nueve.

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Gabriel hablaba por teléfono mientras yo adjuntaba el documento de mi tesis al correo.

—Pues sí, ya ni modo —decía mi novio, quien estaba acostado detrás de mí—. Órale, bye.

Mi dedo movía el ratón nerviosamente mientras mordía mi labio y movía la pierna.

—¡Ya hazlo! —dijo Gabriel agarrándome de los hombros.

—Es que le he echado tantas ganas que si lo rechazan, lloraré.

—No lo van a rechazar —puso sus manos en mis caderas—. ¿Quieres que lo lea otra vez?

—¿Puedes? —pedí.

Sabía que ya lo había leído cuatro veces entre ayer y hoy, pero la aprobación de Gabriel me daba tranquilidad.

Me acosté a su lado mientras él lo leía.

—Ya está, mi amor —dio un beso en mi mejilla—. Ahora sí, no tengo ni una sola corrección, está perfecto.

—¿En serio lo crees? —asentí—. Mándalo.

—Ah no, hazlo tú, Maressa —se quejó—. ¿No estás contenta de mandar tu trabajo?

—Es solo que si está mal y todos...

—Ya, Mar, no voy a dejar que te sigas bajoneando —tomó mi cara entre sus manos—. Esto es igual de grande que todo lo que me festejas a mí.

Suspiré y sin decir más, apreté el botón de enviar.

—¡Ay, por fin! —dijo mi novio feliz.

Me tomó entre sus brazos y comenzó a agitarme. Yo solo reía.

—Bravo, mi chula hermosa —se detuvo para darme un beso—. Vas a ver que saldrá bien, yo lo sé.

—Eso espero, porque sino tendrás que mantenerme para siempre.

—Yo feliz —dijo encima de mí—. Mientras que esta belleza se quede conmigo toda la vida.

Sonreí.

—¿Sabes qué? Vamos a irnos a cenar al lugar más bonito de todos para celebrar.

—Todavía no sabemos si la aceptarán.

—Yo sí lo sé, la van a aceptar —dijo cerca de mi boca—. Y así, cuando te la acepten, haremos una fiestota.

Sonreí y él se escondió entre mi cuello.

—Todo para mi chula.

Los días pasaron y aún no había correo alguno sobre si mi tesis había sido aceptada o rechazada. Yo no podía estar más nerviosa y sensible porque imaginaba lo peor.

—¿Estás llorando, mi amor? —preguntó Gabriel adormilado.

Quité mis lágrimas rápidamente y agradecí que la habitación estuviera completamente a oscuras.

—No, amor, duérmete.

—Si estás llorando, Mar —me hizo mirarlo—, ¿qué tienes?

—Es que yo creo que la van a rechazar y tendré que hacer todo otra vez, estoy muy cansada ya.

Gabriel me acercó a su pecho abrazándome mientras yo lloraba.

—¿Sabes por qué estoy tan tranquilo? —esperé su respuesta—. Porque yo sé cuánto te has esforzado y cuando alguien se esfuerza tanto como tú, las cosas tienen que salir bien.

—Pero no han salido las veces pasadas.

—Y te has levantado y le has echado más ganas, mi amor —dejó un beso en mi cabeza—. Ya, tranquila, no me gusta verte así.

Asentí limpiando mis lágrimas.

—Perdón, es solo el estrés.

—Todo va a salir muy bien, vas a ver.

Pasamos la noche hablando y él me animó. Agradecí con todo mi corazón tenerlo a mi lado.



—¿Ya te vas? —pregunté adormilada.

—Sí, mi amor, llego y nos vamos a cenar, ¿sí?

Asentí.

—Que te vaya bien, amor —se acercó para darme un beso—. Te amo.

—Te amo —dije antes de que saliera del cuarto.

Dormí un rato más y después me levanté a desayunar y arreglar la casa.

Por la tarde, llegó un correo y sentí mi estómago volcarse, mi mano comenzó a temblar y mis nervios subieron al tope.

Me senté en el sillón y tardé varios minutos en abrir el correo. Ojalá estuviera aquí mi novio.

Suspiré y lo abrí.

ACEPTADO.

Grité de emoción, mi felicidad subió al tope y comencé a brincar mientras marcaba el número de mi novio.

—Bueno, ¿mi amor? —me contestó susurrando—. Ando trabajando, ¿qué pasó?

—¡La aceptaron! Ya la aceptaron, ya puedo presentar.

Lo escuché gritar.

—¡A huevo, mi amor! —dijo feliz—. Qué bueno, yo sabía, te dije.

—Por fin, quedó.

—¿Sabes qué? Ahora mismo voy para allá.

—Pero estás trabajando.

—Me vale madres, quiero festejar con mi reina.

Dicho eso, colgó y una hora después, mi novio estaba llegando a casa.

—¡Felicidades, mi amor! —dijo en cuanto abrí la puerta con un ramo de rosas en la mano.

Brinqué hacia él, obligándolo a cargarme mientras lo llenaba de besos.

—Te amo, te amo.

—Felicidades, mi chula, yo sabía —dio un beso en mis labios—. Estoy muy orgulloso de ti.

—Gracias —tomé su cara entre mis manos—. Gracias por acompañarme en todo.

—Nada de eso, esto es tu esfuerzo —me sonrió—. Y vamos a celebrarlo mucho.

Me volvió a besar.

—Arréglate, nos vamos a festejar.

Asentí.

Así fue, Gabriel me llevó a cenar a un restaurante precioso. Ambos íbamos vestidos de gala y platicamos mucho, al final terminé llorando de lo mucho que amaba mi vida junto a él.

—Es que te amo mucho —dije sonriendo con lágrimas en los ojos.

Gabriel carcajeó.

—Mi amor bella, yo a ti —dio un beso en mis labios—. Te mereces todo y yo te lo voy a dar.

—Soy muy feliz

fendi;gabito ballesterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora