Capítulo 26

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Escuchar a mi profesor de Escritura creativa nunca me había parecido tan agobiante como hoy. En días como estos, deseaba con todas mis fuerzas que Daniel estuviera aquí, aunque al mismo tiempo pensaba que prefería que no. Sería mejor que él pudiera explicarme, sin límites de tiempo, lo que no sabía hacer.

Para mi sorpresa, descubrí que escribir no era como yo pensaba. No tenía ni idea de todas las cosas que debía aplicar al crear un texto, y eso me estresaba. Tenía que admitir que muchas veces pensé en rendirme. Si no fuera por Daniel...

Salí del aula con una prisa difícil de disimular. Lo único en lo que podía pensar era en llegar a la biblioteca y avanzar lo más posible en las tareas que tenía para esta semana. Por alguna razón, estudiar allí me hacía mucho más productiva que en casa.

Estudiantes charlaban en grupos dispersos por el césped, algunos estudiando bajo la sombra de los árboles, y yo los observaba con una envidia genuina. También anhelaba estar sentada en el suelo, absorta en mi celular, sin sentir el peso del estrés de ninguna responsabilidad.

Mientras caminaba, seguramente mis sentimientos hacia ellos se reflejaban en mi mirada. Hasta que me encontré de frente con una multitud de personas que no había notado antes por estar distraída odiando al mundo.

Un cartel colorido anunciaba una feria de libros frente a la biblioteca. A pesar de mi prisa, un impulso repentino me invadió y me llevó a cambiar mi ruta hacia las mesas repletas de libros. Me adentré entre el gentío hasta detenerme en un área de libros usados. Allí encontré ejemplares contemporáneos y otros antiguos, algunos de ellos sorprendentemente caros para mi bolsillo.

—¿De qué trata este libro? —preguntó un estudiante al encargado, examinando el ejemplar entre sus manos con curiosidad.

Desde mi posición, reconocí el libro que sostenía. Era una obra que me resultaba familiar. Sin embargo, el librero no parecía dispuesto a responder. Su respuesta fue un simple encogimiento de hombros, como si estuviera más interesado en ordenar los libros que en ayudar a los clientes. Al dirigir mi mirada hacia el estudiante, confirmé lo que ya sabía: era Miguel.

—Ese libro trata sobre alguien que comete un asesinato impulsado por la creencia de que ciertas personas tienen el derecho de cometer crímenes en beneficio de la humanidad. Pero luego se ve atormentado por su conciencia. —Hice una pausa, esperando su reacción, pero su expresión permaneció impasible—. Te lo recomiendo.

Supuse que estaba sorprendido de que le dirigiera la palabra después de tanto tiempo.

—Gracias. —Sonrió, agradecido por mi sugerencia.

Él dejó el libro en su lugar y seguimos caminando entre las mesas. No intercambiamos muchas palabras, pero nos acompañamos hasta el final del pasillo como si lo hubiéramos acordado.

—Creo que podrías hacer un mejor trabajo que cualquiera aquí —comentó, señalando a los libreros que estaban ocupados con sus quehaceres.

—Me gusta hablar de libros —respondí, sin aceptar del todo el elogio, pero sonreí ante el gesto.

—Y eso es lo que hace a un buen vendedor, que le guste su producto, que lo consuma... en fin. —Se detuvo abruptamente, como si quisiera evitar prolongar la conversación—. Adiós, Lara.

No tuve la oportunidad de despedirme, y en ese momento sentí culpa por haber ignorado a Miguel durante tanto tiempo. Sin embargo, lo que en realidad me consumió la mente y desvió mi atención de mis tareas fue lo que él dijo sobre mí. Nunca había considerado la posibilidad de ser buena en algo, y cuando sugirió que podría ser librera, algo se encendió dentro de mí, algo que crecía imparable y que no podía ignorar.

Por primera vez en mucho tiempo, sentí un impulso desesperado de buscar algo con todas mis fuerzas. ¿Y si mi verdadero lugar está en una librería? ¿Y si eso es lo que ha estado esperándome todo este tiempo?

Me imaginé rodeada de estantes repletos de libros, ayudando a los clientes a encontrar la lectura perfecta, creando un ambiente acogedor donde los amantes de la literatura pudieran perderse durante horas. Eso era precisamente lo que había estado buscando.

Decidida, cerré mi cuaderno. Sabía lo que quería; por primera vez en mi vida, estaba completamente segura de ello.

Encuentro en las alturasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora