ᴄᴀᴘɪ́ᴛᴜʟᴏ 44: ᴄᴏʟᴅ

70 9 0
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Capítulo 44: Cold

Un mes había transcurrido desde que Charles tomó la difícil decisión de alejarse de Alexandra con Leo. El proceso de custodia había sido agotador, tanto emocional como físicamente. Cada día se sentía como una batalla, con los abogados intercambiando argumentos y el frío y cortante tono de Alexandra resonando en su mente. No podía creer que las palabras venenosas que salían de su boca fueran de la misma persona que una vez le proclamó su supuesto “amor”.

Los días se volvieron grises y sombríos, reflejando la tormenta interna que Charles estaba viviendo. El invierno había llegado con fuerza, y el frío parecía infiltrarse en cada rincón de su ser. Aunque Carlos y Checo estaban a su lado, el peso de la incertidumbre y el miedo por el futuro de Leo era abrumador.

“Incluso Dios puede sentir el frío, sus reyes y sus sacerdotes lo hacen.”

Carlos observaba a Charles con preocupación creciente. Sabía que la situación estaba desgastando a su pareja, y trataba de ser el ancla que lo mantuviera firme en medio de la tormenta. Hacía todo lo posible para aliviar su carga: se ocupaba de Leo cuando Charles necesitaba un respiro, cocinaba sus comidas favoritas y le recordaba constantemente que no estaba solo. Hace frío, el clima es gris, la lluvia golpea fuertemente las ventanas y congela los huesos.

Una noche particularmente fría, Charles se encontraba sentado en el sofá, con una taza de té caliente entre las manos. La lluvia caía suavemente fuera de la ventana, creando un manto blanco sobre la ciudad, producto de la neblina. El gato café, que tanto les recordaba a Jules, se acurrucaba cerca de él, buscando el calor que también parecía necesitar.

“Incluso el alma más cálida y luminosa es absorbida por la oscuridad y su cruel frío.”

Carlos se sentó a su lado, rodeando sus hombros con un brazo fuerte y cálido. La calidez de su abrazo era un contraste reconfortante con el frío ambiente.

—¿Cómo te sientes? —preguntó Carlos, su voz baja y llena de preocupación.

Charles suspiró, sintiendo el calor de Carlos empezando a calmar el frío que llevaba dentro.

—Agotado, —admitió Charles—. Esta pelea por la custodia está consumiendo todo mi ánimo. Y con cada día que pasa, siento que el frío se hace más fuerte.

Carlos lo miró con ternura, sabiendo que las palabras solo podían hacer tanto para aliviar su dolor. Le apretó ligeramente el hombro, acercándose más.

—No estás solo en esto, —dijo Carlos suavemente—. Estoy aquí contigo, y siempre lo estaré. Pase lo que pase, encontraremos la manera de superar esto juntos.

Charles cerró los ojos por un momento, dejando que el calor y la presencia de Carlos lo rodearan. Recordó las palabras de Checo sobre cómo el amor podía trascender las barreras de la vida, y encontró consuelo en ellas. Sentía la presencia de Jules en los pequeños momentos, en el ronroneo del gato y en la risa de Leo, los fuertes brazos que lo rodeaban y el calor que transmitían eran prueba de ello. Era un recordatorio constante de que no estaba solo, de que el amor seguía vivo.

A pesar de la tormenta que enfrentaban, había momentos de claridad, momentos en los que podía ver un futuro donde todo estaría bien. Se permitió apoyarse en Carlos, dejar que el mayor lo sostuviera mientras navegaban por este mar agitado. Era oscuro, era como navegar en un mar de oscuridad, la oscuridad de la noche lo consumía y las bestias se lo tragaba entero.

—Gracias, —murmuró Charles, apoyando su cabeza en el hombro de Carlos—. No sé qué haría sin ti.

Carlos sonrió y besó suavemente su frente.

—Nunca tendrás que averiguarlo, —respondió—. Siempre estaré aquí, para ti y para Leo.

Las semanas pasaron, y aunque la batalla legal continuaba, Charles encontró fuerzas en los pequeños momentos de paz que Carlos le ofrecía. Leo también parecía sentir la tensión, pero el gato siempre estaba allí para calmarlo, como si supiera exactamente lo que necesitaban.

Un día, mientras Charles se preparaba para otra audiencia en la corte, Carlos lo tomó de la mano, mirándolo a los ojos con amor y determinación, transmitían confianza, la confianza que él estaba perdiendo. No, no la perdería, sabía que ganaría esto, que el amor triunfaría, que las bestias del profundo mar no lo consumiría.

—Vamos a ganar esto, —dijo Carlos con firmeza—. No importa cuánto tiempo tome, no importa lo difícil que se ponga. Vamos a ganar, y Leo va a estar con nosotros, rodeado de amor.

Charles asintió, sintiendo una renovada determinación. Sabía que Carlos tenía razón. Juntos eran más fuertes, y con el amor que compartían, podían enfrentar cualquier tormenta.

La audiencia fue larga y agotadora, pero Charles sintió la fuerza de Carlos a su lado, el calor de su apoyo constante. Cuando finalmente salieron del tribunal, la lluvia seguía cayendo, pero esta vez, el frío parecía menos intenso, la neblina se disipaba, los pocos rayos solares golpeaban sus rostros.

“Golpéame con delicadeza, porque si lo haces con fuerza me desmoronare de inmediato.”

—Lo hiciste muy bien hoy, —dijo Carlos, envolviendo a Charles en un abrazo cálido—. Estoy muy orgulloso de ti.

Charles sonrió, sintiendo el calor de las palabras de Carlos derretir el hielo en su corazón.

—No podría haberlo hecho sin ti, —respondió Charles—. Gracias por ser mi calma en medio de esta tormenta.

Carlos lo besó suavemente, sus mejillas chocando con las contrarias, sintiendo el calor que estas desprenden, causadas por el helado frío y por un momento, todo el frío y la tristeza se desvanecieron. Sabían que aún había un largo camino por recorrer, pero juntos, podían enfrentar cualquier cosa. La tormenta seguiría, pero el amor que compartían era el refugio donde encontraban paz y fortaleza.

—Gracias a ti, —dijo el español. Charles solo lo vio con curiosidad.

—¿Por qué? —preguntó el monegasco sonrientemente.

—Por aceptarme de nuevo en tu vida, —aclaró el mayor, abrazando fuertemente al menor, quien soltaba pequeñas lágrimas.

¿Cómo no podría llorar? Fue él quien lo golpeó, fue él quien lo culpó, fue él quien se equivocó y fue él quien le falló toda su vida. Debería ser él quien dé las gracias por estar a su lado.

—¿Me amarías aunque te culpe? —preguntó con la voz quebrada y lágrimas en sus ojos. Carlos sonrió dulcemente ante esa pregunta.

—Te amo, —respondió.

—¿Me amarías aunque te golpee?

—Te amo.

—¿Me amarías aunque…? —Carlos no dejó que el menor completara la pregunta, abalanzándose sobre sus labios besándolo dulcemente, sosteniéndolo de las caderas para acercarlo más a su cuerpo.

—Yo te amo y te amaré siempre, no importa lo que me hagas, —susurró Carlos contra sus labios, besándolo nuevamente. El calor en sus pechos era enorme, tanto que el frío de la tormenta ya no era percibido.

—Calos…


—Calos…

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
𝐁𝐄𝐘𝐎𝐍𝐃 𝐓𝐇𝐄 𝐆𝐀𝐑𝐃𝐄𝐍 - 𝐁𝐲 𝐀𝐧𝐝𝐫𝐞𝐬| 𝐂𝐡𝐚𝐫𝐥𝐨𝐬 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora