Capítulo 3

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Me levanto a las siete de la mañana para poder iniciar el viaje pronto pues estoy nerviosa, pero más segura que nunca. Desayuno con rapidez, tomo un baño y me visto con una camisa de tela blanca, unos pantalones holgados y unas botas de campo ideales para atravesar terrenos escarpados, pantanosos, bosques... Pues no sabemos lo que nos vamos a encontrar.

Recojo mi cabello en una coleta alta para prevenir el calor que ya empieza a arreciar en estas fechas, sobre todo cuando nos encontramos a pleno sol. Meto en mi bolso de viaje también un abrigo fino que se me olvidó ayer, pues siempre puede haber imprevistos. En principio no planeamos pasar noches a la intemperie ni viajar demasiado hacia el norte, pero ya se sabe lo que dicen. Mujer precavida vale por dos.

-¿Ya te vas?- Pregunta Will, sorprendiéndome en el umbral de la puerta de mi cuarto. Tiene un semblante cansado y las ojeras denotan que apenas ha dormido esta noche, probablemente pensando en la conversación que tuvo con la tal Barbara.

-Sí, es que a esta hora hace más fresco y no nos resultará tan pesado el viaje- Explico con calma.

-Comprendo. Recuerda lo que te dije ayer. No pasará nada, pero no debes tentar tu suerte- Me aconseja.

Asiento y me acerco para abrazarlo. Después me dirijo al dormitorio principal para despedirme también de Melissa. Intento ignorar la sensación horrible que empieza a crecer en mi pecho que no augura nada bueno. Algo me dice que no la volveré a ver en mucho tiempo y la ansiedad me embarga. Me repito a mí misma varias veces que eso no sucederá hasta que logro tranquilizarme.

-Despedidme de Irya- Pido cuando atravieso el marco de la puerta de entrada. -Decidle que cuando vuelva la invitaré a unos pasteles para compensar el no haber estado tantos días.

Ambos asienten y yo me encamino a casa de Emma para recogerla. La decisión del plan que vamos a seguir ya está tomada, así que no le doy más vueltas. Cuando por fin llego a la vivienda de mi mejor amiga, me sorprenden unos gritos que se escuchan desde el inicio de la calle.

-¡Pero serás cabrón!- Reconozco la voz de su madre. -¡¿Otra vez, en serio?!

-¡Deja de dar voces, mujer, que despiertas a todo el vecindario!- Responde su aún marido.

-¡No me lo puedo creer! ¡Y encima te crees con derecho a darme órdenes!- Grita ella, furiosa. -¡Lárgate de mi casa ahora mismo!

-¡¿Tu casa?! Te recuerdo que la pagamos entre los dos, Marian. No tienes derecho a echarme.

-Eres tú el que rompiste esta familia, así que sí, tengo todo el derecho- Acusa con odio.

-Yo no tengo la culpa de que tu hermana se me ofreciese- Tras esto se escucha un ruido sordo, parece que la madre de Emma le ha propinado un bofetón.

-¡Maldito patán! No sabes lo mucho que me arrepiento de haber estado alguna vez contigo- Brama herida.

-Si sigues gritando vas a despertar a la niña- La reprende él, ignorando el último comentario.

-No os preocupéis, ya estaba despierta- Escucho la voz cansada de Emma y es entonces cuando decido llamar a la puerta.

-Hola- Me saluda cuando abre. -Ya casi estoy, pasa.

Me adentro pero me quedo de pie cerca de la puerta, pues el ambiente se siente tenso. Muy tenso. Los padres de mi amiga se mantienen a una distancia prudente el uno del otro, pero es notable el desprecio con el que se miran. Me siento realmente mal por ella, pues no sé si podría soportar vivir en una casa en la que las peleas son el pan de cada día.

-Nos vamos- Les comunica a sus padres sin siquiera mirarlos y la entiendo perfectamente.

-¿A dónde?- Pregunta su padre, confuso.

El despertar de los caídos (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora