Capítulo 45

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Me despierto con una sonrisa imborrable en el rostro por lo que sucedió ayer y creo que me va a ser imposible ocultar el buen humor que me domina. Alexander y yo nos besamos. Aún estoy tratando de procesar que eso realmente sucedió y no fue sólo un sueño.

Sinceramente, si alguien me hubiese dicho que esto pasaría hace unos meses... me habría reído de él. O más aún, habría pensado que esa persona está loca de remate. De hecho, yo misma dije y pensé que era imposible. Pero por lo visto nada lo es y la vida no deja de demostrármelo.

Bajo a desayunar después de haberme tranquilizado un poco mentalmente hablando, y a la vez me preparo para disimular lo máximo posible, porque se supone que ayer no hice nada interesante.

-Hola- Saludo cuando llego, quizás en un tono excesivamente alegre.

Enseguida me llama la atención que sólo están presentes Will, Melissa, Irya y Barbara.

-¿Y el resto?

-¿No lo sabes tú?¿No fuiste a la fiesta al final?- Es Will el que pregunta.

-No, ya os dije que me quedaba.

-Pero no estabas en tu cuarto cuando volvimos.

-Bueno, eso es porque decidí ir a dar un paseo- Miento. -Un paseo bastante largo, y luego cené fuera.

Hombre, no es del todo mentira. Di un paseo, solo que fui acompañada. Y luego, después de besarnos en la rosaleda, Alexander insistió en que cenásemos juntos. Y bueno, ya cuando acabamos me acompañó hasta la puerta de la posada, a eso de las once y media de la noche. Fue una tarde y noche increíble.

-¡Haley, comí pasta verde!- Proclama Irya.

-¿Cómo?

-Sí, eran macarrones verdes. Mamá y papá dijeron que estaban muy buenos, así que los pedí.

-¿Y te gustaron?

-No, porque no me gustan las espinacas.

-¿Pues de qué creías que eran?

-No sé... Macarrones normales, pero verdes.

Comienza a discutir con sus padres porque según ella no le avisaron de que el plato contenía verduras asquerosas, como ella llama a las espinacas.

Conforme el tiempo transcurre voy bajando la guardia, porque veo que no me van a pillar en mi mentira. Menos mal.

Todos los que fueron a la fiesta no bajan, así que terminamos de desayunar los cinco sólos y luego cada uno se va por su cuenta.

Decido ponerme a leer un par de horitas, lo cual no es nada fácil porque tengo a Irya aquí todo el rato jugando con sus muñecas, pero su forma de jugar es inventar conversaciones entre ellas. La cosa es que, no sé por qué, esas conversaciones siempre acaban en peleas a gritos.

-Irya, por favor, guarda silencio. No consigo concentrarme.

-Perdón, es el calor del momento.

-A ver, ¿Por qué discuten las muñecas?

-Esta le robó el novio a la otra- Señala a la pelirroja.

-Pues muy mal, eso no se hace. Pero la mayor culpa la tiene el chico, no lo olvides.

-Lo sé, pero él ya recibió su castigo.

-¿Cuál?

-La muerte- Responde sonriente.

-¡Irya! No digas esas cosas- La reprendo.

-¿Por qué?

-Porque... Está mal, no hables de cosas tan feas como la muerte.

El despertar de los caídos (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora