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Marcaderiva I
"El funeral"


alana's perspective


Hace un par de días habían llegado a la Fortaleza Roja, la triste noticia del fallecimiento de Lady Laena Velaryon. Quién lamentablemente murió junto con su hijo en el parto. "Espero que eso no me suceda a mí..." pensé divagando en mis pensamientos. Estando fresca la memoria del deceso de la Reina Aemma Arryn, alguien a quien yo tenía en alta estima desde que llegué a la Corte a temprana edad. La reina me dijo que me parecía tanto a mi padre y a la vez no, cuando estaba a su servicio como dama de compañía uno de mis primeros días. Siempre tenía ese aura tan tranquilo, una sonrisa reluciente y era una buena madre y reina consorte. Vi desde hace años el esfuerzo que hacía la reina para darle ese ansiado heredero al Rey Viserys—sin éxito— y el sufrimiento que tenía cada embarazo, la mayoría que nacían muertos o eran abortos espontáneos.
Supuse que la última vez, el estrés le había llegado a ella. Hasta que conocí la verdad.
Era mi padre quien estaba tras todo esto, pero nunca me atreví a decir por no tener pruebas.

Por lo que no podía evitar pensar que algo así podría sucederme a mi, que mi propio padre, Otto Hightower, sería perfectamente capaz de hacerme pasar mi muerte como la de la Reina Aemma. Tenía algo de miedo, pero sabía que Daemon me protegería. Él siempre lo hacía.

Volviendo al asunto principio, Laena Velaryon era la cuñada de Rhaenyra y ambas eran bastantes cercanas desde que la última se casó con el hermano mayor de la primera. No hace pocos años atrás Rhaenyra había dado a luz a su tercer y último hijo, Joffrey Velaryon. Ya que sería el último, por algunas complicaciones durante el parto que le quitó la habilidad de tener más hijos.

—¿Alana estás lista?—entró Daemon a los aposentos.—El carruaje hasta el puerto está esperándonos.—él se acercó a mí y acarició mi barriga de casi nueve lunas.—¿Qué crees que será esta vez?

—Quizás una niña más, aunque sé que te gustaría otro niño.—respondí.

—Lo que sea, con que sea nuestro, no me importa nada en absoluto.—dijo. Si me preguntabas hace años si Daemon Targaryen sería un buen padre, te diría que no. Pero me había demostrado lo contrario cuando nacieron nuestros primogénitos.—¿Vamos?

—Mhm.

/•••/

Una vez que nos subimos al barco, el trayecto hasta Marcaderiva no fue muy largo o pesado el viaje. Llegamos justo cuando los demás también, y esa misma tarde se celebró aquel funeral. Todos estábamos reunidos ahí para despedir a Lady Laena Velaryon, una madre para dos niña que tanto la amaban. Sinceramente, no tuve mucha relación con ella pero me caía bien de las pocas interacciones que habíamos tenido a lo largo de los años. Eso sí, mantuvo una relación cercana a Rhaenyra. Al ser cuñadas, pasaban mucho tiempo juntas por Laenor y el esposo de Laena—quienes se llevaban de maravilla.—y podía verla notablemente afectada por la muerte de Laena Velaryon. El discurso funerario fue presidido por Vaemond Velaryon, el hermano menor de Lord Corlys Velaryon, es decir, solamente un segundo hijo de Marcaderiva. De quien había oído rumores fuertes de ambiciones por más de lo que tenía.

—Hoy estamos todos aquí reunidos en la Sede del Mar para entregar a Lady Laena Velaryon, a las aguas eternas de los dominios del Rey Tritón. Donde él la guardará hasta el fin de todos los días.—comenzó diciendo Vaemond, mientras los guardias preparaban para tirar el ataúd de piedra al mar tras el discurso.—Al echarse a la mar para hacer su último viaje, Lady Laena deja a sus dos hijas legítimas en la orilla.—podía notar como todos se voltearon o a mirar a Baela y Rhaena o a mirar a mis hijos o los de Rhaenyra. Ya que casualmente a ambas nos rodeaban rumores de bastardía de nuestros chiquillos, aquí ahora todo el mundo podía acusar al hijo de alguien de ser bastardo y le seguirían como oveja al rebaño.—Aunque su madre no vaya a regresar de su viaje, todas seguirán unidas por la sangre. La sal fluye por las venas de los Velaryon, nuestra sangre es espesa.—Para ese momento, todo el foco de atención estábamos en mis niños o los de Rhaenyra, odiaba esto. La cuestión de su legitimidad era simplemente un insulto mismo.

Gracias a los Siete que el discurso que parecía monólogo pronto terminó y hubo una pequeña celebración tras el funeral en sí, sirvieron vino y algunos que otros aperitivos. Los invitados hablaban entre sí. Sin notar las tensiones del ambiente.

Yo me había reservado a un lado del lugar, sin ánimos de hablarle a los demás. Nunca fui muy charlatana durante los funerales. Tenía una copa con simplemente agua, ya que otra cosa no podía beber debido a mi condición. Oh, también por mi embarazo de casi nueve lunas me senté en uno de los bancos que había. Para suerte mía, no captaba mucho la atención de la gente.

—Parece que no disfrutas de los funerales.—me comentó Jaime, quien era mi espada juramentada que me acompañó en este viaje.

—¿Quién lo hace de verdad?—respondi.—Todos simplemente lo recordarán un par de días, pero la tristeza de aquellos quienes la conocían o realmente querían perdurará todas sus vidas. Lástima que no me puedo considerar dentro de ese grupo de personas. Nunca fui muy cercana a Laena.

—Una lástima total.—dijo él.—Cambiando de tema, ¿cómo están los niños?

—Bien, emocionados de tener un hermanito más.

Charlé un rato más con Jaime, hasta que mis hijos mayores vinieron a donde yo me encontraba.

—¿Hay algún problema, mis niños?—pregunté, empezando a albergar preocupación.

—Nada, preguntábamos si nos podíamos retirar.—comenzó diciendo Aenys, podía notar que los mayores coincidían también en eso.—Es algo tarde y nos apetece descansar un poco del viaje de esta mañana.

—Primero ir a dar vuestras condolencias a vuestras primas, luego despediros de vuestro tío Viserys y se lo decís a vuestro padre, ¿está bien?

Saera y Aenys como mis primogénitos asintieron a lo que les dije e hicieron todo. Obviamente no fueron todos a darle sus condolencias, solo las cuatro mayores y ya se despidieron del padre y tío. Ahí fue cuando se retiraron todos a sus habitaciones de huéspedes en la humilde morada de los Velaryon. Me mantuve algo más dentro de panorama del ambiente fúnebre. En el cual consistía básicamente en Alicent lanzándole dagas a Rhaenyra con las feas miradas que le dedicaba; Rhaenyra tratando de ignorarla y solamente preocupandose por su esposo e hijos; Daemon charlando con Visery, de vez en cuando mirando en mi dirección; y aquí estaba yo solita hablando con mi espada juramentada.

Nadie sabía que todo se iría por la borda esa misma noche.

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