, ella leyó y yo apenas escuché, hasta que noté que todos se estaban levantando para irse.
—...Para entregar en la próxima clase. Recuerden que la escritura es un proceso vivo, en constante cambio...
No podía ser posible que ya hubiera una tarea y yo no escuché las instrucciones. Me levanté sin saber qué hacer. No quería preguntarle a él, así que decidí acercarme a alguno de mis compañeros. Aunque, no estaba segura de reconocer a ninguno en el pasillo. Un suspiro escapó de mis labios y atrajo la atención de Daniel, quien se giró hacia mí. Nuestros ojos se encontraron. Él sonrió y la vocecilla maliciosa que me había estado hostigando durante toda la clase desapareció.
—Hola —susurré apenas, aprovechando que no había nadie más.
Se encontraba a una distancia considerable, pero lo suficientemente cerca para que pudiera escuchar su voz.
—Lara. —Su respuesta resonó, y sentí una oleada de calidez al escuchar mi nombre—. Pensé que volverías al parque.
Entonces sí me recordaba. ¡¿Me esperaba?!
—Fui ayer. —Le informé con una sonrisa ligera. Sus cejas se alzaron, como si mi visita al parque fuera la única sorpresa real del día.
—¿Para qué? —murmuró.
—Quería agradecerte. Estoy aquí por ti, buscando un norte. —Mis palabras salieron con sinceridad, y su respuesta fue una sonrisa auténtica y cálida—. Además, aquel día no me diste tu número de teléfono.
¡Lo dije! ¡Lo dije! ¡Lo dije!
La atmósfera cambió. Él miró al suelo, revelando una expresión de decepción y entendí todo.
—Ya es muy tarde, ¿verdad? —Mi pregunta reveló mi preocupación.
—No es eso, Lara. Aunque hubieses llegado un año más tarde, mi opinión sobre ti seguiría siendo la misma; pero ahora soy tu profesor.
Cada palabra pronunciada cargaba un significado que no lograba comprender, pero me hería, sin saber por qué me sentía asfixiada.
—¿Cuál es tu opinión? —Fue lo único que pude decir, y no me importó que mi voz se quebrara.
El silencio se instalaba sobre nosotros, creando un momento incómodo y doloroso.
—Espero verte en la próxima clase. La tarea estará en la plataforma.
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Encuentro en las alturas
RomanceLara se siente perdida en un mundo que parece moverse demasiado rápido para ella. Incapaz de encontrar su lugar en la vida, se sumerge en un estado de desánimo hasta que un encuentro fortuito en las alturas cambia su perspectiva. En uno de sus días...