fendi;gabito ballesteros

cuarenta y dos.

—Que no, ya te dije que seguramente es de la empresa o algo —dijo Óscar—. A mí lo que me impresiona es que sigas pensando en ese wey. Ya me toca.

Rodé los ojos.

—Ya, esto es serio.

No podía dejar de ver la historia de aquella chica rubia donde aparecía Gabriel; era obvio que habían salido a cenar. Desde aquella pelea que tuvimos por el video, yo no había contestado ni él me había vuelto a buscar.

Por más que subía fotos mías, no había ni una reacción suya.

Muy en el fondo sentía que me lo merecía.

—Llevan casi un mes juntos, casi diario hay fotos suyas —me quejé—. No es solo una amiga, yo conozco esos ojos.

—¿Qué ojos?

Busqué el video del día anterior donde se veía a Gabriel y la rubia bailando al ritmo de la banda, agarrados y riéndose a carcajadas. Se lo mostré.

—Pues ya, déjalo que haga y deshaga —Óscar se recostó a mi lado—. Al final, ya está soltero.

Relamí mis labios.

—Y tú también —intentó tomar mi mano, pero la aparté.

—Creo que me iré, necesito tiempo sola, ¿sí?

Me levanté del sillón y tomé mi bolsa para luego acercarme a despedirme de él.

—Te llamo más tarde.

Sin decir más, salí casi corriendo de ahí. Apenas llegué al coche, me solté a llorar. Todo lo que me había aguantado por hacerme la fuerte y fingir que no lo extrañaba. La verdad es que me sentía profundamente sola y ahogada.

Encendí mi celular, suspiré y tecleé su nombre. Me debatí varias veces entre llamarlo o mejor calmar mi ansiedad.

Entonces pensé que no faltaba mucho para que él me buscara, para que quisiera arreglar las cosas. Pero así llevaba casi un mes, y no tenía ni un solo mensaje suyo, era como si en serio hubiera decidido renunciar a mí.

No quiero dejar las cosas así.

Me armé de valor y, temblorosa, apreté el botón de llamada.

—¿Bueno? —dije cuando, después de unos cuantos tonos, contestó.

—¿Mar? —sollozó—. ¿Qué pasó? ¿Estás bien?

—Te extraño mucho, perdóname.

—¿Estás borracha? ¿Dónde andas?

—No, es que yo no entiendo —sollozé de nuevo—. ¿Qué nos pasó?

Hubo un enorme silencio.

—De verdad ya no sientes nada por mi?—pregunto—Ni un poquito?