Shanks llegó a una isla sin ley, nada fuera de lo normal, mucha pobreza y pandillas, creyó que sería una parada corta y que podría largarse pronto, pero todo cambio cuando una pequeña sombra trato de llevarse los tesoros de su barco.
Esta historia t...
Makino junto con el alcance y algunas personas de la villa, estaban hablando con un grupo de Marines que cuidaban el imponente buque, estos los escuchaban, tratando de calmar el pánico que mostraban, pues todos estaban alterados informándoles sobre un pequeño niño desaparecido, ya habían mandado algunas tropas a buscarlo por lugares cercanos, pero seguían sin dar ningún avistamiento. Trataban de explicarles que no podían hacer mucho más y que guardaran la calma, pues era poco probable que le hubiera sucedido algo en un lugar tan tranquilo. Makino no paro de temblar y lagrimear desde que se dio cuenta que el pequeño no estaba, se lamentaba no haberse encontrado más atenta, sabia que no podría perdonarse si al azabache le sucedía algo y ese temor no pasó hasta que vio a un hombre acercarse, cargando en su espalda a un niño. La de cabello verde no lo pensó ni dos veces antes de correr hacia ellos, al acercarse, logró notar el pulcro uniforme que llevaba el contrario, tenía un porte imponente y por la sombra de la noche, sus ojos no se alcanzaban a ver por completo, dándole un aspecto aún más temible, pero aún así, sostenía al pirata con delicadeza mientras este se aferraba a él, el Marine, al ver a la mujer, detuvo su paso, la miró unos momentos y luego habló, sin darle tiempo a que le dijera todas las preguntas que obviamente tenía. –Está herido, hoy se quedará en la enfermería de mi barco–explicó de manera breve para luego continuar su camino, mientras la mesera lo seguía unos pocos pasos atrás. –Espere, ¿estará bien?, ¿qué fue lo que sucedió?, ¿dónde lo encontró? –El niño se encuentra en buenas manos, ahora será mejor que usted y el resto de sus vecinos se vayan a descansar, para que Lu pueda explicarles él mismo cuando se recupere–habló, en tanto los soldados afuera del barco daban un paso atrás para dejarlo pasar y se ponían firmes, llevando una de sus manos rectas a su frente, para luego retener a la mujer y que no pudiera seguir avanzando.
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Anchor se despertó por el gran ardor de todas las heridas que cubrían su cuerpo, con un poco de dificultad, se apoyó en sus antebrazos para mirar a su alrededor, estaba casi completamente oscuro exceptuando por la tenue luz que atravesaba las cortinas, no podía ver bien, pero distinguió fácilmente que no estaba en la casa de Makino y tampoco donde las bandidos. Se levantó sosteniendo todo lo que estuviera a su alcance y cuando recién estuvo de pie, notó el ligero movimiento que había, cada parte del cuarto se inclinaba de un lado a otro, supo enseguida que estaba en un barco. Algo alarmado por no agradarle en lo absoluto estar totalmente solo en un lugar desconocido, empezó a buscar por los cajones algo con que defenderse, finalmente encontrando un bisturí, este lo sostuvo con fuerza entre sus manos mientras que abría la puerta para salir de allí, asomó su cabeza y al asegurarse de que no había nadie en los pasillos, salió tratando de que sus pasos no hicieran ruido y apoyándose en las paredes con el objetivo de no terminar en el suelo, sentía un agotamiento en su cuerpo que causaba que apenas estuviera en pie. A pesar de no recordar haber estado allí nunca, por alguna razón se orientaba bastante bien, pero a pesar de que su mente le pidiera a gritos que buscara una salida, continuó avanzando estando consciente de que se adentraba aún más en el navío, cada vez le era más difícil esconderse de todos los soldados que iban y venían, pero pronto, su deambular se detuvo, observó un largo pasillo que conducía hacia una puerta, al verla, su ser entero se estremeció y el escalpelo que tenía, resbaló de sus manos, pero esto no le importó y comenzó a avanzar, al entrar a lo que le parecía ser un despacho, se percató de una gran sombra sentada en el escritorio, solo cuando este hombre se levantó y se le acercó, pudo distinguir a su abuelo. –Luffy, ¿qué haces aquí?, ¿cómo te dejaron salir de la enfermería?, tus heridas son muy graves, no deberías ni caminar.
Le explicó el vicealmirante, pero el contrario no parecía ponerle mucha atención, parecía estar mucho más concentrado en observar toda la oficina, nada había cambiado desde la ultima vez que estuvo ahí, exceptuando un por un pequeño cuadro puesto encima del bufete, ignoró las palabras del mayor y se acercó a paso lento, buscando con curiosidad que era aquella decoración tan imperceptible para todos, menos para él, había repasado en su mente cada detalle de la habitación que después de tantos años por fin podía volver a ver. Antes de qué pudiera avanzar mucho, su abuelo lo cargó en brazos dispuesto a llevarlo a la enfermería. –Suéltame–se quejó, sin sentir su cuerpo capaz de resistirse. –Debes descansar, estás herido y es muy tarde–el menor con un cansancio notable y sintiendo las consecuencias de perder tanta sangre, se acomodo en sus brazos y apoyó su cabeza en el hombro del Marine. –No quiero volver allí, me siento solo y además está oscuro, por lo menos déjame pasar un rato contigo.
El vicealmirante al escucharlo, suspiró, caminó hacia su silla y se sentó en esta con el menor aún apoyado en él, pero este levantó un poco la cabeza para observar la foto del marco, se sorprendió al darse cuenta que era una foto de Garp cargando a un bebe, reconocía que estaban en cubierta, pero en cambio al clima del lejano recuerdo que poseía, ambos estaban en un día soleado. El mayor no parecía percatarse de que lo estuvieran observando, tenía su mirada fija en la pequeña criatura la cual mecía con una sola de sus manos pues la otra la ocupaba para hacerle cosquillas, ambos tenían una sonrisa tan...genuina, a Anchor le costaba creer lo que veía, desde que tenía conciencia, siempre trataba de mantener un rostro serio, buscando con todas sus fuerzas no demostrar ni siquiera una pizca de lo que él llamaba debilidad, recién cuando se volvió pirata fue cuando se dejó a sí mismo poder sonreír, le costó aprender, tratar de que no pareciera más que una mueca y ver que antes le salía sin dar ni un solo esfuerzo, lo derrumbó por completo, cerró los ojos y volteó su cabeza hacia otro lado, no quería continuar observando quién fue. –Lu, ¿por qué te aterra tanto ver quien eras?–preguntó el de cabello blanco luego de unos momentos, atento a cada acción de su nieto. –No me aterra...–murmuró con una voz temblorosa, una clara mentira. –Sé honesto, soy tu fami–antes de poder continuar explicando, el contrario lo interrumpió. –No q-quiero ver quien e-era antes porque sé que si lo hago...me r-repugnará quien soy ahora, desde que te conocí a ti y a Ace, m-me ha dado d-demasiado miedo decepcionarlos, no soy el n-niño que esperaban, soy un a-asco, ni siquiera mi p-propia tripulación pudo a-aguantarme por un par de años más–comenzó a hablar, su voz cada vez se quebraba más y no paraba de temblar, aunque se negara llorar.