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Los pecadores lo seguirán siendo

daemon's perspective

Los días siguientes fueron sin duda muy ajetreados con todo lo que sucedería al irnos. Por una parte, los más pequeños de mis hijos lloraban al no querer irse del lugar que veían como un hogar pensando que tendrían que también abandonar a sus dragones aquellos quienes habían reclamado ya uno.

Ciertamente la historia de cómo Rhaella, la quinta de mis hijas, se convirtió en la jinete de uno de los dragones más temibles era algo que a su madre nunca le hacía mucha gracia al recordar los sucesos. Fue en uno de nuestros viajes a Rocadragón en el que trajimos a los más pequeños también, durante una reunión, Rhaella se escabulló y decidió ir a buscar a un dragón a quien reclamar por su propia cuenta sin avisarle a nadie. Burló la vigilancia de los guardias reales, lo cual ciertamente era demasiado sencillo de hacer. Yo solía hacerlo demasiado en mi juventud, así que nada de culpa le cayó por mi parte. Bueno, volviendo al asunto principal. Rhaella no planeaba reclamar a Caníbal sino a Fantasma Gris, con quien pensó que tendría más posibilidades.

Sin embargo nada salió en plan, ya que mientras estábamos en la reunión todos oímos el feroz rugido de un dragón y nos levantamos hacia la ventana para ver. Pudimos ver a un dragón con escamas tan negras como la noche y una joven princesa similar a Rhaella montándolo, obviamente era Rhaella, a Alana casi le da un ataque al saber que su pequeña hubiera asumido ese riesgo.

Aunque a mí me enorgulleció bastante, debía de ser igual de tozuda y valiente que yo.

—¿Ahora papá se tiene que ir?—dijo con toda la pena del mundo en la vocecita de Alyssane.

—Solo serán un par de horas.—consoló Alana a la menor de nuestras hijas, quien parecía no poder separarse de mí últimamente y a mí me resultaba tan adorable.—Y luego papá vendrá.

—Por supuesto Aly, venga vete con mamá de momento.

Le di un beso de despedida a Alana antes de dirigirme a la última reunión del Consejo que tendría hasta dentro de dos semanas por lo menos. Me alegraba bastante no tener que verle con tanta frecuencia al bastardo y desgraciado de mi suegro y a la muy altanera y puta de mi nuera.
Eso era una de las muchas bendiciones que mudarme a Rocadragón me traería. Además de que pasaría muchísimo más tiempo con mi familia y Alana. Nosotros dos teniendo memorias muy especiales en Rocadragón, habían ciertos lugares en los que estábamos seguro que engendramos a alguno de nuestros hijos. Uno de esos lugares era la mesa de piedra del mapa de Westeros.

Arreglé un detalle en mi chaqueta antes de entrar en la sala del Consejo, caminé con la cabeza alta sin importarme las miradas ajenas y tomé la bola de cristal del Heredero al Trono de Hierro y Principios de Rocadragón. El nuevo copero real ofreció servirme algo de vino a buenas mañana pero me negué. Mejor para luego si le lanzo una silla a Otto Hightower en la cabeza.

—A buenas horas nos agracia con vuestra presencia, su alteza.—dijo la Mano del Rey con un tono y cara de pocos amigos.

—Me alegro de no haber agotado su paciencia, Ser Otto.—le sonreí falsamente, dejando al rey proseguir con la reunión que había en mente. Este hombre sabía cómo ponerme de los nervios.

—A pesar de la tardanza de ciertas personas.—comentó el rey Viserys mirando fijamente al Príncipe Daemon, quien no mostraba culpa alguna.—Hay algo que siento importante anunciar a este Consejo Privado, mi hermano junto a su familia tomarán la residencia oficial del Heredero al Trono de Hierro, en Rocadragón, permanentemente.

𝐇𝐀𝐓𝐄𝐑𝐒-daemon targaryen fanfiction Donde viven las historias. Descúbrelo ahora