Daniel
Encontramos un sitio en la cafetería en el que nos podíamos ver de frente, aunque estábamos en mesas distantes. Probablemente, un profesor podría tener un almuerzo como si nada con una alumna, pero yo no era cualquier profesor, ni ella cualquier alumna. De seguro habría risas, miradas, y roces inadecuados.
Al paso que íbamos, nunca acabaríamos de almorzar, y mi próxima clase estaba a punto de comenzar. La vi sonriendo mientras deslizaba sus dedos por la pantalla de su celular. Cuando miré mis mensajes, unos puntos suspensivos anunciaban la llegada de su próximo texto. La expresión en su rostro dejaba entrever sus intenciones; supuse que abordaría nuestra peculiar primera cita a distancia. Sentí mi celular vibrar.
La realidad es que organizar algo divertido un miércoles por la noche, con escasas opciones para salir, resultaba complicado. Aunque, debía admitir que, solo con escucharla, mi noche estuvo completa. En tan poco tiempo, y en una llamada, descubrí aspectos de ella que me dieron la sensación de conocerla desde hacía meses. En ella encontré belleza en su sentido del humor, pero también vulnerabilidad en su tendencia a sabotearse a sí misma.
Mi vista se vio interrumpida cuando alguien se sentó frente a ella en su mesa. Un calor recorrió mi rostro al darme cuenta de que se trataba del tipo de ayer. Me levanté a botar la basura y vi que ella también se ponía de pie.
—Lara, perdón, pensé que estabas junto a mí. —Odié escuchar esa voz pronunciando su nombre.
—Me dejaste sola, Miguel. —Le reclamó ella.
Él intentó retenerla aferrándose a su mano, pero Lara se soltó de una forma brusca, le dio la espalda y se alejó. Lo último que vi fue cómo él salía de la cafetería, más avergonzado que arrepentido.
Llegué al salón con unos minutos de retraso y me senté detrás del escritorio, intentando recobrar la compostura antes de iniciar la clase. Mis manos temblaban mientras las cerraba, notando cómo mis nudillos sobresalían y mi piel cambiaba de tono. Las gotas de sudor descendían por mi rostro, y en ese momento me sentía incapaz de controlar mi cuerpo. Asigné una tarea antes de la discusión porque no estaba en condiciones de comenzar una charla. En el instante en que me acerqué a las ventanas para respirar aire fresco, recibí un mensaje de Lara que me quitó la poca cordura que me quedaba, y no pude seguir allí. Me excusé y salí sin mirar atrás.
ESTÁS LEYENDO
Encuentro en las alturas
RomanceLara se siente perdida en un mundo que parece moverse demasiado rápido para ella. Incapaz de encontrar su lugar en la vida, se sumerge en un estado de desánimo hasta que un encuentro fortuito en las alturas cambia su perspectiva. En uno de sus días...