—Pásame la brocha para el rubor, por favor. —Extiendo una mano hacia Daniel, mientras me esfuerzo por difuminar el color recién aplicado en mis párpados y me balanceo de lado a lado al compás de Monster Mash de Bobby Pickett; que ha estado sonando en repetición durante la última media hora.
—¿La brocha para el rubor? —Daniel sostiene todas mis brochas en una mano, con una expresión de confusión que me hace reír—. No tengo idea de lo que me estás pidiendo.
Con una sonrisa y un gesto de incredulidad, niego con la cabeza, esperando que comprenda lo básico de la situación. Tomo la brocha redondeada y regreso a mi posición frente al espejo de mi habitación.
—¿Y esta vez de qué estás disfrazada? —pregunta con curiosidad, sentándose en el suelo detrás de mí y atento a cada uno de mis movimientos—. ¿Una bruja?
—No, demasiado trillado —respondo con una mueca.
Observa mi vestido lila desgarrado y manchado con pintura roja; lo estudia y ladea la cabeza. Se fija en mi melena despeinada y llena de mechones de colores vibrantes, casi como un arcoíris, y vuelve a preguntar:
—¿Un zombie glamuroso?
—Estás cerca —respondo, observándolo a través del espejo y soltando una risa.
—Supongo que me rindo entonces. —Se cruza de brazos, con un gesto travieso en el rostro.
Mientras aplico el labial negro con destellos de purpurina, no puedo evitar pensar en todas las noches de Halloween que hemos acumulado Natalia y yo a lo largo de los años. Siempre hemos compartido esto: películas de terror, montañas de dulces, y risas hasta que nos duele el estómago.
Aunque, deseaba con todas mis fuerzas estar con Daniel esta noche, no podía romper la tradición, que ya era sagrada.
Mi papá aparece en la puerta, con una mirada entre ceñuda y divertida.
—¿Cómo me veo? —pregunto mientras ajusto mi peinado.
Tras unos segundos, me responde con una sonrisa:
—Excéntrica. —Sus labios se curvan y luego mira a Daniel—. ¿Quieres algo de beber?
—No, gracias —responde—. Acabamos de cenar
No me doy cuenta cuándo salió mi papá de la habitación hasta que lo escucho bajar las escaleras.
Hago los últimos retoques, me coloco una diadema y vuelvo la vista hacia Daniel, con una expresión exagerada que desencadena su risa contagiosa.
—¡Soy un unicornio zombie! —exclamo, emocionada con los brazos extendidos.
—Eso sí que no me lo esperaba —responde Daniel sin parar de reír—. ¿Y Natalia? ¿De qué se va a disfrazar?
—No lo sé. Es la parte divertida de la noche, nunca sabemos cómo se vestirá la otra.
Me acomodo frente a él, cruzando las piernas y entrelazando mis dedos con los suyos.
—Te llamaré antes de irnos a dormir —susurro, depositando un beso apenas perceptible en sus labios para evitar mancharlo con el brillo negro.
—Probablemente esté despierto aún, tengo que terminar de editar esta semana —responde con una sonrisa, llevando una de mis manos a sus labios.
—¿Quieres que te guarde dulces?
—No, gracias —responde, con una expresión cálida.
Me pregunto cuántas cosas podríamos tener en común y creo que, a pesar de lo que hemos compartido durante estos meses, siento que no lo conozco demasiado. Que hay cosas muy triviales que no le he preguntado, cosas que quiero conocer, tener cada pedacito de él.
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Encuentro en las alturas
RomansaLara se siente perdida en un mundo que parece moverse demasiado rápido para ella. Incapaz de encontrar su lugar en la vida, se sumerge en un estado de desánimo hasta que un encuentro fortuito en las alturas cambia su perspectiva. En uno de sus días...