Prólogo

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*29 de abril de 1542 D.D.*

Despierto de repente cuando escucho decenas de pasos apresurados recorrer los pasillos adyacentes a mi habitación. Sus voces se pierden a través de las paredes, pero puedo identificar con claridad que algo terrible está sucediendo fuera. Justo en ese momento, mi niñera principal, Amelia, entra a mi dormitorio asustada.

-¡Levántate rápido, cariño!- Me apremia con una expresión de terror dominando su rostro.

-¿Qué sucede, Amelia?- Pregunto con extrema preocupación. 

-No hay tiempo para explicaciones, debo ponerte a salvo junto a tus hermanos.

Veo como rebusca rápidamente algo de ropa en el gran armario, mientras yo me incorporo frotándome los ojos con sueño. En unos pocos segundos ya ha escogido un traje cómodo y unos zapatos del mismo estilo.

-¿Dónde están mamá y papá?- Aún no logro entender qué está pasando y por qué tanta prisa.

-Cariño, ahora no hay tiempo para todo eso. Tus padres deben encargarse de la situación, sabes que es así cuando hay alguna emergencia. Me han ordenado que te ponga a salvo y eso es lo que haré.

Le hago caso mientras el nerviosismo comienza a apoderarse de mi sistema. Amelia me lleva casi a rastras por los pasillos del palacio, bajando las escaleras con urgencia. Por el camino nos cruzamos con decenas de guardias que se dirigen corriendo a la salida principal.

Sin embargo, nosotras tomamos un camino distinto, adentrándonos por una puerta semioculta en la pared, una por la que nunca había pasado. Me doy cuenta de que es la puerta que mi hermano Mattheus decía que llevaba a una sala donde torturaban a los presos más peligrosos.

Atravesamos la pesada puerta de madera con rapidez y, para mi sorpresa, no se trata de una sala de torturas. La estancia es estrecha y nos lleva a una escalera en forma de caracol que se dirige a las profundidades del palacio. Bajamos con cuidado de no caernos, pues eso es lo último que necesitamos en estos momentos.

Cuando llegamos abajo del todo, nos encontramos con un pasadizo estrecho con poca iluminación, que, a decir verdad, da mucho miedo.

-Amelia, por favor. ¿A dónde vamos tan rápido?

-Este pasadizo lleva al refugio en el que se encuentran tus hermanos, cariño- Se detiene un momento para observarme.

-¿Pero qué es lo que sucede?- No puedo más con la angustia, necesito saber.

Ella devuelve la mirada al frente, evitando responderme. Nunca había actuado así conmigo, así que esto no hace más que preocuparme más de lo que ya estoy. Seguimos avanzando en completo silencio hasta encontrarnos con una puerta de hierro. Amelia llama cinco veces en una secuencia claramente rítmica. Alguien que se encuentra dentro abre una pequeña rejilla para verificar que somos quienes esperan.

-Traigo a la princesa, abrid rápido- Brama Amelia, con una mezcla de impaciencia y nerviosismo.

El guardia dirige su vista hacia mi y procede a abrir la puerta. Entro con cautela, pero esta desaparece cuando veo a mis hermanos mayores sentados al fondo de la estancia, rodeados por varios guardias que se mantienen impasibles.

-¡Matt, Ry!- Grito corriendo hacia ellos para abrazarlos, mientras los guardias se apartan de mi camino para permitírmelo.

Rylan me proporciona un abrazo protector que en verdad me tranquiliza mucho. Son mis hermanos mayores, siempre me cuidarán. Si estoy con ellos nada puede pasarme. Es lo que me repito siempre desde que tengo memoria. Voy hacia Matt para hacer lo mismo, pero su expresión de extrema preocupación me frena en seco.

El despertar de los caídos (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora