treinta y dos.

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—Ay, ¿en serio crees que me veo bonita? —le pregunté a la mamá de mi novio.

—Gabriel se va a derretir en cuanto te vea —sonreí—. Estamos muy orgullosos de ti, Mar.

—Yo les agradezco mucho que estén aquí, ustedes han sido mi familia durante estos años.

—Mi niña hermosa —acarició mi mejilla.

Miré nerviosa el reloj en mi celular.

—Ay, este muchacho nada más no llega, se le hará tarde —me dijo—. Ya le marqué pero no contesta.

—Debe estar muy ocupado con todo lo del disco —la tranquilicé—. Ya llegará.

Tecleé el mensaje a mi novio avisándole que podría entrar aún si llegaba tarde.

Unos minutos después, el anuncio de mi nombre me hizo temblar.

—Ay, de verdad no va a llegar? —pregunté a punto de llorar.

Me sentía como una niña pequeña que espera a su única figura de amor en el festival. Yo solo esperaba a mi novio.

—No, no pienses eso —me contestó—. Seguramente sí llegará, tú entra y cuando llegue le diré que pase.

Asentí. Iba a mandarle mensaje pero antes entré a Instagram para ver si ahí había rastro de él.

Entonces mi corazón se destrozó al verlo en la historia de Junior H de fondo y con un trago en mano riendo.

—No va a llegar —le dije a su madre—. Entraré ya, ¿sí?

No esperé respuesta porque sabía que me soltaría a llorar. Tecleé rápido un número y al instante me respondieron:

—¿Qué pasó, Mar?

—¿Puedes venir? —pregunté llorando—. Estoy solita y nadie va a escuchar mi tesis, la sala va a estar sola.

Sollocé.

—¿Dónde estás, Mar? —preguntó Óscar—. Voy para allá, tardaré un poco, pero si llego.

—No quiero estar solita, tengo mucho miedo.

Lloraba cual niña abandonada y perdida.

—No estás solita, yo sí voy a llegar —me tranquilizó—. Ahora respira, entra y hazlo como se debe, te va a salir muy bien.

Respiré intentando calmarme.

—Mar, eres la mujer más completa e inteligente que he conocido y esto es nada para ti.

Asentí.

—Si llegarás, ¿verdad?

—Ahí estaré, mi niña.

Me despedí y colgué. Respiré fuerte antes de entrar. No permitiría que el momento más importante de mi vida se arruinara por alguien a quien no le importaba.

—¿Lista? —me preguntó uno de los profesores que iba a evaluarme.

Asentí sonriendo. Así, estuve una hora explicando mi trabajo hasta que llegó la hora de agradecimiento:

Antes de comenzar a siquiera escribir este trabajo, ya sabía para quién se dirigiría, a mi más grande amor. Pensaba que solo pondría su nombre porque ninguna de mis palabras le haría justicia a su bondad.

Y es cierto, ninguna de mis palabras le harán justicia a lo mucho que significa el más grande de mis amores: Gabriel Ballesteros. Pero eso no significa que me quedaré de brazos cruzados, porque si de algo me he dado cuenta en estos años es que, en lo mejor que sé escribir es sobre el amor que le tengo.

Gabriel y yo llevamos cinco años juntos. Podría enumerar los momentos en que supe que estaba enamorada y estos serían miles porque mi primer enamoramiento estuvo desde la primera vez que lo vi. Es evidente que no diré todos pero sí los más importantes.

Gabriel merece ser mi agradecimiento completo. Nadie más me dijo que sí cuando hablé de mis sueños. Él no solo dijo que sí, sino que me ofreció su apoyo aún sin tener nada. Gabriel se desvivió por mí. Me dio a manos llenas y sin tener nada en ellas, me lo consiguió todo.

Se hizo mi mejor amigo, mi mayor confidente, mi única compañía y mi amor más grande. Gabriel, hoy aquí te digo que todo en mí te pertenece. Has sido mi hogar por años y lo menos que puedo hacer es entregarme a ti en todas las formas posibles que puede hacerse. Y si existen otras vidas, en esas también lo haré.

El reconocimiento de hoy no es mío, es de mi más profundo amor. Del hombre que se desveló conmigo leyendo, que me esperaba para ir a dormir en las noches de exámenes y quien me consolaba por el estrés. Yo no merezco reconocimiento alguno cuando todo lo que me sostuvo para llegar hasta aquí fue su amor.

Terminé el discurso llorando. Avergonzada, me daba pena que mis evaluadores me hayan escuchado dar una exclamación de amor puro a alguien que no se interesa en lo más mínimo en mí.

En medio de una sala completamente sola, yo exclamando amor por alguien que estaba contento festejando sus propios logros. Nadie a mi lado.

Nadie aplaudió y salí de ahí sintiéndome humillada.

fendi;gabito ballesterosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora