Capítulo 10

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Me esforcé por preparar algo de comer que ambos disfrutáramos, pero al colocar los platos sobre la mesa con la comida recién hecha, me sobresalté cuando mi papá encendió su carro. Me acerqué a la puerta de la cocina que daba al garaje.

—¿Te vas? —Lo miré alzando las cejas con un toque de sarcasmo bien calculado.

—Acaban de llamarme de la oficina. Guarda la...

Cerré la puerta antes de que terminara de hablar. Las excusas de hoy no me interesaban. Ni siquiera se molestó en preguntarme cómo me fue en la universidad. Después de tantos años de peleas y cuando por fin fui, permaneció en silencio. Aposté a que ni recordaba que mis clases comenzaban esa semana.

Mientras comía, escuché sonar el timbre de una notificación en mi celular. No tenía ni idea de dónde lo dejé. Probablemente sea Nati enviándome algún chisme. El timbre sonó de nuevo.

—Ahí estás. —Deslicé la pantalla y vi que no tenía el número registrado.

Abrí el mensaje y sentí un pinchazo en el pecho que erizó los vellos de mis brazos. Era él. 

¡¿Qué?! ¿En serio? No le podía contestar en ese momento

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¡¿Qué?! ¿En serio? No le podía contestar en ese momento. Sus pocas palabras lograron desarmarme por completo. Necesitaba procesarlo todo primero.

Fui a darme un baño y me sumergí bajó la ducha, dejando que el agua calmara mi mente mientras consideraba cómo le respondería.

Esto era muy distinto a cuando se fue de la cafetería hace un rato. En ese momento, me aseguré de que me notara y, por supuesto, de aparentar que su presencia no me importaba en lo más mínimo. Pero ahora, me tomó por sorpresa. Sonreí ante la idea de verlo, pero esa sonrisa se desvaneció rápido, porque de seguro no sería para nada bueno... pronto me enteraría.

Salí de la ducha y me envolví en una toalla antes de volver a leer los mensajes. Ansiaba saber el significado detrás de ellos. ¿Sería para hablar de lo que escribí? Bueno, obviamente aquella introducción era sobre nosotros, pero no era inapropiado, él no estaba involucrado porque cambié su nombre. Total, en el mundo pueden existir millones de personas llamadas Daniel.

—¡Vamos, Lara, ya! Debería responder de una vez.

Aunque un rayo de esperanza se asomaba, la incertidumbre persistía cuando envié mi respuesta. Intenté escribir algo sencillo, pero encontrar el tono perfecto me llevó una eternidad. Quería sonar casual, despreocupada, interesante y, sobre todo, asegurarme de que él entendiera que su mensaje no significaba más que recibir información de cualquier profesor.

Marqué «enviar» con un ligero temblor en mis dedos y lo vio al momento. Un temor estúpido se apoderó de mí mientras esperaba qué me iba a decir. Cada segundo que transcurría sin ver las burbujas de texto aparecer en la pantalla aumentaba mi ansiedad. ¿Qué pensaría de ese «está bien... dónde»?

El tiempo se ralentizó hasta que al final vi las palabras que aparecieron en la pantalla. Una sonrisa se dibujó en mi rostro mientras leía letra a letra, y en ese instante, comencé a bailar al ritmo alegre de Mika.

Estuve brincando y cantando hasta que me fui. Ni siquiera sé por qué, pero lo hice.

Everybody's gonna love today!

Supe que algo definitivo estaba a punto de suceder. Me apresuré a vestirme, localicé en el mapa la ubicación que me había enviado y salí, deseando que esta sensación de felicidad no acabara nunca. 

Encuentro en las alturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora