EXTRA

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Victoria y Carlos salieron a la calle, esta vez la cantante ya iba caminando con las mayores sonrisas que sus rostros podían formar.

El madrileño no soltaba la mano de Victoria, una parte de él no creía que eso en verdad estuviera pasando, era muy bueno para ser verdad, Victoria, por otro lado, no estaba pensando en mucho, solamente estaba feliz.

Tal vez porque era muy pronto, en cuanto su cerebro registrara lo que acababa de suceder probablemente reaccionaría más eufórica.

—¿A dónde vamos? —La voz de Carlos lo hizo voltear a verlo sin que la sonrisa de su cara se borrara.

—Ya te dije, te llevaré a mi departamento, guapo.

Carlos sonrió inconsciente al notar la mirada que su novia le regalaba.

—¿Bodoque estará? —Fue imposible para el piloto no pensar en el gato de Victoria.

La cantante soltó una carcajada haciendo que el ya conocido ceño fruncido de Carlos apareciera en su frente.

—Obvio, no es como que lo pueda correr por unas horas. Además, no puedes pedirle que se vaya, es su casa.

¡Dios! Cuando había extrañado molestarlo, era tan fácil y le salía tan natural.

—No me refería a eso —El madrileño siguió caminando y sin miedo en su voz dijo —Lo extrañé.

Victoria asintió y Carlos no supo si fue él o la sonrisa de Victoria se borró por unos segundos, solo para volver a aparecer.

—Creo que él también lo hizo —Victoria comentó pensando en su gato y lo mucho que se había deprimido sin el piloto, pero ¿cómo se lo decía? No era algo que quería mencionar ahora que estaban juntos y que todo parecía perfecto.

Carlos caminaba por la ciudad siendo jalado básicamente por Victoria, sintiendo como ella se movía más rápido que él.

—Guapo, no puedes caminar como en Madrid. Aquí la gente te empuja.

—Ya voy —Respondió Carlos rodando los ojos. Le iba a costar acostumbrarse a esa odiosa ciudad.

Después de unas calles más, la parejita llegó al edificio de Vic, donde entraron saludando a Michael y prácticamente corrieron al elevador como dos chiquillos con las hormonas alborotadas.

Carlos simplemente no podía quitarle las manos de encima y Victoria no ponía resistencia alguna.

En cuanto las puertas del elevador se cerraron, el madrileño no perdió tiempo y colocó sus manos alrededor de la cintura de Victoria acercándola lo más que pudo a él y cerrando la distancia con un beso.

Se sentía como un hombre desesperado, como si hubiera estado meses en el desierto y por fin hubiera encontrado un oasis donde tomar un poco de agua y descansar.

Victoria le respondió el beso y todo parecía ir de maravilla hasta que el elevador se detuvo en un piso mostrándoles a una señora de tercera edad y su perrito, un Yorkshire terrier, entrar a este.

La pareja se separó y tomó cierta distancia mientras se veían de reojo tratando de no soltar una carcajada por la mirada de desaprobación de la anciana.

El resto del camino al departamento de Victoria fue sumamente incómodo y pareció tardar años.

Una vez afuera del elevador, Victoria nuevamente tomó la mano de Carlos y salió corriendo en dirección a su puerta, con ambos riendo como niños pequeños, así como la vez que se habían metido a robar a la fiesta en Abu Dhabi.

—Apresúrate, preciosa —Carlos la regañó al ver como no podía abrir la puerta.

—Cállate —Victoria comentó con molestía, pero si no estuviera igual de urgida que él probablemente se le hubiera ocurrido algo más inteligente que decir.

Cuando Todo Empeora [Carlos Sainz Jr]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora