Salí, el silencio abrumador me ahogaba en la inmensidad de la casa donde crecí junto a mi hermano, sentí que perdí tanto tiempo con peleas, cuando pude haber disfrutado más de su compañía, jugar ajedrez, fumar un buen puro, aunque no me agradará mucho fumar, lo hacía por acompañarlo en su rutina diaria.
¡Fuiste él mejor padre que puede haber tenido, si me dieran a elegir, te elegiría sin pensarlo!
Musite frente a la foto de cuerpo entero en la pared.
Antes de entrar a mi recamara escuche un sollozo en la habitación de papá, la puerta entré abierta, a mis pensamientos se vino una sola persona, confirmándolo. Estaba sentada en el suelo apoyada en la cama de papá, su llanto hablando algo dentro de mí, su sufrir lo sentí mío. Tal vez por qué compartíamos el mismo vacío, mi padre y yo eras muy unidos.
En sus manos se movía un rosario
En sus manos se movía un rosario, sus ojos serrados sus labios se movían tan delicados que incitaban a mirarlos mientras las lágrimas que bañaban su rostro los humedecían.
Perdí la noción del tiempo viéndola, buscado coherencia con lo que mi madre la culpa, sin encontrar más que una chiquilla, asustada, frágil y sin saber qué hacer con una vida sin su protector. Se durmió, repitiendo lo mismo.
—No te defraudaré, seré esa chica, aunque no sea Fácil. No molestaré, no seré una carga.
Así se sentía una carga, para todos, y yo no se lo hacía más fácil.
Mis piernas tomaron vida propia, igual mis brazos alzándola, para llevarla a su habitación. Suspiró recostándose en mi pecho, su nariz roja por el tiempo que ha llorado. Se ve tan frágil que temo hacerle daño, la acuesto en su cama y la cubro con la sábana, coloco la camándula en la mesa de noche.
Se ve tan serena, que podía quedarme velando sus sueños.
Me despabilo, por mis pensamientos y mi actuar. Está bien que mejores tu conveniencia con ella, pero no pases esa línea Piero O'kelly.
***
Los días pasaron, mi rutina fue la misma, el día en la empresa por las noches en la mansión, a mi apartamento solo lo frecuentaba por minutos.
Celeste cuando yo llegaba a algún lugar de la casa, ella como arte de magia desaparecía, Doris mi Nana sonreí al ver como huía de mi presencia, no sé si por miedo, o simplemente cumpliendo su palabra de que no la notaría.
Entré a la cocina, Doris secaba algunas lágrimas, al verme sonrió triste. La abrace acompañándola en su dolor que es el de todos, los que lo amábamos y dejo un vacío que se hace más grande en un día como hoy.
—Celeste, ¿cómo ha estado hoy? — se removió en mis brazos liberándose para mirarme, acaricio mi rostro como cuando era un niño.
—Paso el día en el jardín arreglando las rosas y los tulipanes, luego de llegar de la universidad para luego encerrarse en su habitación, no ha comido nada en todo el día Piero —. Su mirada me lo dijo todo, como si yo pudiera convencerla de lo contrario.
—Tratare de que bajé a cenar, pero no te aseguro nada —. Asintió dándome una media sonrisa.
Me dirigí a su habitación, al llegar acomodé mi gabardina y toqué dos veces seguidas a la puerta, entrando luego de su permiso.
La brisa que entraba desde afuera impactando en mi cara, las amplias puertas corredizas estaban abiertas, dejando toda la habitación se iluminada con los pocos rayos del sol antes de dar paso a la noche, todo en el lugar estaba inmaculadamente organizado y limpió. El blanco predominaba en las paredes y sabanas de la cama, igual los pocos muebles que la adornaban. Sentí que mis ojos ardían, no es mi color favorito soy más del gris, negro, café, pero cada quien con sus gustos.
Al no verla, salí al balcón, allí estaba sentada con las rodillas pegadas a su pecho rodeadas por sus brazos, con la mirada perdida en alguna parte del jardín.
Sin saber que decir al ser tan tímida y lo poco que nos tratamos.
—Siento envidia de esta habitación, ¿Por qué mi habitación es están cerrada? Como una...
—¡Una prisión! — completo fija en el mismo punto, me fije en su rostro su nariz estaba roja, igual que sus ojos hinchados — Sabes, en una prisión me sentí desde que tengo uso de razón, prisionera del actuar de mi madre, prisionera de un pecado que nunca he cometido, prisionera de mis miedos — suspiro, sus ojos estaban cerrados como si recordara lo mencionado — prisionera de mi propio vivir.
—Yo tuve uso de razón desde los ocho años, antes no recuerdo mucho — argumente queriendo extender la conversación y mirándome por primera vez desde que entre en su habitación.
—Yo desde los cinco — miro el suelo, pensé en que tan malo y de que pecado hablaba de que pudiera cometer una niña de cinco años — El Sr William fue el que abrió la puerta de esa prisión y, cada día se aseguraba que fuera soltando mis miedos, pero no están fácil cuando toda tu vida has vivido con ellos —. Al mencionar a papá sonrió estoy seguro de que recordó una de sus tantas charlas con él, es tan trasparenté que podría adivinar que piensa y, en este momento se debate en por qué está diciendo todo y por qué no se detiene.
—Si, él también era mi héroe – asintió mirándome a los ojos por segunda vez, sus verdes ojos son el espejo de su alma, pureza, inocencia es lo que resalta. — Así que papá al no tener a quien mimar, lo hizo contigo haciendo ésta hermosa habitación olvidándose de mi ¿Verdad? — Negó.
—Nunca se olvidó de usted, siempre hablaba con orgullo de sus dos hijos. — hizo una pausa pensando en si continuar, con una media sonrisa le di la confianza para que siguiera ¿eso quiero? — No me gustan los espacios cerrados, dure dos noches sin dormir al llegar y un día me sorprendió con esta hermosa vista.
—Eres claustrofóbica, es el miedo a los espacios cerrados — la vi dudar.
—¿Necesitaba algo Sr Piero? — cambio de tema, avergonzada por no continuar con lo que yo quería saber.
—Si, Doris me envió por ti para que cenes y que si no lo lograba no podría ir a dormir esta noche —. La vi sonrojarse como hacía mucho, no notaba tan inocente gesto en una mujer.
—La-lamento molestarlo, iré no se preocupe, podrá dormir como siempre — sonreí por la inocencia de su actuar.
La observé sentada frente a mí, jugar con la comida y de vez en vez llevaba una cucharada de la sopa a la boca. Sus mejillas se tornaron carmis al sentir mi mirada.
¿Puede haber persona tan pura, transparente como Celeste o solo es una actuación? No, lo dudo, por alguna razón creo en la sinceridad de sus actuar, como de cada palabra que confió en decirme. Se que nos es de hablar mucho y hoy lo hizo despertando mi curiosidad y recordando buscar en el escondite para saciar cuya curiosidad que se implantaba cada vez más y, responder de una vez por todas las preguntas que me he hecho desde su llegada.
—Gracias, gracias por escucharme y- e ir por mi para cenar —. Apretó sus labios uno contra el otro, y organizo su vestido negro.
Asentí sabiendo que hoy no había sido un buen día para ninguno de los tres Efrat se marchó temprano, ella se encerró en sí misma y yo no deje de pensar el por qué, si es tan dulce, ¿Por qué no está con su familia? ¿Por qué ve a papá como su libertador? Y la más intrigante ¿por qué la observo con tal detenimiento?
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LA PUREZA DE SU MIRADA
NouvellesUna mirada inocente, puede llevarte a pensar en los más puros pensamientos hasta los mas oscuros, arraigando sentimientos inimaginables por esa persona. ¿Pobra más el amor que el rencor infundado? ¿Será la dulzura, la ingenuidad el arma más poderosa...