— ¿Qué haces aquí? Pensé que todos ya se habían ido... — Con asombro miré aquella pequeña sombra que se acercaba desde la más profunda oscuridad de la antigua cabina llena de polvo.
Temerosa, la sombra se detuvo al filo de la oscuridad y la luz, mirándome aparentemente con escepticismo, quizás evaluándome en silencio, o pensando cómo es que había terminado aquí...
— ... — Sin emitir palabra alguna, la sombra torció su pequeña cabeza hacia un lado y me miró.
- ¿Acaso no me oyes? ¿Me entiendes siquiera...? — Le devolví la mirada, también torciendo mi cabeza ligeramente.
— ... — Mí gesto, aunque efímero, pareció agradarle ya que, a pesar que no me devolvió la palabra, volvió su cabeza a su lugar sin dejar de mirarme con lo que percibí, eran sus oscuros y profundos ojos.
Su rostro era apenas perceptible, parecía carecer de uno, siendo solo una especie de lienzo negro con algunas pocas características humanoides...
—Obviamente no me entiendes, ya hace cientos de años que soy el único en este mundo, desde que todos se fueron, desde que ella se fue... no he hablado con nadie... Ven, siéntate, siéntate frente al fuego... — La invité con un ligero gesto de mí mano, señalándole un pequeño espacio frente a la acogedora caldera — El mundo es muy oscuro como para quedarse en la oscuridad. No tengas miedo, no muerdo, tampoco ataco, ya no queda nada ni nadie que pueda herirme, dudo que un alma errante como tú, o "una sombra" como diría alguien que ya no está, quiera siquiera atacarme...
Los recuerdos de aquella vida, de aquella persona me abrumaron de repente, envolviéndome en un saco de nostalgia y lágrimas. Tantos son los recuerdos, tantas son las vidas que vi pasar con mis ojos y miles las que sentí al rescatarlos. Todas ellas guardadas dentro de mí y atesoradas cada una en una lagrima.
Esa sombra... Aquel etéreo cuerpo aniñado que yacía parado entre la luz y la oscuridad, mirándome distante, me recordaba a tantas personas y a ninguna a la vez... Pero era "alguien" y no podría estar más feliz con eso. Aún quedaba alguien en este mundo además de mí...
— Ven, siéntate — La volví a invitar con un tono apacible — Sé que estas cansada... Todos los estuvieron una vez y yo también lo estoy. Haberme quedado atrás para resguardar el recuerdo de los demás es duro y tú pareces perdida, así que si gustas conceder a este viejo guardián un oído que quiera escuchar sus historias... Te pediría que por favor te quedaras, aunque sea oyendo una de mis historias...
Frente a mi humilde petición, la sombra con timidez y algo de miedo ante los vivos destellos de luz que emitía aquella gran caldera, se acercó dando pequeños pasos hacia el calor del fuego, permitiéndome ver con mayor claridad aquella etérea aura oscura que la rodeaba cada vez que la caldera emanaba una nueva llamarada de vida...
Con un poco de gracia y torpeza la sombra se sentó frente a mí, mirándome con lo que parecía la ansiosa sonrisa de un niño esperando un cuento antes de irse a la cama...
— Aunque sé que no hablas, significa mucho para mí que te hayas quedado — Sonreí, ofreciéndole una pequeña reverencia con mí cabeza.
— ... — La sombra, escueta en sus palabras me devolvió la reverencia con timidez, permitiéndome seguir.
— Tengo cientos de historias, miles por cada una de las personas que una vez me acompañaron o las cuales salvé en su debido momento. Alegría y felicidad... Tristeza y melancolía... Ira y enojo... Amor y pasión... Todo finamente entretejido con los hilos de la vida de cada persona... cada experiencia, vivencia y dolencia, todo agrupado en una partícula de arena en la gran playa de vidas qué vi pasar ¿Quieres oír esas historias pequeña sombra...?
Con una actitud algo infantil la sombra asintió con fuerza, cruzándose de piernas y apoyando su cabeza sobre sus ansiosas manos...
— Estoy tan ansioso como tú por contar estas historias... — Le confesé con una melancólica sonrisa — Eres la primera entidad que veo en cientos de años... ya nada queda ahí afuera si has prestado atención. — Señalé aquel delgado cristal en la ventanilla que dividía la gélida oscuridad exterior con el cálido ambiente de la destartalada cabina.
Cabina donde varias almas una vez compartieron hogar, aquella que vio la incansable lucha por sobrevivir de unos jóvenes que solo se tenían el uno al otro. Aquella que vio la despedida de muchos y que ahora, resguarda los recuerdos de todos los que una vez la habitaron...
— Solo somos tú y yo en este viejo tren... Tren que aún circula entre los restos de lo que una vez fue un mundo lleno de vida, y que ahora no es más que un cascaron vacío, una reminiscencia de lo que una vez fue... — Comenté con tristeza a la atenta sombra que me miraba impaciente — La primera historia... Un joven que lo perdió todo, un joven a quien la vida lo privó de absolutamente todo, un joven sin un propósito ni nombre, solo aquel apodo dado por quien una vez lo cuido...
Alguien que luchó contra viento y marea para sobrevivir dentro y fuera de su mente, buscando algo... algo que le diera sentido a su vida...
— Dime pequeña sombra... ¿Cuál es el propósito de una vida vacía, donde ya no tienes nada salvo recuerdos de antaño? ¿Qué hacer si tú único propósito en la vida es morir...? Esa es la historia que quiero contarte... La historia de aquel joven sin nombre que lo dio todo para salvar a una persona, aquella que lo devolvió a la vida...
ESTÁS LEYENDO
La Loba y El Maquinista
RomanceUn huérfano sin nombre, perdido y atormentado por su pasado. Sus únicas posesiones, un tren, una pistola y... aquel maldito nombre... aquel que le dio su salvador cuando era niño y una maldición que le corrompe la mente a diario... Perdido y sin rum...