38. El Expreso de Hogwarts

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Hola de nuevo!! 

Por aquí os dejo un nuevo capítulo. Esta vez he tardado menos y creo que en adelante, tardaré menos aún =D Estoy muy contenta y quería compartirlo con vosotrxs! He cambiado de trabajo y eso me ha permitido desde hace un mes o así centrarme más en la escritura, que es lo que de verdad me gusta y a lo que me encantaría dedicarme. Ya os iré contando ^^ 

Como siempre, mil gracias por esperar, mil gracias por estar al otro lado de la pantalla y por comentar. Sé que a veces no he contestado a vuestros comentarios, aunque yo lo tenía como máxima principal, contestar para agradecer que la gente te comente es lo mínimo, pero de verdad que con el trabajo que tenía no me daba la vida para más =( Espero atenderos más y mejor a partir de ahora. 

Un abrazo enorme!! Nos leemos! Y espero que os guste el capítulo ;)

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Había llegado el primer día de septiembre y un innegable ambiente de caos se había instalado en casa de los Potter. Era el orden de las cosas. Así era siempre, y Albus estaba seguro de que así había sido desde que Hogwarts se fundó. Se imaginaba a generaciones y generaciones de magos y brujas corriendo de un lado a otro, echando las últimas cosas a sus viejos baúles, metiendo a sus mascotas en las jaulas, buscando y rebuscando en los cajones y armarios de toda la casa hasta encontrar las corbatas del uniforme perdidas a lo largo del verano.

— ¡Por favor, Lily, mete de una vez las cosas en el coche! — Exclamó su madre con cansancio.

— ¡No encuentro mis botas de quidditch y no me voy a ir sin ellas! — Gritó su hermana desde algún lugar de la planta baja.

— Yo te las enviaré en cuanto las encuentre. — Le prometió su padre.

— ¡No! ¡Quiero entrenar mañana!

Albus suspiró. Lily era muy terca cuando se lo proponía. Y cuando no se lo proponía, también.

— ¿Ya lo tienes todo? — Le preguntó su madre al verlo bajar por las escaleras.

— Sí. Creo que sí.

— Menos mal. Entre tu hermana y tu hermano creo que me va a dar un infarto.

— ¿¡Qué queréis que haga si habéis decidido esconder mis uniformes!? — Vociferó James desde su habitación. Tenía un oído muy fino cuando le interesaba.

— ¡Nadie ha escondido tus uniformes! ¡Si ordenases tu cuarto de vez en cuando...! — Le gritó su madre desde el pie de la escalera.

— Yo le ayudo. — Se ofreció su padre, intentando calmar a mamá.

Alya esperaba sentada, con un libro, en una de las butacas del salón. El título del volumen no figuraba en la portada, de piel marrón, así que el chico tomó asiento en el sofá cercano y le preguntó:

— ¿Qué lees?

— Nada. Es un manual antiguo de pociones. Me lo ha prestado tu prima Molly. — La chica cerró el libro y lo metió en la mochila de tela verde botella que reposaba a sus pies.

— Si crees que me será útil puedes dejármelo cuando lo termines.

— Claro. — Asintió Alya con una sonrisa.

— ... ¡te juro, James Sirius Potter, que estarás castigado siete años como lleguemos tarde por tu culpa! — Escucharon gritar a Ginny Potter-Weasley.

Albus y Alya intercambiaron una mirada divertida.

— ¿Estás nerviosa? — Preguntó Albus.

— ¿Yo? ¿Por el viaje?

Relatos en tiempos de pazDonde viven las historias. Descúbrelo ahora