𝔼𝕝 ℙ𝕖𝕟𝕤𝕒𝕕𝕖𝕣𝕠

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~𝐍𝐚𝐫𝐫𝐚 𝐇𝐞𝐚𝐯𝐞𝐧~

—Hola, Potters—dijo Moody—. Entren.—

Los tres entramos.

Ya en otra ocasión había estado en el despacho de Dumbledore.

Se trataba de una habitación circular, muy bonita, decorada con una hilera de retratos de anteriores directores de Hogwarts de ambos sexos, todos los cuales estaban profundamente dormidos.

El pecho se les inflaba y desinflaba al respirar.

Cornelius Fudge se hallaba junto al escrito de Dumbledore, con sus habituales sombrero hongo de color verde lima y capa a rayas.

—¡Harry! ¡Hannah! ¡Heaven!—dijo Fudge jovialmente, adelantándose un poco—. ¿Cómo están?—

—Bien.—mintió Harry.

—Precisamente estábamos hablando de la noche en que apareció el señor Crouch en los terrenos—explico Fudge—. Fueron ustedes quienes lo encontraron, ¿verdad?—

—Sí—conteste. Luego, pensando que no había razón para fingir que no había oído nada de lo dicho, añadí:—Pero no ví a Madame Maxime por allí, y no le habría sido fácil ocultarse, ¿verdad?—

—Sí, bien—dijo Fudge incómodo—. Estábamos a punto de bajar a dar un pequeño paseo, muchachos. Si nos perdonan... Tal vez sería mejor que volvieran a clases.—

—Nosotros queríamos hablar con usted, profesor—se apresuró a decir Harry mirando a Dumbledore, quien le dirigió una mirada rápida e inquisitiva.

—Esperenme aquí, muchachos—nos indicó—. Nuestro examen de los terrenos no se prolagará demasiado.—

Salieron en silencio y cerraron la puerta.

Al cabo de un minuto más o menos dejaron de oírse, procedentes del corredor de abajo, los secos golpes de la pata de palo del falso Moody.

Miré a mi alrededor.

—Hola, Fawkes.—saludó Hannah.

Fawkes, el fénix del profesor Dumbledore, estaba posado en su percha de oro, al lado de la puerta.

Era del tamaño de un cisne, con un magnífico plumaje dorado y escarlata.

La saludó agitando en el aire su larga cola y mirandola con ojos emtornados y tiernos.

Me senté en una silla delante del escritorio de Dumbledore.

Durante varios minutos me quedé allí contemplando a los antiguos directores del colegio, que resoplaban en sus retratos, mientras pensaba en lo que acababa de oír y me pasaba
distraídamente los dedos por el brazo izquierdo: ya no me dolía.

Mire la pared que había tras el escritorio: el Sombrero Seleccionador, remendado y andrajoso, descansaba sobre un estante.

Junto a él había una urna de cristal que contenía una magnífica espada de plata con grandes rubíes incrustados en la empuñadura; la reconoció como la espada que no había podido sacar del Sombrero Seleccionador cuando me hallaba en segundo.

Aquélla era la espada de Godric Gryffindor, el fundador de la casa a la que pertenecía, pero de la que no tenía que pertenecer.

La estaba contemplando, recordando cómo no la había podido sacar, cuando ví que sobre la urna de cristal temblaba un punto de luz plateada.

Busque de dónde provenía aquella luz, y vi un brillante rayito que salía de un armario negro que había a mí espalda, con la puerta entreabierta.

Dude, miré a Fawkes y luego me levanté; atravesé el despacho y abrí la puerta del armario.

𝓗𝓮𝓪𝓿𝓮𝓷 𝓟𝓸𝓽𝓽𝓮𝓻 (Draco Malfoy)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora