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Las cosas en la mansión Leclerc habían cambiado un poco. La tensión entre Charles y Carlos había disminuido considerablemente y Charles le explicó a su madre del por que su actitud tan fría hacia Carlos al principio, Claro que evitó decirle acerca de sus sentimientos por el español.
Aunque aún tenía el problema más grave, el cual era el cómo decirle a Alexandra, si bien no la amaba, sí la quería porque a pesar de todo ella estuvo ahí para él cuando más lo necesitaba.
Hablaría con ella luego, además de que no sabía él cómo reaccionaría y tenía miedo de lo que podría suceder y por el momento quería sentir paz.
Ahora se encontraba con Carlos y Jules en un parque de diversiones, Jules prácticamente lo había obligado a venir, se había aliado con Carlos para arrastrarlo a su peor pesadilla. Pero cómo podía decirle que no sus dulces y raros pucheros, Jules practicamente era un niño atrapado en el cuerpo de un adulto y Carlos no se quedaba atrás, era igual o más infantil.
Subieron a varios de los juegos, los cuales Charles pensó que no eran tan fuertes o terroríficos como él recordaba. Por que si, Charles solo ha ido a una feria una vez en toda su vida, y fue cuando apenas tenía 9 años, Carlos en ese tiempo lo había obligado a subirse a un barco y casi caía, desde ese tiempo le había dado pavor ir a una de estas.
Prefirió ir al tiro al blanco o canicas, se le daba bien y ganó varios premios.
─ Wow, Charles, ¿Desde cuando disparas tan bien?─ Preguntó Jules, sintiendo curiosidad, pues no recuerda que Charles había tomado un curso de este tipo.
─En las vacaciones de hace varios años, el abuelo me llevaba a cazar y pues fue divertido.─ Aclaró el menor.
─Espera… ¿Por qué nunca me llevo a mi?─ Preguntó ofendido el mayor, Carlos y Charles solo rieron por lo anterior.
─ Charles.─Llamo Carlos.
─Que pasa?─ Respondió el menor, y con tan solo ver la cara del mayor sabía lo que pasaría y se negaba totalmente, no subiría a ese juego ni por que le pagaran millones, no lo haría.
Claro que uno nunca hace lo que planea, y ahora se encuentra arriba de Fireball, prácticamente un Yoyo gigante que puede lanzarte hacia el sol si no tuviera su cinturón puesto y otras mil cosas encima.
─Recuerdenme por qué acepté hacer esto?─ Preguntó un Charles asustado, sosteniendo las barras de agarre como si su vida dependiera de ello, y lo hacía.
─Por que te convencimos, por amor a Dios Charlie, relájate.─Dijo Jules el cual solo reía de las caras que su hermano ponía por el miedo.
─Charles, toma mi mano.─Carlos ofreció su mano al menor, el cual la tomó con nerviosismo, sudaba y no sabía si era por el miedo o por que está tomando de la mano a Carlos.
Cuando por fin bajaron, Charles sentía que las piernas le fallaban, y el poco alcohol ingerido subía por su garganta, maldijo internamente a los dos mayores que se reían de él.
