Capítulo 25

57 4 19
                                    

Daniel

Cuando Lara me sugirió ayer visitar a su amiga, experimenté una sensación inusual: por primera vez desde que estoy con ella, me sentí intimidado. Por supuesto, que me invite a conocer a sus amigos más cercanos es un indicio de que nuestra relación avanza, pero al mismo tiempo, lo que sé sobre Natalia me inquieta en poco. Ni siquiera recuerdo la última vez que me importó la percepción que alguien tuviera de mí.

—No te preocupes, no pienso separarme de ti —murmuró Lara al llegar a mi lado con una sonrisa reconfortante.

Por supuesto, ella había notado el cambio en mi postura, o quizás era lo callado que estaba.

—Sé tú mismo —agregó con un tono de complicidad, antes de sellar sus palabras con un beso tan intenso que me hizo olvidar que estábamos en un estacionamiento.

La envolví con un abrazo, atrayéndola hacia mí en respuesta. Era asombroso cómo tenía la capacidad de despejar mi mente con una facilidad que nada ni nadie más conseguía.

—Si vuelves a darme un beso así, no voy a ser capaz de entrar al edificio —susurré con un leve jadeo, sin soltarla aún.

Sonrió y alejándose de mí me tomó de la mano para guiarme.

—Mejor nos vamos ya.

No me moví y volví a atraerla. Nos miramos a los ojos unos segundos y ella descifró lo que ocurría.

—¿No te atreves a entrar? —dijo entre risas.

—Siento que no voy a tener mucho de qué hablar —confesé con timidez, recostándome en el borde del Jeep.

—No tienes por qué preocuparte por eso. —Adoptó una postura pensativa—. Hagamos algo, cuando te sientas incómodo, hazme una señal —propuso con una sonrisa.

—¿Qué tipo de señal? —pregunté, con una mezcla de curiosidad y picardía.

—No lo sé... ¿Un guiño?

—Lara, te hago guiños en cada momento, eso no va a funcionar —repliqué.

—Déjame pensar... ¡Ah, no sé! —Se cruzó de brazos con una falsa frustración—. ¿Sabes qué? Simplemente, dime si no te sientes bien y nos vamos.

—Como digas, jefa. —Toqué sus labios con los míos de una forma tan imperceptible que cuando me separé ella seguía con los ojos cerrados.

Llegamos a la puerta del apartamento, aun riendo como dos adolescentes en medio de besos y miradas furtivas. Lara pulsó el timbre y, apenas unos segundos después, la puerta se abrió de par en par, revelando a una chica de cabello revuelto, rojo, anaranjado o no tengo idea de qué color, pero me recordó a un personaje de Disney. Primero dio un beso a Lara en la mejilla, luego se acercó a mí con una enorme sonrisa y me abrazó.

—Daniel, ¡por fin nos conocemos! —exclamó sin soltarme.

—No me gusta asumir, pero por lo que veo te han hablado bien de mí —respondí con una sonrisa, tratando de mantener un tono amigable, aunque me sentía raro.

Natalia me miró alzando las cejas.

—Más que bien.

Lara resopló, y sin hacer caso a las miradas de su amiga me tomó de la mano para dirigirme hacia el interior del apartamento. El lugar estaba decorado con un estilo vibrante y moderno, con alfombras y cortinas de colores diferentes, y el sonido de la música alegraba aún más el ambiente.

—Ellas son Clarixa y Marixa, las hermanas de Nati —comentó Lara mientras nos acomodábamos en el sofá y las saludé con un gesto desde lejos.

Natalia se acercó con unas copas de vino, interrumpiendo la conversación de manera oportuna, porque en ese momento lo más que temía era que se creara un silencio incómodo.

Encuentro en las alturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora