36- DUDA

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Celeste

Saber que tu vida no tiene ningún valor, ante los ojos de tus captores; es denigrante. Más que humillaciones y una bala ofrecida al terminar con lo planteado, me hace ver que el mundo no se puede vivir siendo cien por ciento buena.

Verme arrastrada contra mi voluntad, sumando un golpe en el rostro por oponerme, alerta; despertando ese instinto de supervivencia que todos tenemos, cediendo a que hagan con mi cuerpo lo que quieran.

Rogando a Dios que pronto den conmigo, al ver que no llegue al buffet.

Al llegar a bodega, soy arrastrada a dentro y arrojada a los pies de una persona atada a una silla, al levantarme me doy cuenta de que es la mamá de Piero y Efrat. A la que no le ha ido mejor que yo.

El abrazo dándole consuelo al ver que su llanto aumenta, dándole fuerzas y un motivo para no desfallecer. La familia.

Ver como mi cuerpo es objeto de los deseos más bajos para estos dos hombres, disputándose quien me tomara primero me horroriza en demasía. Pero una luz en tanta oscuridad ilumina.

El hombre que por años nunca intervino, ante su hermana cuando me torturo, se enfrenta a al asesino de William, su delgadez y pocas fuerzas son motivos de burlas para mis secuestradores, incluso para su hermana que goza al ver como desgarran y arranca la ropa de mi cuerpo. Inmovilizándome sobre una vieja y fría mesa de madera.

Las risas más un disparo que me dejo los oídos zumbando, me llevo a imaginar lo peor.

La madre de Piero estaba bien en lo que cabe dado nuestra situación.

Una mano Aferraba a mi tobillo me sobresalto, los ojos suplicantes y arrepentidos por perdón para por lo menos morir en paz una disculpa que no alcanzo a pronunciar, por la mano de su su propia hermana evitando que gesticulara palabra alguna. No hizo falta la disculpa fue aceptada.

¿Quién soy yo para no perdonar a un hombre arrepentido?

Nadie...

Los gritos de súplica de la mujer atada me daban el consuelo que no me odiaba, las manos asquerosas en mi cuerpo me advertían que mi padecer apenas daba inicio.

Un grito escapó de mi garganta al sentir el roce de unos dedos en mi feminidad, lo que lo impulso a repetir la acción.

Déjala, por Dios es solo una niña —. Suplico.

Su negativa, me llevo a hogar mis gritos, ya que eso lo motivó a seguir.

La brusquedad con la me tocaba, me provocaba dolor y más que eso repulsión, me concientice en lo que me sucedería y que poner resistencia no serviría de nada. Escuchar el bajar la cremallera del pantalón era la señal que la tortura daría inicio, los brazos me dolían por la fuerza que ejercía el hombre que me sostenía.

Pensé en lo feliz que fui al lado de Piero, la felicidad de encontrar mi familia.

¡Esto es una dura prueba más, de la que saldré!

Me repetí como mantra en mi memoria.

Todo sucedió tan rápido que aún no me lo creía, los disparos, los cuerpos cayendo inertes.

Las palabras de Piero asegurándome que nada de lo sucedido nos alejaría, mentiría si digo que no llego a mi mente; que esto nos alejaría, yo por no soportar que me tocara al sentirme asqueada y el por lo que me hubiera hecho si no, nos encontraban.

***

Han pasado dos semanas desde lo sucedido, las declaraciones en contra de los acusados fueron lo suficiente para condenarlos.

LA PUREZA DE SU MIRADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora