Capítulo 34

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-Buenas noches- Le correspondo, tratando de imprimir algo de calma a mi tono.

Mis intentos de tranquilizarme son sólo eso, intentos, porque ya siento como el corazón se me acelera y no respiro con normalidad. Me muerdo el labio inferior con rapidez sin quitarle la vista de encima. Realmente es insoportable tener que sentir todo esto cada vez que lo tengo delante.

Hoy está vestido con un atuendo negro al completo, que se camufla bien con la oscuridad de la noche. Lleva incluso unos guantes del mismo color que me llaman la atención porque no se los había visto antes.

-¿Ha venido en carreta?- Pregunta desviando la vista hacia mi transporte, que se encuentra a unos metros de distancia.

-Sí, ¿Qué sucede?

-¿Por qué? Es mucho más incómodo y más lento.

-No sé montar a caballo- Revelo.

Él me observa con notable sorpresa en su rostro y eso me hace sentir un poco de vergüenza.

-Todos los miembros de casas reales saben montar.

-Iban a enseñarme cuando cumpliese diez años, al igual que a mis hermanos. Pero evidentemente no pudo ser.

-¿Y sus padres adoptivos?

-Nunca se dio la ocasión, supongo. No hemos viajado mucho y cuando lo hemos hecho siempre íbamos en carro.

-¿Y no tiene interés por aprender?

-Ahora tengo otras cosas en la cabeza, pero sí... Sé que tengo que aprender y lo haré lo más pronto que pueda.

Me es imposible descifrar su semblante en estos momentos. Pensaba que se burlaría de mí, pero no veo esa expresión en su rostro. Tampoco veo diversión, así que supongo que lo que le doy es pena, más que otra cosa.

Después de unos segundos de silencio se acerca para sentarse enfrente de mí, pero antes de hacerlo se quita el abrigo que traía puesto y lo deja a un lado.

Apoya los codos en la mesa al igual que hacía yo, lo cual provoca que se le remarquen los músculos de los brazos. No solo esos, pues también, muy a mi pesar, me fijo en cómo se le ven los del tórax bajo la oscura prenda. Es obvio que tiene un cuerpo de militar total, de alguien que está acostumbrado a ejercitarse y luchar con mucha frecuencia.

Si ya es digno de admirar con ropa, no me imagino cuánto lo será sin ella.

Espera... ¿Qué?¿Por qué he pensado eso? No estoy en lo que estoy, me tengo que centrar.

Además, no entiendo por qué me vienen a la cabeza este tipo de cosas, porque no son nada apropiadas. Sí, es muy guapo. Sí, tiene un cuerpo que envidiaría la gran mayoría de hombres y que desearían la gran mayoría de mujeres. Lo mío es una reacción normal, pero tengo que intentar ignorarlo, porque parece algo que no es.

-¿Está disfrutando de las vistas?- Pregunta con burla, sacándome con brusquedad de mis pensamientos.

-¿Qué?

-Digo, por la forma en la que me mira.

Abro la boca y la cierro sin saber qué responder. ¿Por qué no puedo ser más discreta? Es algo en lo que tengo que trabajar desde luego, porque si no voy a seguir poniéndome en evidencia frente a él.

-¿De qué forma?- Cuestiono, haciéndome la tonta.

-¿Me va a obligar a decirlo, princesa?

-Dígalo- Lo reto.

Él sonríe ante mi atrevimiento y yo me relajo un poco sin saber por qué. Siento que no estoy en peligro, pero mis latidos siguen asemejándose a los de un caballo desbocado.

El despertar de los caídos (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora