14- ADVERTENCIA

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Piero

Celeste me ha estado evitando, desde lo que sucedió en la cocina, sentir su piel aterciopelada en mis manos, la inexperiencia era palpable y eso era lo que más me enloquece.

Las mujeres con las que me relaciono saben lo que buscan, la experiencia es de los que enorgullecen al estar con un hombre.

Celeste es tan diferente es como una chica que a sus diecinueve años apenas comienza a vivir.

Esta mañana en el desayuno no estuvo presente al parecer se fue más temprano a la universidad. Al llegar al despacho, me recibe Paula con su coqueta sonrisa, que se desvanece al ver mi seriedad. Tengo toda la intención de hacer las cosas bien con Celeste, ella no merece que le mienta, y no tengo la intención de engañarla. Es tan fácil quererla.

¡Ya ha sufrido suficiente en su corta vida!

Luego de unas horas un toque en la puerta, luego de dar el acceso entra Melquiades en compañía.

—Piero, Te presento al investigador Scott.

—Piero O'kelly — con un gesto de mano les indique que tomaran asiento frente a mí.

Apoye mis brazos en el escritorio donde mi padre paso horas trabajando en sus casos.

—Me informaron que necesita de mis servicios para encontrar a alguien, que información tiene de esta persona.

Le entregué una carpeta con los nombres y fotos del papá y tía de Celeste.

—De la mujer que quiero que encuentre, no tengo ninguna información, no se su nombre, nada de ella, solo que fue, o es esposa de este hombre — señale la foto, seguido la de la tía — ella es su hermana.

—La mujer que quiere que encuentre es la madre de esta chica — argumento Melquiades señalado el, porta retrato que ha permanecido en el escritorio de papá desde que apareció en su vida.

Su sonrisa tímida, ese brillo en los ojos que la hace ver más apetecible para mí.

La sonrisa de Melquiades me hizo recomponer mi postura.

—Muy bien, empezaré buscando si están casados legalmente, así sería la forma más rápida de obtener el nombre de la mujer —. Asentí — los dejó, para empezar con su pedido, que tenga buen día Sr. O'kelly, Melquiades.

—Espero noticias suyas pronto — afirmo saliendo de la oficina.

Me concentré en revisar minuciosamente mi siguiente caso ya que trataba de un homicidio y si el hombre era culpable por nada lo dejaría salir en libertad.

Estaba exasperado por la constante mirada del mejor amigo y socio de mi padre.

—Pregúntalo, o déjame trabajar —. Argumente sin mirarle.

—¿Qué sucede con Celeste, por qué tanto interés en encontrar a su madre? — Tan certero como siempre.

No quería decir lo que estaba sucediendo con Celeste, pues ni yo sé el por qué nació tal interés de un momento a otro, lo que si tengo seguro es que la quiero a mi lado.

Melquiades espera por una respuesta y no se ira sin ella, para mi buena suerte, mi hermano, entra y se sienta Lugo de saludar.

—Muy bien, sigo esperando ¿Piero?

—¿Qué esperamos niño o niña? — Efrat con su típico humor y chistes malos.

—No sucede nada, es solo que me tome el tiempo en conocerla y ahora dudo de lo que la acusa mamá – Efrat y Melquiades se miraron, mi hermano se removió en la silla.

—Lo único que te voy a dar por concejo es que no la lastimes, o no conoceré tu descendencia – la seriedad de aquellas palabras y lo tensa de su mandíbula me advirtió que no estaba bromeando.

—Así, que mi gran amigo no se equivocó — los dos miramos al hombre que conoció mejor que nosotros dos a papá — tu padre aseguro que cuando te dieras la oportunidad de conocerla, tu vida cambiaria y de paso la de ella.

Los tres reímos con amargura, por la certeza de sus palabras y más qué no lo presenciaría.

—No la tendrás fácil, fue muy buena alumna de nuestro padre, cada día veo que adquiere más seguridad, es una gran chica.

—Si que lo es — afirme lo antes dicho por Efrat — no es para nada difícil pasar las horas con ella – la seguridad de mis palabras, lo relajaron a ambos.

—Hay hermanito, así se empieza, por pasar horas con ellas luego días, noches y cuando venimos ver estamos frente al altar — Melquiades río por el comentario.

—Solo háblale con la verdad, y no te apresures, sabemos cómo eres con las mujeres Piero.

Sus amenazas no me habían pasado desapercibida, más la mirada de los dos que me advertían que cumplirían lo antes dicho.

Al verme en completa soledad, tome el retrato en sus manos.

—¿Que me has hecho, que lo que más anheló es volver a verte?

Sin obtener respuesta seguí con mi trabajo.

Al pasar la hora del almuerzo, me encuentro en la oficina. Paula que al verme se cuelga de mi cuello, logró apartarla antes de que pueda besarme.

Para que acceder a un beso donde estaré pensando en otra mujer.

—¿Qué sucede, ya te cansaste de...?

El timbre de mi celular la interrumpe, contesto de inmediato al ver quién es.

—Hola, te marchaste sin desayunar — la mirada recriminatoria de Paula, no me perturba. El tono de su voz me inquieto, podía percibir que se estaba conteniendo para no llorar —. ¿Dónde estás? — Paula hacia lo posible por acercarse cariñosamente — no te muevas de ahí, voy enseguida.

Colgué la llamada, tomé mi portafolio de cuero, fue el primer regalo de papá y mi madre cuando me gradué.

—Cancela las citas restantes, no regresare.

—Piero, pero...

La severidad de mi mirada contuvo sus palabras, no me gusta tratar de esta manera tan hostil a una mujer, pero desde el primer instante le deje los puntos muy claros, nunca la trate diferente para que se hiciera falsas esperanzas.

Mi mente no dejaba de trabajar en que le estaba sucediendo a Celeste. Al llegar al parque, baje del auto. Puede verla sentada en una de las bancas me apresuré a su encuentro.

—Celeste...

Llame su atención, se incorporó, sin dudarlo me abrazo, recargo su cabeza en mi pecho, la sentí temblar en mis brazos.

—Mi pequeño querubín, ¿Qué te han hecho?

Mis palabras desbordaron su llanto, la asegure entre mis brazos hasta que se calmó. Seque todo rastro de lágrimas de su rostro. La observe y puede notar su brazo enrojecido ¿Es una quemadura?

Trato de esconder el brazo, pero Lo sostuve por la muñeca.

—No es nada, solo que aun soy muy torpe, y no me fijé bien y mira el resultado.

En ningún momento me miró al decir aquellas palabras, y en lo poco que la distingo sé que miente. ¿Por qué no quiere decirme el nombre del responsable de esto?

Sonrió, pero el gesto no llego a sus ojos, lo supo, sabía que no había creído una sola palabra.

—¿Quién te ha hecho esto Celeste? Y no quiero más mentiras.





HOLA HERMOSAS, ESPERO TENGAN UN EXCELENTE DÍA/NOCHE.

¿QUIÉN HABRÁ QUEMADO A NUESTRA CELESTE?

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LA PUREZA DE SU MIRADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora