Capítulo 70: Amenaza

26 9 1
                                    

...

Gran parte de la noche la pasé conociendo gente nueva entre políticos y socios de Armando. Rodrigo no se me despegó en ningún momento lo que causaba celos en el prieto, realmente no pretendía nada con el chico, era demasiado guapo pero ahora mi mente estaba sobre otras cosas.
Sofia fue quien peor me trató durante la noche, era una chiquilla y no la culpaba por sentir celos pues no estaba equivocada al pensar en que Armando y yo teníamos algo.

Elvi, ¿quieres? -me pasaron una bandeja con cocaína-

Estoy bien, gracias -dije sonriendo-

Que buena merca, le sacaste bien la receta al diablo -dijo Rodrigo limpiando su nariz-

Está mejorada, ¿Verdad Armando? -lo volteé a ver-

Justo así, no es nada más una cara bonita tiene una mente brillante -me sonrió-

Pues yo opino que te vengas a México, faltan mujeres como tú por estos lados -dijo el señor Quintero-

Pero si aquí hay mujeres buenísimas, incluso me atrevo a decir que muchísimo mejor que yo -reí- No las desacrediten

Bueno, en eso tienes razón -dijo Rodrigo- A veces creo que subestimamos el poder que tienen en un negocio como este

El problema es no enamorarse, a todos aquí -nos señaló- Nos ha ido mal, así que o tienes todo el dinero o todo el amor ¿O no Armando?  -dijo Quintero-

Eso es verdad -sonrió-

Bueno hombres, pero ahora deberíamos aprovechar los que estamos reunidos aquí para saber que es lo que haremos contra esos imbéciles -dijo Rodrigo-

Estaba pensando en... -abrió las manos y llevó su mirada hacia arriba- Una repisa, la cabeza de cada uno de ellos -dijo Armando-

Estás loco -dijo Rodrigo riendo-

Manolo, Maylli, Dorian... -enumeró-

Y Damon -dijo Rodrigo- Ese puto mocoso me tiene hasta la madre

¿Quién es Damon? -pregunté-

Nadie lo sabe, es el protegido de Dorian -dijo Armando- Ni yo lo conozco, sólo Rodrigo sabe de él

Quizás lo inventó para tener un enemigo -dijo Quintero riendo-

En eso puedes tener razón -sonrió Rodrigo y bebió de su whiskey-

¿Tienes hambre? -acarició Armando mi muslo-

Un poco, ¿puedo ir a una de tus habitaciones?

¿Me quieres llevar? -sonrió y se acercó a mi-

No... -dije riendo- Necesito llamarle a mis hijos

Ve flaquita, a la que quieras...

Gracias -sonreí y me puse de pie-

Que te cuiden bien la puerta -dijo antes de alejarme-

Me adentré en casa de Armando, me sentía algo ebria pero no lo suficiente para caerme. Caminé hasta la cocina, tomé una cerveza y me dieron un plato con comida; abrí la primer puerta que se me cruzó y me senté sobre el suelo.

« Nigromante »Donde viven las historias. Descúbrelo ahora