Suspiré frustrada al releer la conclusión en mi laptop. No me gustaba nada. Sabía que ya la había cambiado muchas veces, pero seguía sin estar conforme. Quería que mi tesis fuera buena, obtener mención honorífica.
Seleccioné todo y lo borré.
—Amor, ya duérmete —escuché a Gabito.
—Una hora más y ya —dije sin prestarle atención, centrando toda mi mirada en la pantalla.
Pronto sentí cómo me arrebató la laptop y la cerró. Lo miré molesta.
—¿Qué te pasa?
Él me ignoró, salió del cuarto con mi computadora en manos y a los minutos regresó sin nada.
—No puedes seguir así, Maressa —me regañó, aún con la voz ronca—. Faltan meses para esos premios y tú no has dejado de atormentarte con ese estúpido documento.
Abrí la boca molesta.
—¿Estúpido? —pregunté—. Que no te interese no significa que sea estúpido, Gabriel.
Pude notar su arrepentimiento, pero yo ya estaba lo suficientemente enojada para perdonarlo. Además, no había dormido mucho intentando escribir más ideas nuevas, tenía varias tazas de café en mi sistema y poca paciencia.
—Lamento que no sea tan importante como tus canciones —me levanté de la cama—. Entiendo que tú estés recibiendo mucha atención, pero por primera vez, se trata de mí.
Salí del cuarto y es que era así, estos días habíamos salido demasiado ya que lo habían estado invitando a muchos lugares. Yo apenas tenía tiempo para escribir o pensar en qué aportar en mi tesis como había indicado mi asesor. Pero eso no lo veía él, solo notaba el nivel de atención que estaba recibiendo.
Me recosté en el sillón e intenté cerrar los ojos, pero unos pasos por el pasillo me hicieron abrirlos de nuevo.
—No vas a dormir ahí, te vas a lastimar.
—No me importa —me giré y le di la espalda.
—Si no quieres que te hable, no lo haré, pero ven a dormir a la cama.
—¿Tú te vas a ir de la cama? —él negó—. Entonces no quiero.
Lo escuché bufar.
—Tengo mucho sueño y mañana tengo una entrevista temprano, no estoy de ánimo para rogarte.
—Pues no lo hagas y vete.
—Perfecto, si quieres ir a la cama ahí te esperaré.
Pude escuchar sus pasos hacia la habitación de nuevo. Es un idiota.
Bastaron menos de diez minutos para que de nuevo lo escuchara salir de la habitación y venir hacia mí.
—Hazte a un lado —dijo intentando acomodarse a mi lado.
—No vamos a caber, Gabriel, quítate —intentaba con todas mis fuerzas no reírme.
—No voy a dormir solo, Maressa, sabes que no puedo.
—Pues no me importa —dije empujándolo con los pies.
—Me voy a caer —se quejó riendo—. Estate quieta ya.
Me hice a un lado para dejar que se acomodara mejor en el sillón junto a mí.
—¿Por qué eres tan enojona tú?
—Tú ya no me haces caso —me quejé—. Ayer ni siquiera llegaste a dormir, estuve aquí sola todo el día.
Lo escuché reír.
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fendi;gabito ballesteros
Fiksi Penggemar¿Qué es lo que ocurre cuando nada es recíproco en tu relación?