6- CICATRICES

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Frente a las grandes puertas del cementerio, camine a la tumba del único que me hacían sentir en paz, segura de ser yo sin importar nada más. El que me dio la seguridad para avanzar en la vida y no quedarme llorando por lo que se decía, se dijo y nunca puede tener.

Me senté en el césped, el nombre en letras grandes me recibió, junto a una foto con una perfecta sonrisa.

—Hola William, no imaginas como te extraño — el viento soplo fuerte y cálido, sonreí por el pensamiento que llego a mi mente. Era esa sensación de cuando el me abrazaba — te prometí tanto que no se si poder cumplir, pero, sabes que hare mi mayor esfuerzo — limpie su lapida sintiendo el frio de la misma — sé que de donde estés me estas cuidando, sabes, la relación con Piero ha mejorado. Aunque creo que es por lástima de verme tan sola, como sea me siento muy bien — comente un tanto avergonzada — cuando estoy cerca de él, ya no me mira con esa mirada que me producía tanto miedo.

El sol estaba en todo su esplendor sin importarme seguí allí, encontrando un poco de paz, en mi opinión esa la encontraba en el lugar donde mi protector estuviese, nadie me cuido mejor que él.

No sé cuánto tiempo pasó, pero una mano en mi hombro me despertó, no tenía seguro en el momento en el que me quede dormida.

—Srta. Celeste creo que es mejor volver a casa —. Asentí sin mirar a Marcus el chófer del Sr. William.

Di un último vistazo a la foto y sonreí, dejando como promesa, ser mejor persona cada día.

De camino a la mansión, nos detuvimos frente a un semáforo, miraba por la ventana. Un hombre salía de una construcción, su rostro se notaba el cansancio y los años le llegaron sin pena alguna. Tres años sin verle, tres años en el me negó y nunca se preocupó si estaba bien.

Ahí estaba el hombre que aporto para darme la vida, frente al auto donde me encontraba, sus ojos se encontraron con los míos. Quise corre a él, preguntarle como estaba, si me extraño, aunque fuera para ofenderme como siempre o solo para ignorarme cuando mi tía me torturaba con el apagavelas o la varilla caliente.

La voz de Marcus me saco de mis pensamientos.

—No creo que sea una buena idea que baje Srta.

No sé en qué momento lleve mi mano a la puerta del auto que estaba abierta. Volví mi mirada al hombre que tomo un trago de su botella y con una última mueca de desagrado se marchó.

Las lágrimas amenazaron en hacerse presentes. Dolía, dolía cómo no lo imaginan, el ver el desprecio en la persona que se supone que debe amarte por encima de todo, este no fue mi caso. Mi madre me abandono para irse con otro hombre, mi padre me culpo por ese hecho del que no tenía conocimiento alguno.

—El joven Piero está muy preocupado por usted — volví a la realidad recordando la forma en la que salí del restaurante —. Me llamo angustiado por no saber de usted — sabía que su reciente conversación era una distracción ante el resiente suceso, y estaba funcionando.

—Debo disculparme, no fue muy educado de mi parte partir de esa manera, puede llevarme al bufete, por favor —. Asintió con una amplia sonrisa, que quise devolver con el mismo entusiasmo, pero me quedé corta, eso de aparentar no se me daba mucho.

Al llegar, me dirigí a su despacho, su piso estaba solo, el escrito frente a su despacho estaba vacío y la puerta de este entré abierta, me acerqué al escuchar ruidos que provenían de adentro.

Mis ojos se querían salir de las órbitas, Piero besaba a la chica mientras acariciaba su cuerpo sin pudor alguno. Quise salir de allí, pero mis piernas no respondieron al mensaje enviado por mi cerebro, por lo contrario, se anclaron al suelo.

El alzo su falda, hizo un movimiento brusco a mi parecer y ella se quejó, su voz al mencionar su nombre fue tan extraña tanto como los sonidos que producía tras cada movimiento de él. Sus manos fueron a sus senos los cuales puede ver, igual que su espalda ancha y angosta al llegar a su pantalón que se encontraba desarreglado, lo escuché gruñir cual león. Ese sonido proporciono un calor indescriptible en mi cuerpo, concentrándose en mi zona baja.

Sentí arder por lo que estaba presenciando y luego de un momento comprendí lo que estaba pasando, Piero estaba teniendo relaciones con su secretaria, tal vez era su novia. Salí sin hacer ningún ruido, sintiéndome sucia por haber permanecido por tanto tiempo observando esas escenas, las palabras de ni tía llegaron a mi mente.


{"Eres una vulgar promiscua, una cualquiera, solo esa clase de mujeres miran de esa manera a un hombre, eres una pecadora, indigna de estar ante la presencia de Dios, eres un estorbo"}


No, no yo no, era una prostituta, una promiscua.

Subí al coche, pidiéndole por favor me llevará a la mansión. En el recorrido aun sentía el calor alojado en mi parte baja al recordar su espalda y pecho desnudo.

Al llegar subí directo a me habitación, encendí las velas del pequeño altar en mi recamara, empecé con mi oración sintiéndome más qué culpable. Me desconcentre de mi oración fijándome en el abrecartas cuando menos me di cuenta ya estaba con el objeto en la mano y la parte metálica en la llama de la vela, quite mi vestido, cerré los ojos escuchando las palabras de mi tía en mi cabeza resonando una y otra vez.

Cada tortura, cada palabra ofensiva, el ardor vivo en mi piel era palpable aun sin llevar el metal caliente a mí espalda.

Esta vez era yo, yo quien emprendía la tortura a mi propio cuerpo, era yo la que me estaba comportando como la hermana de mi padre lo había hecho por años conmigo.

Agobiada por mi propio proceder, me ahogue en llanto, recaer en lo mismo que por años lloré, por lo que por horas pedí que acabara, allí estaba yo apunto de auto torturarme.

El pasado te puede someter de tal manera, aprovechándose de nuestras debilidades. El subconsciente nos hace actuar de la misma manera en que los demás te lastimaron. Por años viví con ese dolor qué estaba segura de que estaba acostumbrada al dolor sintiéndolo parte de mi vivir.

Lo que menos quiero es qué Piero se enterara de mi pasado y está parado justo frente a mi viendo horrorizado mi espalda, si hasta a mí me tomo tiempo acostumbrarme a mis propias cicatrices.

Me apresuré a cubrirme, pero su mano me detuvo, me sentí tan expuesta. Quería que la tierra se abriera y me tragara, pero no, eso no sería posible.

El vio cada una de ellas, por el grosor, sé que podía percibir el tiempo en que dejaron el metal a fuego vivo en cada una. No pude levantar la mirada cuando por fin luego de minutos en silencio pronuncio palabra.




HOLA HERMOSAS, AQUÍ LES DEJO ESTOS DOS CAPÍTULOS EN LOS QUE CONOCEMOS MÁS DE ESTA PAREJITA.

NOS LEEMOS EN LOS COMENTARIOS. 🖤❤️

LA PUREZA DE SU MIRADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora