Capítulo 34: Como la primera vez

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...

Llegamos a casa, Joe y Damiano nos ayudaron con las bolsas, Bella se despidió de Joe y se fue a su habitación, minutos más tarde Damiano hizo lo mismo; mientras que nuestro tercer hijo estaba dormido en el sillón desde que llegamos. No quise hablar con Joseph, sabía que desde que abriera la boca se venía otra estúpida discusión, intenté cargar a Tony pero como era obvio fracasé en el proceso por lo cual se despertó, me sonrió y se fue directo a su habitación, para mi buena suerte le entró una llamada a Joseph así que aproveché para evitar una ya muy repetitiva discusión.

Entré a mi habitación, tomé una pijama y me adentré en el baño, me di una ducha demasiado rápida pues estaba ansiosa por fumarme un porro y calmar mi ansiedad. No podía dejar de pensar en Donovan, en California, y en como mi suegra se estaba entrometiendo tanto en mi vida que temía que Arabella un día supiera quien era en verdad su padre.

¿Quieres hablar? -escuché su voz entre la oscuridad-

No realmente -dije encendiendo la luz-

Elvi...

No, Joseph... -dije sin verlo- Y por favor, deja de entrar a mi habitación como si fuera tuya

Toqué un par de veces, creo que estabas perdida entre la música

Como sea... -dije cepillando mi cabello- ¿Vas a dormir aquí?

No... -aclaró su garganta- No quiero molestar

-rodé los ojos- No voy a rogarte

No esperé que lo hicieras -dijo sonriendo de lado-

Bien... -dije ocultando mi sonrisa-

Sé que te asusta todo Elvi, creo que fuiste tú quien más pasó por cosas

Dije que no quería hablar... -abrí el cajón y tomé un porro-

¿Y eso?

-me encogí de hombros- Armando me lo regaló

Creí que ya no te metías nada

No lo hago, sólo hoy quiero relajarme -dije caminando hacía la ventana-

¿Me darías un poco?

¿Joseph Quinn? ¿Fumando hierba por su propia voluntad?

Sólo hoy es la excepción -se encogió de hombros-

...

Elvira sonrió, era una sonrisa de esas que adoraba causar en ella pues todo el tiempo estaba haciéndome muecas pero a veces le era inevitable sonreír ante un comentario.

Abrió la ventana, el aire despeinó un poco su cabello humedo a lo que solo se encogió por el frío, sacó un poco su cuerpo por la ventana para asegurarse que los niños no tuvieran la suya abierta, hasta parecíamos un par de adolescentes escondiéndose para fumar un poco de hierba... Se acomodó en el marco, subió una pierna para poder sentarse mientras se acercaba el porro a los labios, lo encendió y dio una calada; intentó no toser pero supongo el tiempo había hecho de las suyas en desacostumbrarse. Sonrió de nuevo, estiró su mano y yo alcancé el cigarrillo, ese olor tan peculiar y el cual nunca me gustó inundó de nuevo mis fosas nasales... Lo acerqué a mi boca, di un par de caladas hasta que me hizo toser, esto no era para mi pero con tal de tener un momento con Elvira, haría lo que fuera.

« Nigromante »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora