15 - Mía

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 Su mirada inundada de miedo, me llevo a pensar que tal vez, sólo tal vez ella misma se lastimó.

He escuchado y visto casos donde personas desde muy corta edad han sido maltratadas por mucho tiempo y al momento en que son liberados siguen lastimándose ellos mismo ya que es un patrón que asocian como conocido.

La escena en su habitación tratando de quemarse con el abrecartas, me llevó a pensar que lo hace por llamar la atención al verse sola.

No, ella no sería capaz de fingir o lastimarse a ella misma o ¿Sí?

Una mujer se acerca y por la rapidez y la rudeza en que toma del brazo lastimado a Celeste que gime de dolor, no logro reconocerla, no hasta que la detengo.

—Suéltela...

La mujer despoja odio por cada poro, me posesiono entre las dos protegiendo a Celeste.

—Ya veo que no perdiste el tiempo, embaucaste al primer aparecido, presumiendo de tu carita de no romper un plato. Eres igual a tu madre.

Cada palabra sumando la mirada inyectada de odió. ¿Por qué odiar a su propia sobrina?

—Yo no he embaucado a nadie, tía ¿por qué siempre tienes que pensar mal de mí? Yo no he hecho nada.

Tome su mano, para darle la fuerza que necesitaba.

—Eres una malagradecida, eso eres, tu deber es estar con tu padre, cuidar de él, ayudarme en la casa, pero desapareciste — me miró de pies a cabeza con desagrado volviendo a centrarse en ella – y luego de años te encuentro con este hombre.

—Ya fue suficiente señora, conozco parte de la historia entré usted y su sobrina — la aleje de celeste, sin perderla de vista — soy abogado y la podría acusar de abusó — sonrió desquiciada.

—Usted no tiene pruebas — la miré queriendo fractura cada ley que me mantenía en regla a la hora de estar frente a mi contrincante en la corté — así que evítese sus amenazas.

Nunca en mi vida tuve la sensación de querer acabar con una vida como en este instante, una mujer que maltrata desde los once años de una niña merece estar tras las rejas o mejor aún muerta.

—Que me dice de las cicatrices en su espalda — la vi removerse en su lugar — y la psicóloga que la ha tratado todos estos años puede dar fe, así que tengo como armar el caso y llevarla a juicio — sonreí victorioso al verla perder el color — mañana la quiero al medio día en esta dirección — le extendí una tarjeta, que tomo con recelo — y por su bien y el de su hermano no me dejé esperando, por qué odió la impuntualidad.

Dio una mirada más a Celeste para luego marcharse sin pronunciar.

Tome la mochila de la universidad celeste y a ella del brazo llevando al auto, ya dentro, su mirada estaba fija en sus pies, que movía repetidas veces.

Lleve su mano a mi boca dejando un beso en su dorso, su sonrisa, esa que no la abandona me hizo sentir miserable por no protegerla.

—Vamos a que te curen, se está inflamando — negó — Hay que curarte o se colora peor.

—Estoy bien solo necesito un botiquín y yo lo hago, solo fue una taza de té.

¿Por qué tiene que restarles importancia a las cosas cómo estás?

—Una taza de té hirviendo, iremos a mi apartamento, te curare y me contarás qué sucedió – el sonrojo volvió a sus mejillas, intuyo por pensar en estar asolas conmigo.

—¿A su apartamento? — asentí — me puede curar en la casa.

Estaba evitando a toda costa estar asolas conmigo, pero mi interés era que habláramos sin que nos interrumpieran y en la casa sería muy difícil al verla llegar con esta quemadura.

—Tranquila, solo hablaremos de lo ocurrido y te curare ¿Sí?

Al llegar al apartamento, sus nervios fueron evidentes, observaba cada parte del apartamento con interesa mientras la curaba. Su brazo estaba más enrojecido, ¿Acaso esa mujer no se cansa de hacerle daño?

Deje un beso en el dorso de su mano al terminar de curarla, su sonrisa sincera, ese brillo con el que me mira, tan singular, tan único de ella.

—Gracias por tomarte el tiempo para curarme — paso uno de sus dedos esparciendo la crema — y discúlpame por haberte hecho venir, sé que eres un hombre muy ocupado — negué restándole importancia.

—¿Me dirás que sucedió? — se removió en su lugar — te escucharé cuando quieras contarme — asintió levemente.

El silencio se hizo presente y cada vez la notaba más incómoda.

—Tengo hambre, salimos a comer ¿Sí?

—Qué le parece si le preparo algo, no cocino también como Doris, pero por lo menos se puede comer —. La emoción por una respuesta positiva fue más que evidente, por lo que acepté.

Me deleite mirándola apoyado en la barra de la cocina mientras hacía mil y una pirueta por alcanzar los ingredientes que necesitaba, al girarse y darse cuenta de que todo el tiempo la observe, ese sonrojó que tanto me gusta en ella no tardo en relucir.

—Me ayuda, por favor – musito con voz avergonzada.

—Solo con una condición — Pestaño tratando de descifrar cual sería lo que quería pedir a cambio — lo haré si me dejas de tratar de usted y me tuteas.

Sonrió ampliamente, asintiendo varias veces. Deje un beso en sus labios al entregarle los ingredientes, la admire feliz preparando la comida, como si con ese acto me reflejará cuan amor había en ella para mí.

La ayude a poner la mesa al ver que todo estaba listo, su mirada fija al llevar el primer bocado a la boca esperando cual sería mi reacción.

—Esta delicioso, tienes unas manos prodigiosas —. Me sincere.

Sonrió aliviada que me gustara.

—A su papá — la miré por la formalidad de sus palabras — A tu papá — corrigió — también le gustaba mucho, avece repetía porción.

—Si, era un glotón —. Recordé las muchas veces que compartimos en la mesa.

Reímos y entre charlas y relatos los momentos que pasó con papá, mi hermano y mi cuñada terminamos la comida, dejando un mal sabor por todos los momentos que me perdí por creer a siegas en mamá y no dar el beneficio de la duda.

—Sabes, cuando yo cocinada y papá se comía todo lo que mi tía le servía— hizo una pausa como recordando – me hacía tan feliz — sonrió triste — nunca me dijo que estaba delicioso, ni lo agradecía, pero para mí era suficiente que la disfrutará.

Sus lindos ojos verdes se encontraron con los míos y esta vez el brillo que de ellos emanaba era por las lágrimas por las que se esforzaba en no dejar salir.

Que se conformara con tan poco, sólo me asegura que como ella no hay igual, y yo no pretendía dejarla escapar ¿¡Reclamarla como mía sería muy apresurado!? Por qué estaba más que claro que no permitiría que otro estuviera en mi lugar, ese lugar que ella me había dado en su vida, dejando de lado sus temores y atreviéndose a vivir una nueva aventura en su vida. O tal vez la primera a la que se aventuraría.




HOLA HERMOSAS AQUÍ LES DEJO ESTOS DOS CAPÍTULOS. NUESTRA CELESTE SE ESTA ATREVIENDO AVENTURASE PARA VIVIR LO QUE NUNCA SE LE PERMITIÓ.

¿QUÉ TAL LES ESTA PARECIENDO LA HISTORIA HASTA EL MOMENTO?

LAS LEO EN LOS COMENTARIOS. 🖤❤️

LA PUREZA DE SU MIRADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora