ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 27: ᴛʜᴇ ғᴜʟʟ ᴍᴏᴏɴ

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Después de los eventos tensos de los últimos días, Charles y Carlos decidieron que necesitaban un respiro, un momento para ellos mismos, lejos del estrés y la presión familiar. Carlos sugirió una escapada a las afueras de Monte-Carlo, un lugar donde pudieran disfrutar de la tranquilidad y la belleza del entorno natural.

A medida que conducían por las sinuosas carreteras que bordeaban la costa, el sol brillaba alto en el cielo, reflejando su luz sobre el mar Mediterráneo. El aire estaba lleno del aroma salino del mar y la fragancia de las flores silvestres que crecían a lo largo del camino.

Carlos miró a Charles, quien estaba sentado a su lado, y vio cómo una sonrisa suave se dibujaba en su rostro mientras observaba el paisaje.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Carlos, queriendo asegurarse de que Charles estuviera bien.

—Mejor —respondió Charles, girando la cabeza para mirarlo—. Gracias por traerme aquí. Necesitaba esto.

Carlos tomó la mano de Charles y la apretó suavemente.

—Lo sé. Ambos lo necesitábamos. A veces, es bueno alejarse y recordar por qué estamos luchando. —dijo Carlos besando suavemente las manos del menor.

Llegaron a un mirador apartado, donde se detuvieron para disfrutar de la vista panorámica del mar. El lugar estaba casi desierto, proporcionando la privacidad y la serenidad que buscaban. Se sentaron en una manta que Carlos había traído, disfrutando de un picnic improvisado con una variedad de frutas, quesos y pan fresco, lo mas cliché que puede haber.

—Mira esto —dijo Carlos, sacando una botella de vino de una cesta—. Pensé que podríamos celebrar un poco.

Charles sonrió, agradecido por el gesto.

—¿Celebrar qué?

—Nosotros —respondió Carlos, abriendo la botella y sirviendo dos copas—. Celebrar que, a pesar de todo, estamos aquí juntos, amándonos y apoyándonos.

Levantaron sus copas y brindaron, sus miradas llenas de cariño y esperanza. Después de un rato, Carlos se acercó a Charles y le dio un beso suave en los labios.

—Te amo, Charles —dijo Carlos con sinceridad—. No importa lo que pase, siempre te amaré.

Charles sintió una calidez en su pecho, sus ojos brillando con emoción.

—¿Aunque sea un quejoso? —Pregunto el.

—Si fueras las estrellas saldría todas las noches a observarte y si fueras este árbol me sentaría bajo tus hojas. —Charles sonrió tiernamente besando los labios del azabache.

—Eres un cursi—se burló del español mientras besaba dulcemente sus labios.

Pasaron el resto del día explorando los alrededores, caminando de la mano por los senderos que serpentean entre los árboles y las flores. Encontraron un pequeño arroyo donde el agua corría cristalina, y se sentaron en la orilla, hablando y riendo, disfrutando de la simplicidad del momento.

El sol comenzó a ponerse, pintando el cielo con tonos de naranja y rosa. Se abrazaron mientras observaban el espectáculo de colores, sintiendo que, aunque el futuro era incierto, en ese instante, todo estaba bien.

—Este lugar es mágico —dijo Charles, apoyando su cabeza en el hombro de Carlos—. Me hace sentir que podemos superar cualquier cosa.

—Podemos —afirmó Carlos, besando la frente de Charles—. Mientras estemos juntos, podemos enfrentar cualquier desafío.

Finalmente, cuando la noche cayó, regresaron a Monte-Carlo, el camino era tranquilo, la brisa de la noche entraba por las ventanas abiertas del auto, no había frío o ellos no lo sentían, y posiblemente era su manto de amor.

La luna llena se alzaba sobre ellos, iluminando su camino de regreso con su brillo plateado. Se detuvieron un momento para admirarla, tomados de la mano, la luz de la luna rebota sobre sus rostros, Charles giro hacia a Carlos y vio como la luna se reflejaba en sus ojos oscuros, cayendo de nuevo en ellos, cayendo en esa vacío de oscuridad que tanto ama.

—Mira, Charles, si tu fueras la luna yo sería un loco astronauta tratando de llegar a ti.—dijo Carlos, señalando el cielo—. No regresaría a la tierra jamás.

—Oh por favor para, me vas a causar caries —respondió Charles, apretando la mano de Carlos—. Pero si, te amo, y te amare aunque un imbécil me cante en la cara sobre dejar todo, te amare aunque tuviera un hijo con otra persona y te amare aunque mi padre me lo prohiba.

Carlos sintió los ojos aguarse, abalanzándose sobre el monegasco mientras besaba sus labios con delicadeza. Se quedaron allí, bajo la luz de la luna, sintiendo que, sin importar lo que el futuro les deparará, siempre tendrán momentos como ese para recordar que su amor era verdadero y eterno.


 Se quedaron allí, bajo la luz de la luna, sintiendo que, sin importar lo que el futuro les deparará, siempre tendrán momentos como ese para recordar que su amor era verdadero y eterno

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𝐁𝐄𝐘𝐎𝐍𝐃 𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐀𝐑𝐃𝐄𝐍 - 𝐁𝐲 𝐀𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬| 𝐂𝐡𝐚𝐫𝐥𝐨𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora