Desde el suelo, el globo imponía su presencia, y era yo quien comenzaba a dudar de mi elección. Sin embargo, lo pensé dos veces; tendría este viaje para mí sola y lo necesitaba más que nunca.
Dentro del globo, todo adquiría una escala diferente; lo experimenté como algo muy íntimo. Me tentaba la idea de sentarme en el suelo y ocultar mi rostro entre mis piernas, pero por supuesto, no quería parecer una tonta delante del piloto, con esa sonrisa adorable que casi calmaba mi llanto interno. Además, había venido aquí para despejar mi mente, para apreciar algo de lo que ni siquiera tenía idea de que existiera.
El piloto me distrajo explicando el trabajo que estaba haciendo. Me dijo que la llama intensa que se dirigía al interior del globo calentaba el aire, lo que provocaba que se expandiera y, a su vez, se volviera más liviano. El globo ascendió cuando aumentó el fuego. No presté atención a las herramientas que me mostró. Solo me fijé en sus manos. Eran tan delicadas, como si estuvieran más acostumbradas a gestos sutiles que a un trabajo como aquel.
Cuando el globo empezó a elevarse, la vista desde arriba fue algo más allá de una fantasía. Pude apreciar los campos, los bosques a lo lejos, ríos y ciudades desde una perspectiva que no era posible obtener de ninguna otra manera. Las personas y cada cosa en la tierra se volvían diminutas a medida que subíamos. Todo era más sereno, más amplio, inmenso.
El piloto tomaba las cuerdas conectadas a la parte inferior de la canasta para cambiar y controlar la dirección del vuelo. Cerré mis ojos. El aire fresco, la brisa suave alborotando mis risos, y la luz del atardecer se convirtieron en mi momento favorito.
—Es bonito, ¿verdad? —Me sobresalté al escuchar al muchacho de la sonrisa deslumbrante.
—Es hermoso. No sabía que el vuelo en globo es tan tranquilo y silencioso —respondí, dejando escapar un suspiro de asombro.
—Hoy tienes esa ventaja porque no hay nadie que nos acompañe —comentó con una ligera sonrisa, moviendo las manos con destreza mientras controlaba las cuerdas.
—Suerte que me salvaste —dije, pero al instante lamenté haberlo dicho.
¿Cómo sonaría eso? ¿Lo habría interpretado mal? Giré mi mirada hacia el paisaje para ocultar mi vergüenza.
—Encantado de haberte salvado de las garras maléficas de mi tío. No es muy sutil con los clientes. Su única misión es volar, punto.
¡Maldición! Ahora me tomará por una indefensa dama en peligro. ¿Qué se cree? Aunque de seguro lo parezco.
—Me podía defender sola, que quede claro —afirmé con determinación, lanzándole una mirada de reojo.
—De eso me di cuenta, descuida. —Esta vez la sonrisa comenzó en sus ojos y me miró como si compartiera un secreto conmigo.
—¿El recorrido durará una hora? —pregunté por aquello de cambiar el tema, señalando hacia el horizonte.
—Sí, aunque estés sola, será el mismo tiempo. Honestamente no tengo prisa. Me espera mucho trabajo allá abajo —respondió, con una expresión relajada mientras observaba el cielo.
—Me parece bien —añadí, pero de inmediato quise corregir lo que dije—. Me refiero a que tampoco tengo prisa.
Me mordí el labio y lo miré solo por un segundo para que no pensara que coqueteo o algo por el estilo. Aunque ese tiempo me bastó para pasear mi mirada desde su melena de pelo que enmarcaba su rostro y destacaba sus ojos almendrados, profundos y expresivos; hasta que llegué a sus labios tan bien definidos. Ahí me detuve y cambié la vista al atardecer.
—Gracias, de hecho, por dejar tu trabajo para sacarme del apuro —expresé con gratitud en voz baja.
—No hay de qué. En realidad, creo que tú me ayudaste más a mí. Créeme —respondió desviando la mirada.
—¿Por qué? —Me giré hacia él.
—Bueno, en verano trabajo aquí para ayudar a mi tío, pero lo único que en realidad disfruto es volar.
—Te entiendo.
—Daniel, por cierto. —Extendió el brazo para presentarse, y en respuesta le estreché mi mano—. ¡Mucho gusto!
—Lara, encantada. —Correspondí con una sonrisa, sintiéndome cómoda en su presencia.
Su entusiasmo era cautivador, y estaba segura de que ese vuelo no habría tenido la misma energía positiva si él no hubiera estado allí. Mientras conversábamos, las risas fluían fácilmente entre nosotros y, qué bien se sentía.
Era como si el mundo estuviera en pausa, permitiéndome disfrutar el momento. Daniel tenía algo, no sé exactamente qué, pero parecía poder iluminar incluso los días más oscuros.
—Bueno, Lara, ¿es tu primer viaje en globo, verdad? —dijo sonriendo divertido en una pregunta que parecía casi retórica.
—¿Tanto se me nota?
—Un poco, sí. —Su risa era contagiosa.
Y esto era justo lo que necesitaba: flotar en el aire, con una increíble vista panorámica y reír.
—¿Desde...?
Justo cuando me volví para hacerle una pregunta, Daniel miró hacia el horizonte con una expresión de sorpresa y preocupación. Al momento sentimos cómo una ráfaga impactó el globo. El viento comenzó a mecernos, y la incertidumbre se apoderó del momento.
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Encuentro en las alturas
RomansaLara se siente perdida en un mundo que parece moverse demasiado rápido para ella. Incapaz de encontrar su lugar en la vida, se sumerge en un estado de desánimo hasta que un encuentro fortuito en las alturas cambia su perspectiva. En uno de sus días...