veinte.

3.6K 269 15
                                    

—No, el problema es que te apareces aquí como si nada.

Se acomodó en el sillón desesperado.

—No sabía cómo hacerlo, no sé cuál es la forma correcta de recuperarte, Mar.

—Gabriel, las últimas semanas ni siquiera notabas si estaba o no.

—No es eso, estaba muy estresado —contestó—. Pero ya hablé con la empresa y les dije que no puedo estar todo el tiempo chambeando, tengo que estar con mi chula.

Rodé los ojos.

—Ya habíamos hablado de esto.

—No, a mí no me dejaste contestar —se sentó cerca de mí—. Te fuiste y no me escuchaste.

—Porque ya no había más que decir, Gabriel —contesté—. Tú y yo ya no sabemos estar juntos.

Miré su cara y quería reírse.

—¡Esto es serio! —pegué en su pierna—¿Qué te pasa?

—Mi amor, ¿tú de verdad crees que nos vamos a separar? —me preguntó divertido—. No éramos ni capaces de estar más de un día juntos y crees que nos vamos a separar.

—Eso era antes —dije seria—. Creo que es más que obvio que ahora ambos podemos estar perfectamente bien sin el otro.

Se puso completamente serio y volvió a removerse para estar sentado más junto a mí.

—¿Estás bien sin mí? —asentí—. ¿Aquí con Óscar?

—No empieces.

—Pues yo no estoy bien sin ti, chula —dijo acercando su cara más a mí—. Y yo sé que tú tampoco, como si no te conociera.

Bajé mi mirada a sus labios. Por supuesto que extrañaba estar con él. Desde que lo vi, moría por abalanzarme sobre él.

Y por supuesto que no creía que nos fuéramos a separar. Yo tampoco podía estar alejada de él.

—Gabriel, yo también te conozco y tú ya no quieres esto —lo miré frustrada—. Jamás te habías olvidado siquiera del día que cumplimos meses.

No supo qué decir.

—¿Te soy sincera? —asintió—. Yo creo que esto realmente ya no te importa y solo no puedes soltarlo.

—No es así, Maressa —contestó molesto—. Yo sigo bien enamorado de ti y si necesitas que te venga a rogar a diario, pues aquí estaré, a la verga.

—No, no quiero eso.

—No quieres que venga a rogarte? —negué—. ¿Pues ya no me quieres o qué?—me pregunto triste.

La forma en que me lo preguntó me encogió el corazón, quería abrazarlo y decirle que me moría de amor por él.

—No es eso, Gab —respondí—. Ya no quiero estar siempre triste esperándote.

Asintió.

—Yo sé que me pasé de verga, Mar —tomó mi mano—. Y me arrepiento mucho porque sé que el problema no solo fue que me haya olvidado del aniversario.

Miré nuestras manos entrelazadas, de forma muy disimulada, las junté más.

—Te pido disculpas pero eso no es lo único que haré, aquí me tendrás diario hasta que pueda arreglar todo lo que he hecho.

No respondí, solo lo miraba. Dio un beso en mi mejilla.

—Ya me voy, chula, pero nos veremos mañana, no te preocupes —sonreí.

Me levanté para despedirlo, cuando abrí la puerta, me detuvo para acercarse a mi oído.

—Nada más no te quiero tan pegadita al Óscar, ¿eh? —carcajeé—. Ya te dije, Maressa.

fendi;gabito ballesterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora