Capítulo 38

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LUNA

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LUNA.

No puede ser, no es posible, esto está mal.

Estas cosas fallan.

Abro la otra cajita con lágrimas saliendo a mares por mis ojos y vuelvo a realizar el mismo procedimiento.

Tengo que recostarme contra la pared del cuarto de baño, pero ni siquiera eso me salva de caer. Mi cuerpo se desliza hacia abajo, hasta que quedo sentada contra el piso e instintivamente rodeo mis rodillas con los brazos, mientras observo el segundo test.

Me muerdo el labio inferior para contener el llanto y no me importa saber que lo hago con tanta fuerza que empiezo a sentir el sabor metálico de mi propia sangre.

Voy a morir.

Lanzo el plástico a un costado y escondo mi rostro entre las palmas de mis manos. Esto no puede estar pasando.

No me explico cómo es que sucedió... es que soy una idiota. Sí, eso es. Debí tomar medidas anticonceptivas y no confiar solo en esos estúpidos preservativos, después de todo nada funciona en un cien por ciento.

Las fuerzas no me dan para ponerme de pie e ir a la cama, así que me hago un ovillo en el suelo, sintiéndome frustrada. De todos modos estoy segura de que no dormiré nada.

Por todos los cielos, solo me quedan nueve meses de vida. Todavía tengo mucho qué hacer...

Entonces la idea de dejar a mi bebé sola en este mundo me comprime el corazón. No quiero que viva esto, no quiero que se sienta como yo lo hice en algún momento de mi vida. No es justo.

Un remolino de pensamientos invade mi mente y temo por mi salud mental.

¡Jace!

¿Cómo le diré esto? Es obvio que va a odiarme, como sucedió con Stella. No le gustan los niños y lo ha dejado más que claro.

Llevo mi mano al collar que me regaló y la cierro en un puño.

Si al menos estuviera segura de que él la cuidaría... Sería un alivio saber que no la dejaría sola en este mundo, pero sé que eso es imposible.

Respiro pesadamente, mientras siento que un dolor punzante se apodera de mi cabeza.

Acabo de arruinar lo que tenemos. Por fin había una luz al final del túnel, Erick empezó a aceptarlo justo cuando todo está a punto de irse al carajo.

Permanezco en el mismo lugar durante horas, con los pensamientos a mil y las lágrimas ni se diga. Termino cayendo en los brazos de Morfeo y no es hasta que siento que alguien me mueve que me despierto.

Me levanto con dificultad, sintiendo cómo me duele todo el cuerpo al haber pasado tanto tiempo tirada en el piso.

—Selene, ¿se encuentra bien?

La voz de Elías me hace espabilar.

Lo miro con el ceño fruncido.

—¿Qué haces aquí?

LUNA (Trilogía Dioses Destinados #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora