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El día de la fiesta de cumpleaños de Leo Leclerc había llegado y Carlos estaba desesperado por encontrar algo adecuado para ponerse. Abrió su armario, revisando cada prenda con una mezcla de ansiedad y frustración. Checo, que se encontraba en la sala, escuchaba los ruidos provenientes del cuarto de su amigo y no pudo evitar soltar una risa leve.
-¡Carlos! -llamó Checo desde la sala-. ¿Todo bien ahí dentro?
Carlos salió del cuarto con varias prendas en las manos, todas arrugadas y desorganizadas.
-¡No! No sé qué ponerme. No quiero parecer demasiado formal, pero tampoco quiero parecer que no me importa.
Checo se levantó y se acercó al armario de Carlos, inspeccionando las opciones.
-A ver, vamos a encontrar algo que te haga sentir cómodo y que esté bien para la ocasión ¿Si?-Dijo mientras sacaba una camisa blanca y unos jeans oscuros-. ¿Qué te parece esto? Es casual pero elegante.
Carlos miró las prendas y asintió, sintiéndose un poco más tranquilo.
-Sí, eso podría funcionar. Gracias, Checo.
-De nada, amigo. Ahora, ¿qué hay del regalo? -preguntó Checo, viendo a Carlos con una mirada inquisitiva.
Carlos se detuvo, su mente había estado tan ocupada con su apariencia que había olvidado por completo el regalo para Leo.
-¡El regalo! No he comprado nada. -Dijo, su voz reflejando la creciente desesperación.
Checo sonrió, sacando una bolsa de regalo de detrás de su espalda.
-Tranquilo, ya me encargué de eso. Compré un juguete educativo y un libro de cuentos. Pensé que sería algo que Leo podría disfrutar y que a Charles le gustaría.
Carlos miró la bolsa de regalo, sintiéndose aliviado y agradecido.
-Gracias, Checo. Eres un salvavidas.
-Solo hago mi trabajo de mejor amigo. Ahora, vístete y prepárate, que no queremos llegar tarde.
Carlos asintió y se dirigió al baño para terminar de arreglarse. Mientras se miraba en el espejo, sintió una mezcla de emociones: nerviosismo, anticipación y un poco de miedo. Sabía que enfrentarse a Charles y a Alexandra no sería fácil, pero estaba decidido a hacerlo por Leo y por sí mismo. Quería enfrentar ese miedo y olvidarlo, la posibilidad de ya no sentir nada por leclerc, pero tenía miedo de enfrentar a toda la familia y que lo rechazaron cuando él mismo se sentía miembro de ella.
Cuando estuvo listo, Carlos salió del baño con la camisa blanca y los jeans oscuros que Checo le había sugerido. Se veía limpio y presentable, aunque las ojeras aún eran visibles.
-¿Listo? -preguntó Checo, levantándose del sofá con la bolsa de regalo en la mano.
Carlos asintió, tomando una profunda respiración para calmar sus nervios.
